En cualquier país de corte liberal todo empresario de cierta talla procura mantener una buena relación con sus gobernantes. Conseguirlo puede redundar en una disposición de las autoridades a favorecer un dialogo útil para ambos lados de la ecuación. En la China de Xi Jinping, el solo disenso de las políticas que emanan de la alta jerarquía tiene un muy alto costo para quienes desarrollan negocios o emprenden iniciativas. El caso de Jack Ma, no es solo ilustrativo, es lapidario.
Ma en sus cortos 54 años ha exhibido una carrera sideral como prominente inversionista y hombre de negocios exitoso, al punto de haber alcanzado un envidiable reconocimiento al ser considerado por la revista Fortune como el segundo en la lista de los líderes más grandes del mundo. Sin duda alguna, Ma es el individuo más rico de la China comunista de lo cual da fe un patrimonio neto que hoy supera los 42.000 millones de dólares.
Una trayectoria tan destacada como la suya en cualquier latitud debe ser motivo de estudio y seguimiento y en China también lo es. Solo que el hombre de marras adolece de ciertas debilidades incompatibles con el modelo abrazado por sus dirigentes cuando se divorcia de los postulados y del estilo de quien detenta en su país un poder omnímodo. Allí, brillar con luz propia es un pecado en sí mismo, pero además el ideario y la filosofía que ha hecho propia como empresario lo convierten en un individuo peligroso. Ma no es solo un ferviente defensor de la libre empresa. Sus notorias inclinaciones filantrópicas a favorecer a comunidades mas pobres en China, África, Australia y Oriente Medio, lo convierten en un político que no puede ser desestimado por el régimen totalitario que gobierna al país.
En su meteórica carrera hubo hitos que llamaron poderosamente la atención de su país sobre sus ejecutorias e hicieron sonar las alarmas. Alibaba se convirtió en una de las compañías de tecnología más valiosas del mundo después de recaudar los $ 25 mil millones, la mayor oferta pública inicial en la historia financiera de los Estados Unidos.
La incomodidad oficial se hizo crítica al percatarse el régimen de la velocidad de crecimiento de lo que llamaban los “rinocerontes grises”, otras empresas chinas que, al igual que Alibaba, se desarrollaban aceleradamente dentro de la globalidad. En ese entonces del año 2017 arrancaron las limitaciones impuestas por los entes reguladores. Solo que la visibilidad de estos gigantes en la escena mundial y la capacidad de Ma de dirigirse de viva voz a calificados foros en el planeta eran un freno para las ansias controlistas de Xi. No fue sino en agosto pasado, cuando Ma hizo conocer los detalles financieros de sus empresas y al mismo tiempo mostró su interés por influenciar la política de su país, que se tomó la decisión en el Partido Comunista de detener el peligro que representaban este tipo de empresas que captan la atención del más humilde de los ciudadanos. Se cuentan por cientos de millones el número de chinos que pagan sus compras a través de Alipay!… Es decir, la población china, en un altísimo porcentaje, carga en su bolsillo un producto creado por el imperio de Ma.
Lo demás es Historia reciente. Un muy bajo perfil le fue impuesto desde Pekín al potentado después de que un incisivo proceso de amedrentamiento se puso en marcha en su contra y el hombre permaneció “desaparecido” por tres meses. Quien fuera en sus inicios un humilde maestro fue puesto de rodillas cuando el régimen totalitario se percató de su fuerza.
Poco importó cuanto estas empresas tecnológicas le han aportado a la China de Xi en los últimos años y cuanto les queda aún por aportar.
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