El poder: ¿persuasivo o conspirativo?

Desde siempre, el poder existe con el hombre por cuanto es propio del carácter humano. La condición política que caracteriza al hombre, configura una de las cualidades que mejor exhibe, el poder. De la condición política, se prende el poder del cual se vale el ser humano para imponer el enfoque que posee de la situación que vive.

Esa situación hace al poder lucirse asociado con la coerción o con la arbitrariedad. Por tanto, lo induce a vincular sus manifestaciones con la libertad o con el derecho. Es lo que  constituye la razón que ha dificultado un concepto de poder. Un concepto que pueda unificar las nociones que buscan dar con la idea que de la interpretación de poder se tiene.

La oportunidad que brinda este espacio periodístico, justifica la necesidad de indagar hasta dónde el poder se arma de un carácter persuasivo o conspirativo para conseguir sus objetivos. Sobre todo, cuando las realidades se ven interferidas por el dominio que ejerce el poder. Por eso, el poder se vale de la praxis política para exponer  o demostrar la fuerza que coexiste a lo interno de sus múltiples expresiones.

Es la razón de la cual se sirve el poder para aprovecharse de cualquier situación, disfrazándose de acuerdo a los intereses o necesidades que rigen una situación en concreto. Así, logra imponer la decisión elaborada o ingeniada.

Es decir, busca investirse con el recurso más inmediato a su alcance. De manera que cualquier demanda del otro, termina aplastada por encima de toda dificultad que pudiera surgir en defensa de la postura rival.

La versatilidad que tiene el poder para hacerse de cualquier artimaña que le lleve a ganar el mayor espacio posible de una realidad particular, es quizás su mecanismo de “artillería” más expedito. En consecuencia, busca aprovecharse del carácter conspirativo o persuasivo que pueda serle propio para así tramar situaciones en las que se dedica a tiranizar al adversario valiéndose de cuánto enmascaramiento le sea posible disponer.

Las máscaras del poder

A ese respecto, vale aludir a algunas de las máscaras más usuales que emplea el poder para conquistar el propósito tramado. Así se tiene, entre otros:

 El poder del politiquero mentiroso.  Del advenedizo pendenciero.  Del especulador activo. √ Del sufrido quejoso. √ El poder del borracho agazapado. √ Del subalterno astuto.  √ Del impulsivo retrechero.   Del charlatán malicioso. √ Del cacique, dirigente o jefe endiosado. √ Del funcionario enganchado.  Y el poder del engreído ambicioso.

Cualquiera de las caracterizaciones que distinguen al poder, permiten advertir cuánta arrogancia, insolencia o hinchazón, consume a quienes las circunstancias los reviste de poder del cual se valen para lograr la intención maquinada.

Generalmente, son personas a quienes no se les puede prestar atención porque “pierden piso” fácilmente. Se muestran aturdidos. Y hasta desfigurados, respecto de su personalidad natural. Pierden la compostura luego de verse investidos por una milésima de poder por encima del que podrían manejar.

Son individuos a quienes el poder los transforma. Incluso, llegan a desconocer el lugar de dónde vienen. O sea, el gentilicio que los identifica. Al primer indicio de reconocer que pueden valerse del poder que ahora tienen les da por actuar con manifiesta altanería. Y que la situación política, económica o social que los arropa, les hace olvidar o abandonar valores morales primordiales.

Un último agregado

Reconocer que el poder es categórico como mecanismo político o social para influir sobre el hombre débil de convicciones, voluntad y ética, hace ver que está dotado de una fuerza pasmosa que puede cambiar a muchos. Pues en un instante, lo contagia de la vanidad suficiente para creerse o sentirse superior al resto. Aunque a decir del padre de la relatividad, Albert Einstein, que “la fuerza siempre atrae a los hombre de baja moralidad”.

No hay duda alguna de que el poder actúa como una expresión política que pone de relieve la carencia emocional que afecta la vida del ser humano. O sea, pone al descubierto la ausencia de humildad, el sentido de la gratitud y la significación de lo servicial como criterio espiritual de reciprocidad hacia el prójimo.

Es posible que la explicación intentada, podría responder la pregunta de si es el poder: ¿persuasivo o conspirativo?

https://www.analitica.com/opinion/el-poder-persuasivo-o-conspirativo/

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