De Petare a La Guaira, el manto del miedo silencia el canto de libertad

En Catia los colectivos tomaron las calles

Ángel* tiene toda su vida arraigada en el barrio José Félix Ribas de Petare, una zona popular al este de Caracas. La mañana del jueves 9 de enero, se levantó aún con el cansancio de unas horas de sueño interrumpidas por la tensión y la incertidumbre.

Este joven de 29 años, con el deseo de participar en la movilización convocada por María Corina Machado, se ve asaltado por el miedo a ser detenido por las fuerzas de seguridad, leales a Nicolás Maduro, sin embargo al igual que el 29 de julio, se movilizará para respaldar a la líder opositora. 

A las 9 de la mañana, Ángel revisa su teléfono inteligente con insistencia, buscando actualizaciones. El joven no saldrá solo a la manifestación; algunos vecinos se unirán a él, pero todos permanecen atentos a los puntos de concentración de la oposición en Caracas. 

El oficialismo ha instalado tarimas en la calle Élice de Chacao, en la plaza Francia de Altamira y en el distribuidor Santa Fe, vigilando cada movimiento, estos eran puntos de concentración convocados por Machado. 

«Espero que la gente empiece a concentrarse para que después podamos bajar juntos desde Petare», dice Ángel. Cuenta con nostalgia como surgió la marcha espontánea del 29 de julio, consciente de que iniciar una manifestación en Petare no será tan sencillo esta vez.

A pesar del miedo que suscita la posibilidad de una severa represión, Ángel y sus vecinos encuentran en la protesta una motivación poderosa. Lo que los impulsa a salir a las calles este 9 de enero es el respeto por la voluntad popular expresada en las urnas. «Todos saben que Edmundo González ganó, incluso los militares lo vivieron. En mi barrio ganó, y en los barrios de mis amigos también; quiero que eso se respete», manifiesta Ángel con firmeza.

Sin embargo, su participación en la marcha no solo busca validar los resultados electorales. También es una protesta por la libertad de los presos políticos del país, especialmente aquellos detenidos desde el 29 de julio por manifestarse contra los resultados de las elecciones.

“Yo creo que hoy debería ser un día de inicio de ese movimiento popular, desde hoy se inicia ese sentir del cambio de Venezuela, capáz no sea un día de, porque creo que si algo sucederá no tendrá fecha específica, pero es importante ratificar el compromiso con el cambio en el país”, aseveró Angel. 

El ímpetu de Ángel es compartido por los miles de venezolanos que hoy salieron a las calles, pese a que el miedo y la incertidumbre son constantes compañeros de quienes siempre se han movilizado para apoyar a la oposición en Caracas.

Tengo miedo de salir 

Mariangel*, madre y habitual participante en las manifestaciones opositoras, vive en la calle que conduce al Polideportivo Mesuca en Petare. Este 9 de enero, siente un palpable temor de que la represión pueda ser aún más intensa.

La mujer, de 46 años, observa desde su hogar cómo las calles hacia la redoma de Petare, normalmente bulliciosas, están hoy atípicamente vacías. Grupos oficialistas han ocupado la zona, intentando bloquear el avance de los manifestantes opositores.

Hoy pocas personas han bajando hacia la redoma, vivo en una calle principal donde cada mañana bajan de todos los barrios, gran cantidad. A mis hijo, por ejemplo, les dijeron que no trabajarán ni hoy ni mañana. Trabajan en La Urbina”, indica. 

El miércoles, 8 de enero, mientras se encontraba en la redoma, Mariangel vio muchísimas personas comprando enlatados por cajas y grandes bultos de comida. Desde ayer, el Gran Muro de Petare ha sido escenario de un despliegue significativo de policías y una cantidad inusual de motorizados recibiendo instrucciones.

La decisión de participar en la protesta no es fácil. Mariangel, asistió a las manifestaciones postelectorales que iniciaron desde Petare, el 29 de julio de 2024, pero los recuerdos de la represión de esos días se convirtieron en miedos y ataques de pánico recurrentes para esta madre que salió con sus dos hijos.

La mujer manifestó que saber de las detenciones y el destino de los jóvenes arrestados la mantuvieron despierta por las noches, temiendo que en cualquier momento pudieran buscarlos a ellos también.

Durante tres meses, su bienestar estuvo profundamente afectado. Aún hoy, las noticias sobre las condiciones de los detenidos le provocan malestar. 

A pesar de ello, siente que es imperativo salir a las calles. La determinación y el liderazgo de María Corina Machado son convincentes, pero el temor a la represión sigue siendo una sombra constante.

Los colectivos y el miedo del catiense

En el otro extremo de Caracas, en la parroquia Sucre de Catia, vive Rosangela*, una joven de 28 años que nunca había presenciado un espectáculo tan audaz: miles de manifestantes opositores saliendo sin miedo a protestar en una área dominada por el chavismo y los colectivos armados. Nunca imaginó ver cómo el 29 de julio, estas personas bloqueaban la avenida Sucre, a pocos metros del Palacio de Miraflores, en reclamo de los resultados electorales del día anterior. 

Rosangela, quien residió en Argentina, retornó a Venezuela con planes de emigrar nuevamente. Decidió quedarse más tiempo para participar en las elecciones, pero la idea de unirse a la marcha del 9 de enero la llenaba de dudas.

La posibilidad de ser detenida o de que algo le ocurriera, dejaría a su pequeño hijo sin su cuidado, un riesgo que no estaba dispuesta a asumir a la ligera.

“Entiendo lo importante que es ir a marchar porque ya nosotros decidimos votar por un cambio y somos la mayoría, pero yo vi muchos videos en redes sociales que me atemorizaban como por ejemplo los colectivos dando vueltas con armas y encapuchados”, dice la habitante de la avenida Sucre de Catia. 

Esta mañana, al despertar, Rosangela revisó su teléfono para enterarse de lo que sucedía en otros sectores de Caracas. Comentó que en su zona, todo estaba bajo control, ya que el gobierno había desplegado centenares de motorizados con el propósito de intimidar a cualquier posible manifestante. L

Una fotografía compartida por un medio de comunicación en la red social X, donde se veían cientos de motorizados chavistas con pasamontañas negros, la llenó de temor. «Me entristece no poder salir a manifestar, pero el miedo me paraliza. Ojalá pronto tengamos libertad», dijo con resignación.

La intimidación silenció a Vargas

Tania* es una residente de Montesano, una comunidad popular en la parroquia Carlos Soublette, estado Vargas. Tradicionalmente, el chavismo había dominado las elecciones en esta región, pero esto empezó a cambiar desde las elecciones parlamentarias de 2015.

El 28 de julio, esta joven de 27 años y madre de un niño, se encontraba frente a su centro de votación, la escuela Alberto Ravell. Allí, junto a cientos de vecinos, aguardó ansiosamente los resultados que revelaron una victoria aplastante para el candidato opositor.

Tania, temiendo que el Consejo Nacional Electoral (CNE) manipulara los resultados, decidió irse a casa a esperar el primer boletín oficial. Al oírlo, lloró, se sintió abrumada por la derrota y la decepción, y se acostó a dormir como pudo.

Al despertar al día siguiente, los sonidos de cacerolazos resonando por el mediodía la impulsaron a salir a la avenida principal de Montesano para expresar su descontento, uniéndose a miles de varguenses. Sin embargo, hoy la movilización es imposible debido a la militarización y la presencia masiva de funcionarios en las calles de Vargas.

«Yo quería ir a manifestar con mi mamá y mi hermano, como lo hicimos el 29, pero me da mucho miedo. Además, no hay puntos de concentración porque este estado es muy pequeño y el gobierno ha tomado todas las medidas para impedir cualquier protesta», expresó Tania.

La noche del 29 de julio, la represión en Vargas fue brutal; cientos de personas, incluyendo adolescentes, fueron detenidas. Algunos aún permanecen en prisión, mientras otros han sido liberados.

«Me da miedo estar presa, pero esto tiene que cambiar; nosotros hemos decidido de la manera más pacífica del mundo», concluyó Tania.

*Los nombres de las personas que aportaron sus testimonios fueron resguardados por medidas de seguridad.

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