Algunos compatriotas cuyos nombre he considerado conveniente omitir, únicamente con la finalidad de no contaminar a quienes me lean con mis propios  prejuicios, que abundan, han señalado en varios de sus escritos que el buen o mal funcionamiento de PDVSA  depende de Miraflores .

Por la invocación de tiempos idos, o más bien de personajes idos, el mal funcionamiento que a simple vista se puede observar en una empresa que fue considerada en otro tiempo,  una de las de mayor éxito en la producción y el comercio de los hidrocarburos  capaz de competir  con las que habían sido  “casi  monopolizadoras” de esa actividad  y cuyos nombres pudieran por ser resumidos en Standard Oil (Creole) y Shell, se puede concluir que los escribidores  a los cuales me refiero en el primer párrafo ven, en  los casi  24 años transcurridos desde febrero del 1999 hasta hoy, una notable diferencia entre los doce primeros años de “aciertos” y los doce posteriores de “desaciertos”.

 “Eppur si mouve”. Pensar que el buen o mal funcionamiento de PDVSA depende de Miraflores es casi tan disparatado como pensar que el despido de la más capacitada gerencia no debió producir ningún efecto, en el funcionamiento de la empresa, porque ese funcionamiento pasó  a depender de Miraflores no desde el día  4 de febrero de 1999, cuando el teniente-coronel (R) Hugo Chávez Frías tomó posesión del cargo de Presidente de la República de Venezuela y comenzó a despachar desde Miraflores, sino después del despido de ese capacitada gerencia.

Desde luego el colapso que se puede observar hoy no se produjo al momento cuando la alta gerencia fue despedida. Por cierto  con un desplante de arbitrariedad que concluyó con el desalojo de sus viviendas no digamos sin formula de juicio que era de esperarse, sino atropellando las familias de esos funcionarios incluyendo niños en medio de la noche, como si les fuera ignorado que la “nocturnidad”, es una de las agravantes que nuestro Código Penal consagra para los delitos; y no menciono la “premeditación” y la “alevosía” porque  ya se venía practicando  como parte  de la rutina, casi desde el mismo  día de la toma de posesión.

Pero toda esta descripción, lo “único” que pretende es hacer notar que todavía hay muchos venezolanos, que ante la tragedia que vivimos se la quieran atribuir exclusivamente a Maduro, como si no hubiera sido puesto por Chávez, aunque a decir verdad quizás quien lo puso fue Castro, que manejó a su antojo a Chávez porque éste estaba fascinado desde su tierna infancia por Castro y aspiraba conducir a Venezuela al mismo sitio donde el castrismo condujo a Cuba. La miseria y el éxodo. Porque la diferencia entre el comunismo y la democracia viene dada por la intolerancia que el comunismo práctica, lo que se traduce cuando ejerce el gobierno en la necesidad de nacionalizar, estatizar, o más propiamente como lo llamó Manuel Caballero “gobiernizar” toda actividad, todo empresa y condenar a quien disienta al ostracismo. La nacionalización de la industria petrolera, al igual que la del hierro y el aluminio se cuidó bien de respetar la experticia de miles de venezolanos que laboraban en esas industrias, sin reclamar adhesión política al gobernante de turno; y esa diferencia es la que destruyó “desde Miraflores” a la industria petrolera, a la del hierro y del aluminio y desde luego a los servicios de electricidad y telefonía.

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