A despecho de toda consideración política por los incumplimientos que caracterizan a nuestros líderes latinoamericanos, se adelantan en Caracas, cuna del creador de la Gran Colombia, Libertador Simón Bolívar, las negociaciones de paz gobierno colombiano-guerrilla ELN, en presencia de países garantes de los acuerdos a los cuales pudieran arribarse en el contexto sobre: la construcción de una nación en paz y equidad, así como en transformaciones para los asuntos sociales y ambientales, para lo cual han sido invitados, además, algunos países de la CE, así como otros latinoamericanos y EEUU, incluso.
Indudabablemente, por los nexos de Nicolás Maduro con el ELN, grupo que le ha concretado una lealtad absoluta, Caracas a cuenta del erario –renta petrolera- está aportando su cuota parte en el proceso de referencia, aunque sin expectativa alguna de que ese grupo desaloje cerca de unos 40 municipios en nuestro territorio, incluidos los de las áreas de minería ilegal, aparte de unas ocho entidades federales, en donde por intereses propios de funcionarios del gobierno, incluidos los del mismo presidente Maduro, se hallan insertos, junto con iraníes, a objeto de avanzar ante una supuesta guerra asimétrica con EEUU. Pero, Según investigaciones de Insight Crime, se trata de una relación “simbiótica” comprometedora, inexorablemente, para ambas naciones.
Por tanto, en virtud de las consideraciones expuestas, aun con la asistencia de países garantes de los acuerdos, las expectativas colombo-venezolanas de lograrse un acuerdo de paz tal vez podrían tornarse algo remotas porque se trata de un grupo radicalísimo (fundamentalista) en sus objetivos a cualquier precio y/o circunstancias, pues los intereses del narcomunismo y sus afectos parecieran, sin apología, algo imbatibles, ante la imprecisión notoria de EEUU para refrenar tales ambiciones, en detrimento de todo un continente que sucumbe ante la miseria suspiciosa del Foro de Sao Paulo y sus adláteres, ahora proyectados sobre la base de los ingresos petroleros venezolanos en un país donde sus habitantes deben enfrentar, a todo trance, las deficiencias incuestionables de los servicios públicos, al extremo de emigrar en busca de opciones halagüeñas, mientras el régimen se vanagloria de una supuesta eficiencia y atribuye a un enemigo imaginario todos sus desaciertos.
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