De la estupidez, se ha escrito harto. No tanto de la desesperación. Tan obvio contraste, no sólo lo justifica la preferencia de algunos por indagar la estupidez como comportamiento. Aunque también podría explicarse al advertir que los estúpidos superan en cantidad a los desesperados. Es porque muchos desesperados fallecen temprano, dado los problemas que la propia desesperación ocasiona.
Sin embargo, se dice que la desesperación suele ser controlable. Pero la estupidez, no. Esta se desarrolla a la misma velocidad que la evolución cronológica del individuo. O sea, a más edad, más estúpido se puede ser. No obstante hay quienes afirman que la estupidez es inversamente proporcional a la intelectualidad alcanzada. Es decir, mientras menos inteligencia exhiba una persona, más estupidez pudiera manifestar.
La estupidez ha sido estudiada en virtud de sus consecuencias. Pero principalmente, como catalizadora de la historia del hombre. De esa forma, Dietrich Bonhoeffer, pastor cristiano de origen polaco, quien padeció del escarnio nazi por sus convicciones religiosas, fijó su atención a dicho comportamiento. Sus referencias o ideas trazadas a ese respecto, son conocidas como la “Teoría de la estupidez”.
Bonhoeffer dedujo que la causa de tanta distorsión moral en la conducta humana, no era la maldad. Tampoco, la envidia. Era estupidez. Asentía que era más peligrosa que cualquier otra desviación del comportamiento humano. Quizás, porque advirtió que la estupidez puede disimularse sin levantar sospecha de padecerla. Al contrario que la desesperación. Esta no puede ocultarse debido a lo fácilmente perceptible que es.
Diferencia entre el desesperado y el estúpido
El estúpido no reconoce cargar dicho problema. El desesperado, acepta su condición. Además, la justifica. Por eso el desesperado, actúa sin temor a verse descubierto en su malestar. Situación que refleja a través del enfado, enojo o arrebato de sentimientos que puede comportar en cualquier momento. Mientras que el estúpido, sabe conducirse en casi toda situación. El estúpido busca ganar el espacio que luego aprovechará en su beneficio. Por eso el estúpido actúa de manera agazapada.
Cabe además reconocer que la estupidez no es un defecto congénito. Posiblemente se hereda. Pero generalmente, se adquiere luego de verse atacado por la desesperación causada por alguna desesperanza, decepción o exceso de confianza.
De ahí que el ejercicio de la política, cunde de estupidez al politiquero. Y lo hace muy rápidamente. Acá podría deducirse que “la estupidez es al poder, como la testarudez a la ignorancia”.
El problema en la perspectiva de la política
La situación que este problema de grotescas dimensiones causa, no lo caracteriza sólo el riesgo que corren los politiqueros sedientos de poder. La situación igualmente afecta a los seguidores y aduladores de tantos politiqueros embarrados de innegable estupidez.
Es tan marcado este problema, que un grueso porcentaje de furibundos, ilusos y obstinados fanáticos de sonados politiqueros embriagados de estupidez, caen en la trampa caza-estúpidos que otros estúpidos colocan.
En consecuencia, los subordinados de estos politiqueros de oficio comienzan a vivir de miserias que, como dádivas, son ofrecidas como regalo del Cielo. Sin entender que tan brutal humillación los convierte en estúpidos de la misma calaña. Aunque de menor talla. Por eso, los estúpidos constituyen una inflada comunidad.
No hay duda de que el poder en alianza (estratégica) con la estupidez, envenenan una realidad de crisis, confusiones y afectaciones. Todas, difíciles de revertir. Por eso, las situación se agravan por la incidencia de estúpidos quienes creyéndose cerca del conocimiento, presumen dar con la solución a problemas de peligrosa representación.
Frente a esta situación que embarga infinitas realidades, no cabe negar que la desesperación precede a la estupidez. El desesperado no sabe esperar. Por tanto, no distingue las puertas que dan a las salidas que ofrece la realidad. El estúpido es resignado y espera su momento.
El desesperado en las garras de la estupidez
Cuando el desesperado intuye que la desesperación acentúa su agonía, opta por buscar la salida más inmediata. Pero no la ve. Precisamente, su apuro por escapar no le permite dar con la ruta de escape. Ahí las emociones desbordan su capacidad de discernimiento. Y entonces, confunde la realidad que tiene ante sí. Y es, precisamente la causa que lo hace caer en la estupidez. Sobre todo si cree haber hallado la salida a su desespero. Pero lejos de salir, la circunstancia lo empuja al terreno de la estupidez.
Mientras más profunda es la desesperación, más rápido es atrapado por la estupidez. Acá, la persona queda sin capacidad de decisión. Pasa a depender de estupideces externas convencido de hallar comodidad en la rutina. Es tristemente el tránsito que padece toda persona cuando por obstinado o cualquier problema que constriña libertades, derechos , valores o sentimientos, sin darse mayor cuenta pasa de la desesperación a la estupidez.
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