La Plataforma Democrática venezolana, además de iniciar las negociaciones con el régimen de Maduro en México, ha decidido participar en las elecciones regionales del 21 de noviembre. La Plataforma reúne de nuevo a la gran mayoría de actores políticos que están representados en la Asamblea Nacional legítima, electa en el 2015, incluyendo a los partidos del G4 y al grupo que apoya al ex candidato Henrique Capriles. Es evidente que el evento electoral de noviembre no es una elección libre y transparente. No tiene las garantías mínimas de pulcritud normales en una democracia. Además, buena parte de los líderes democráticos están presos, exilados o inhabilitados, los símbolos y los bienes de los partidos han sido robados y entregados “manu militari”, por el Tribunal Supremo madurista, a los llamados “alacranes”, que se vendieron por un “puñado de dólares”. El árbitro electoral (CNE) fue nombrado por la Asamblea ilegítima del 2020, con dos miembros muy respetables y capaces de la oposición. Esto no es una novedad, en el 2004 también se nombró un CNE con tres chavistas y dos opositores. La mayoría hizo lo que quiso y los dos renunciaron. Es evidente que el régimen está en una campaña para proyectar una imagen más “civilizada” en el escenario internacional y está claro también el objetivo de dividir a la oposición frente a las elecciones regionales. Por eso, se han liberado algunos presos políticos, verdaderos rehenes del régimen, y la mayoría madurista del CNE ha aceptado buena parte de las reformas técnicas presentadas por los dos miembros demócratas. Para el régimen no sería nada grave entregar algunas gobernaciones y alcaldías. Como en el pasado, el régimen siempre le puede quitar el presupuesto, las oficinas y además nombrarle un ”protector”, a la manera de los “gauleiter” nazi.
Sin embargo, hay que tomar en cuenta que, especialmente en una economía desastrada, hay sectores de la población, particularmente en el interior del país y entre las clases populares, donde un cargo público regional es la única aspiración posible. Además una campaña electoral sirve también para movilizar y entusiasmar una oposición desmotivada, organizar los partidos, crear y/o fortalecer liderazgos. También sirve para atraer a los chavistas decepcionados por la incapacidad y la corrupción del régimen. Los espacios y rendijas que se puedan ganar son secundarios, pero no inútiles. Pero sobretodo hay que subrayar que el apoyo de la comunidad internacional democrática es absolutamente indispensable para la Plataforma Democrática y esa comunidad apoya las negociaciones y considera que las elecciones regionales son un primer paso de prueba hacia unas elecciones presidenciales y parlamentarias verdaderamente libres. Santo Tomás, el Doctor Angélico, decía que algunas veces estamos obligados a decidir entre un mal mayor y un mal menor. El mal mayor, para los demócratas, sería la pasividad castrante de quedarse sin hacer nada. Aumentaría la desmoralización, la desmotivación y el exilio voluntario. Los abstencionistas deberían pensar, en pura lógica aristotélica, que si ellos tienen razón y es inútil votar, al participar el resultado es intrascendente, pero si la mayoría de la oposición tiene razón, su participación puede ser relevante. Por tanto, el mal menor es participar masivamente, votar por la tarjeta unitaria de la MUD y aprovechar la campaña electoral para protestar y exigir las condiciones y el calendario para unas elecciones presidenciales y parlamentarias libres y observables por la Comunidad Internacional.
@sadiocaracas
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