Lo que está ocurriendo en el país con las acciones anticorrupción no deja de llamar la atención; es algo inesperado dentro del tremedal político que vivimos desde el inicio del “Socialismo del siglo XXI”, sin embargo llama mucho la atención de quienes jamás creyeron que esto pudiera suceder. Sin ambages debemos decirlo, fue como meterles el dedo en un ojo de la cara a los incrédulos cuya imaginación siempre maquinó conchupancia generalizada, poniendo en una sola balanza todo el andamiaje que llamaron “régimen”.
No es que creamos que las acusaciones, demandas y detenciones sea la solución política contra el desastre, pero si creemos que esto viene a sustituir la ambigüedad en que se encuentra la lucha opositora. Obviamente, obliga a todos a ponernos del lado correcto de la historia y obliga a la evaluación de la crítica gestada desde siempre, ya que se hace necesario conocer a los ejecutores de la mala praxis administrativa que ha conducido el desastre económico. Sin embargo, debemos cuidarnos de las falsas acusaciones y de los abusos en las detenciones, ya que lo que ocurre, más que una solución puede transformarse en una interminable venganza y cacería de brujas.
Es hora de personalizar la responsabilidad que se ha venido diluyendo en estos veinticuatro años con el remoquete de “ellos”; lo que pareciera dejar de ser una cacería de brujas, aunque debemos cuidar de que no lo sea. Es necesario dejar de lado la virulencia y el sentimiento de burla que surgió al no poder satisfacer el deseo de lograr una sociedad equilibrada, digna y justa, donde la orientación del líder y del funcionario se dirija primordialmente al servicio público desprendido, donde la utopía del bien común, de la equidad y de la justicia, no luchen por su perfección, sino que persigan en vías de perfectibilidad, un mundo mejor, orientado a la convivencia y al disfrute colectivo sin comunidad, donde cada quien cumpla el rol que le corresponda, sin adueñarse del derecho de los demás y sin perturbar la tranquilidad que es el dogma perseguido por todos los pueblos civilizados.
No se requiere ser analista social para percatarse de la desviación que tenemos en cuanto a la conducta que asume la mayoría en procura de los correctivos necesarios para la antes mencionada perfectibilidad de nuestro sistema democrático. Sin embargo, no deja de preocupar la cada vez más notoria muestra de iniquidad del pensamiento y de la expresión generalizada del colectivo, que, cada vez con mayor brío se insufla de malignidad, llegando al extremo de transformar a personas normalmente apacibles, en crueles verdugos con palabras y con hechos.
En cuanto a las medidas, hemos ideado este título confusivo que nos sirve de llamada de atención, pero su respuesta va por dos vías: una, para preguntar si estamos llegando al término de las medidas que tanto daño han hecho al país, y una segunda con la misma gramática que nos sirve para preguntar. ¿Cuál es la finalidad de cada una de las medidas?
Como lo hemos dicho, pareciera que el surgimiento del lobo entre nosotros no es nuevo, pero en este momento y situación debemos moderar les imputaciones flagelantes sin conocimiento ni investigación, como pareciera ser la campaña. Se ha iniciado una gran maledicencia detractora y falaz contra grupos y personas, donde no importa lo justo o lo injusto de un testimonio. Se quiere hacer valer la certeza y validez de la “verdad” con el solo decir, siguiendo el juicio de la calle, con la gravedad del cuño informativo de la prensa, la radio, la televisión, y muy especialmente de algunos comunicadores sociales calificados por el pueblo como conocedores de la verdad, quienes abarrotan las redes con sus percepciones analíticas no jurídicas. Esto lo vemos como peligroso, ya que surge sin querer la vindicta pública que pudiera ser injusta. Aquí uno de los apotegmas del Derecho: “Pueden o no ser iguales la verdad jurídica y la verdad procesal, en todo caso, será el juez quien lo decidirá luego de un sano juicio”. Es lo que tenemos en “Venezuela, un Estado Social de Derecho y de Justicia”.
@Enriqueprietos
https://www.analitica.com/opinion/el-fin-de-las-medidas/