Cuando Antonio José de Sucre Alcalá llegó a este mundo, lo hizo un 3 de febrero de 1795, en aquella Cumaná distinguida por su portentoso Convento de San Francisco. De Antonio José comentan que al igual de Bolívar, fue un niño de una familia de abolengo, pero casi igual al libertador a los siete años de edad perdió a sus padres, Vicente de Sucre, militar español y María Manuela Alcalá.
Nos cuenta Daniel Florencio O’Leary, en su andar con Sucre por tierras de Ayacucho, que el Cumanes le pareció el mejor general de Colombia. Tenía bravura personal, y era infatigable. Hacía todo él mismo, escribía su propia correspondencia, examinaba cada cosa, conducía el espionaje, hacía reconocimientos, visitaba día y noche las avanzadas, examinaba incluso las raciones que se daban a la tropa.
Sucre se afanaba por escribir todo lo que soñaba y convertía en realidad. En su libro “De mi propia mano” veremos cómo en su corta, pero intensa vida, va desde cadete en 1808 hasta General en jefe. Comandante General y Gran Mariscal en 1824, incluyendo ministro de Marina y Guerra en 1820. Fue Gobernador de la antigua Guayana y comandante General del Bajo Orinoco en 1817 hasta presidente de la República de Bolivia en 1826.
Volviendo con el Edecán de Bolívar. O’Leary decía: “Sucre era un hombre muy vanidoso, pero tenía razones para serlo. Era superior a la mayor parte de los hombres públicos que conocí en América. En sus principios era liberal, pero no republicano”.
En el poder legislativo Sucre fue Diputado en 1819. Senador por el Departamento de Orinoco en 1822, y Presidente del Congreso Grancolombiano en 1830. En la diplomacia, fue Comisionado para concertar el Armisticio y el Tratado de Regularización de la Guerra en 1820. Llevó facultades totales diplomáticas y de fuerza de Colombia al Perú en 1823, y se le expidió credencial amplia para tratar con los gobiernos de Chile y Buenos Aires.
O’Leary cuenta que las últimas palabras que Sucre le dijo a él fueron: «Dígale al Libertador que concentre todas las tropas de que pueda disponer y que no permita que nadie le imponga nada. Dígale que ahora es el momento de salvar al país, y que si él piensa que la forma monárquica es la que requiere Colombia, que lo diga y que no le faltarán hombres que lo apoyen”.
En este aniversario de su nacimiento, debemos recordar la vida de este insigne Cumanes, reivindicando no sólo el patriotismo de nuestros libertadores. Hoy más que nunca habrá que insistir en el llamado a construir el futuro de la patria buena, forjada con los valores de ciudadanía, democracia, paz, conciliación, independencia y libertad, traídos a estas tierras por venezolanos como Antonio José de Sucre.
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