Los recientes acontecimientos políticos en Venezuela han atraído la atención del mundo entero. La victoria de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia fue un momento decisivo para Venezuela porque expresó la voluntad del pueblo de derrocar al régimen de Maduro, a pesar de los incesantes esfuerzos del régimen por manipular el proceso electoral.
Muchas adhesiones de todas las latitudes han recibido los ganadores indiscutible de las elecciones. Sin embargo, la respuesta de ciertos líderes de izquierda en América Latina, específicamente López Obrador de México, Gustavo Petro de Colombia y Lula da Silva de Brasil, ha sido nada menos que decepcionante.
Estos líderes, que han llegado al poder después de triunfar en procesos electorales en sus países, han mostrado una escandalosa falta de claridad moral en su enfoque de la crisis venezolana. En lugar de reconocer la abrumadora evidencia de la victoria de la oposición, este “Trío” ha propuesto nuevas elecciones, desconociendo el claro y decisivo mandato dado por el pueblo venezolano.
María Corina Machado ha condenado con razón esta propuesta, afirmando que es irrespetuosa a la soberanía pública y es totalmente inadmisible desde el punto de vista ético. La sugerencia de que el proceso se repita hasta que se logre un resultado favorable al régimen de Maduro es una bofetada en la cara del sufrido pueblo venezolano.
Venezuela ha sido rehén durante un cuarto de siglo de una mafia corrupta que ha saqueado el tesoro público de la nación, malversado su riqueza y llevado al país a un estado de pobreza sin precedentes. Esta mafia, atrincherada en el poder, ha desmantelado las instituciones democráticas, aplastado la disidencia y destruido el tejido económico del país. Las repercusiones son evidentes en la privación generalizada, la falta de servicios básicos y el éxodo de millones de venezolanos que huyen de las terribles condiciones.
La hipocresía de este Trio de líderes es evidente. Si bien afirman defender la democracia y la justicia, sus acciones sugieren una voluntad de hacer la vista gorda ante los desmanes que ocurren en Venezuela. La represión, las detenciones, las desapariciones y las muertes son las realidades de la vida bajo el gobierno de Maduro.
Los venezolanos han hecho oír su voz, expresando un deseo casi unánime de libertad, pero estos líderes optan por ignorar la abrumadora evidencia de la ilegitimidad del régimen.
El pueblo está harto de Maduro y exige urgentemente un cambio. Sabemos perfectamente que toda táctica dilatoria juega a favor de la dictadura y en contra del bienestar del pueblo. Por fortuna, María Corina es “un hueso duro de roer” y su coraje, acompañado de su devoción al deber y al honor, será puesto en prueba una y mil veces, si es necesario.
A fin de cuentas, Maduro, en lugar de ser recompensado con un nuevo proceso electoral, debería ser juzgado por sus múltiples crímenes, incluido el insólito fraude del 28 de julio. El momento de la justicia es ahora, y el pueblo venezolano ya no puede darse el lujo de esperar.
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Autor: Alfredo González [VenezuelaUnida.com]
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