Primer disparo: la rebelión
No sé si el liderazgo político opositor lea este suelto, más bien, no sé si el liderazgo político lea. No lo expreso con sorna porque crea que hay ignorancia entre ellos (no la hay), lo expreso porque estimo que las circunstancias, la tribulación y el caos se los impide. Me gustaría que lo leyeran, no se los enviaré personalmente porque me parece pedante forzar a alguien a leer lo que uno escribe, espero que las redes hagan su trabajo. Si amerita que lo hagan.
Si lo leen o no los líderes políticos podría ser intrascendental, en cambio si tú lo lees, lo reflexionas y lo compartes no lo sería. Me preguntan mucho por mi tesis de la rebelión popular total.
Discierno sobre ella.
Segundo disparo: el despertar
Estudié en la Universidad Católica. Ni fui un estudiante ejemplar, ni me interesó jamás la academia, ni participé en política universitaria. Fui siempre un rebelde sin causa, un romántico sin cuartel: un bon vivant. Leí con fruición a Voltaire, Cortázar, Borges, Baudelaire y Paz (siempre Paz) en clase. Iba al cine (Cinemateca, Ateneo, Centro Plaza, cine Prensa, etc.) a diario. Me fascinaba el teatro y los conciertos de música clásica en el Teresa Carreño, iba a casi todos. Me escapaba frecuentemente al mar y volaba un día sí y otro también parapente. Siempre enamorado.
Mi vida transcurría entre el amor y el arte, por ello quizá intenté edificar en mí un puente entre ambas fascinaciones humanas a través de la poesía. Y escribía metáforas, intentaba hacerlo.
Desperté el 4 de febrero de 1992.
Tercer disparo: el asesino
Aquella madrugada transitaba con mi hermano por la autopista entre la Floresta y La Carlota cuando notamos unas diminutas luces de bengala roja frente a nosotros, bajamos el vidrio de nuestro vehículo y escuchamos el estruendo de guerra. Segundos después el Toyota Corolla que circulaba frente a nosotros era acribillado y vimos derrumbarse en el suelo a su conductor cuando trataba de huir. Un impresionante charco de sangre brotó de él. Escuchamos su último grito mortal.
“¿Qué coño de madre es esto?”, nos preguntamos. Lo supimos luego, era un insospechado e impensable golpe de Estado. El país y su “sólida” democracia era acribillada.
El asesino en serie Hugo Chávez aparecía.
Cuarto disparo: el genocidio
Un criminal golpe militar iniciaba una nueva era de infamia que si no hubiese sido por el irresponsable sobreseimiento de Rafael Caldera la situación no habría llegado jamás a los niveles de ruina y genocidio que hoy vivimos. Con el tiempo, Chávez, como sí advirtió Carlos Andrés Pérez, una vez que llegó al poder instaló la tiranía más feroz y agobiante que henos padecido jamás en Las Américas, fue lo que siempre fue: un asesino.
Él y la manada de criminales que lo acompañaban (Maduro, Cabello, Rodríguez, Saab, Flores, Varela, entre otros) no hicieron nada que no fuera previsible: destruir al país.
Historia genocida padecida por ti, por mí, por Venezuela.
Quinto disparo: la protesta
Así como se robaron todo, obviamente se robaron las instituciones, las elecciones, la democracia. La bandida hiena Jorge Rodríguez, sinuosa como es, orquestó el asalto con una sonrisa. Las concesiones, los diálogos, las protestas no han funcionado ni funcionarán porque se han hecho de manera aislada, las veces que se han unido esfuerzos hemos triunfado (11 de abril, 2 de diciembre). La protesta tiene que ser nacional, masiva y a un tiempo, por el todo.
Usando todas las fuerzas e instrumentos posibles, una rebelión popular total nos llevará a la libertad. Sin disimulo, en la calle, en todas partes, a coñazo limpio hasta ser libres.
Respondiendo, obviamente, con legítima defensa a la violencia con violencia.
Sexto disparo: la libertad
De la tiranía sólo podremos salir si el liderazgo político opositor actúa con conciencia histórica, madurez política y muchísima determinación. Hemos fallado –me incluyo–, no hemos derrocado a los tiranos, tenemos una deuda moral con las generaciones futuras. Unos más, otros menos, la tenemos. La desgracia chavista no debió suceder jamás. Bolívar, Sucre, Páez, Betancourt (contra Fidel Castro), usaron la fuerza por ese bella palabra que es Venezuela, para consolidar su libertad.
Si millones de Bolívares, Sucres, Páeces y Betancourts, ¡millones!, salimos a las calles y enfrentamos a los cien criminales chavistas –¡sí, cien!– que nos tienen arruinados, los militares no nos masacrarán. La historia no se equivoca.
Somos mayoría, tenemos la razón histórica, nos están masacrando, hay que actuar con determinación y conciencia histórica. La salida es la rebelión popular total. Lo demás es perennizar el genocidio. Pregúntale al liderazgo opositor.
¿La están organizando?
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