Es más que sabido y sufrido el odio, el miedo cerval de los autócratas a la inteligencia y a la  confrontación con el conocimiento. De allí el desdén hacia el proceso educativo en general y en particular a la universidad. Intuyen, y no les falta razón, que de ella dimana la fuente de la resistencia al autoritarismo, al pensamiento único; donde la confrontación, a la que tanto temen, es poderoso nutriente de la democracia en libertad que hace posible el desarrollo integral de la sociedad, mediante la innovación e implantación de modelos para el aprendizaje, el trabajo y el comportamiento en sociedad.

Nuestra universidad, a pesar de no gozar de simpatía alguna de los incontables gobiernos autocráticos que ha padecido Venezuela, ha sido si no bien querida por lo menos medio respetada y tenida bajo vigilancia por las dictaduras desarrollistas, con todo y haber sido lideradas por verdaderos chafarotes. Nombraron autoridades (no existía la autonomía) por lo general escogidas entre profesionales con amplia experiencia docente y ciudadanos de reconocida solvencia moral.

Una vez instaurada la democracia sobrevino un cambio cualitativo, signado por la libertad de cátedra, administrativa y funcional respetada por los gobiernos profesantes del sistema. Pero en los años 60 del Siglo XX se tensaron las relaciones. Activistas de la juventud izquierdosa, militantes en el Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, incluidos profesores y algunos rectores que los alcahuetearon y hasta entusiasmaron, optaron por la violencia política, usando a modo de guarímbas y depósitos de armamento para la guerra, los edificios de Residencia Estudiantil. Por supuesto que la fuerza pública actuó con la finalidad de controlar a quienes disparaban a discreción contra policías y viandantes. Pero nunca se planteó despojarla de su autonomía utilizando las malas artes de la estrangulación económica. Entre manifestaciones violentas, disparos, heridos y muertos, la institución universitaria continuó autogobernándose.

De manera que para quienes vivimos de cerca el proceso histórico de la época, los argumentos de quienes pretenden desdibujar la realidad de la universidad democrática mediante un cuadro donde se la expone como una organización oligárquica, excluyente y exclusivista, son tan falsos como la vocación democrática de los socialcomunistas del Siglo XXI que desgobiernan el país.

No es preciso abrir la carpeta donde reposan incontables informes donde se denuncian la agresión económica utilizada por el gobierno Socialcomunista del Siglo XXI, encabezado por Nicolás Maduro, con la finalidad de quebrar la voluntad democrática y autonómica de la universidad, palpable en la criminal reducción presupuestaria a la que la han sometido y el consecuente deterioro que hoy presenta, tanto en su planta física como en el equipamiento y el despoblamiento del personal académico, administrativo, obrero y estudiantil, que presagia un incierto porvenir para la nación venezolana.

Pero como señalo en las líneas iniciales, el miedo y el odio cerval que el  gobernante socialcomunista siente por la academia son tan inmensos que, asumiendo su condición de burdégano, en noche lóbrega como su conciencia criminal, irrumpió en los predios de la UCV, lanzando coces, contaminando los espacios abiertos, mancillando las aulas donde mora la inteligentia y violando la autonomía consagrada en la ley, al nombrar en cargos de dirección a personas sin vinculación con la academia y fracasadas en otras áreas de la administración pública.

Lo que el feliz ignorante ignora en su oceánica ignorancia, es que la UNIVERSIDAD, ese reservorio del saber, del humanismo, de la libertad y la democracia, ha salido victoriosa en cuanto combate ha sostenido contra burdéganos, porque es LA CASA QUE VENCE LA SOMBRA.       

https://www.analitica.com/opinion/asesinos-del-futuro/

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