La recuperación económica era un hecho incontrovertible. Era verdad que su proclamación durante el primer semestre del año 2022 cuando Nicolás Maduro debía en el siguiente semestre llegar a la edad procera del club de los sexagenarios, no había sido sino una fantasía publicitada por el gobierno, que tomaba la comodidad para acceder a ciertos bienes por parte de la alta y media alta burguesía generada por la creación de “bodegones”, como señal inequívoca de la recuperación económica.
La invitación formulada por el usurpador a los sectores pudientes de la sociedad para que invirtieran en esas empresas que otrora fueran modelos de eficiencia en el suministro de sus bienes y servicios a lo ancho y largo de Venezuela, no había caído en oídos sordos. La condición de la mayoría de ellas, empezando por la luz y el teléfono, que gozaban además de un respetable monopolio, a pesar de los celulares, había calado hondamente hasta generar la automática réplica a quienes cuestionaran la falsedad del mensaje de la recuperación económica: “no podemos permitir que la intolerancia política, frustre una posibilidad clara de rescatar la economía”.
Una publicidad bien orquestada por el gobierno, encontraba eco en las voces de quienes podían verse a sí mismos, como los reconstructores de la Venezuela pos-chavista. En realidad, no tengo claro, si efectivamente se apuntaba a una reconstrucción económica, o a aprovechar la oportunidad de la oferta del gobierno, aunque fuese por un tiempo limitado, puesto que el mensaje del socialismo y el anticapitalismo seguía llenando los espacios publicitarios del gobierno.
Lo que si se pudo percibir fue cómo las voces responsabilizando a las “sanciones” de la crisis económica, aunque ésta ya se había generado mucho antes de que se establecieran las “sanciones”, cuando en tiempos del propio Chávez un mil bolívares fueron convertidos en un bolívar (al que llamaron fuerte) y luego esos que ya eran fuertes, fueron convertidos cien mil de ellos en uno llamado soberano. No vale la pena mencionar la nueva conversión de un millón en uno, porque no faltaría quien señalara que era el efecto de las sanciones.
Lo que si resultó como consecuencia de la recuperación económica, aunque su andar fuera lento, fue que el usurpador ganó las elecciones del año 1924, porque la “recuperación de la economía” se convirtió en algo ya logrado, no tuvo ni siquiera que pasar por la fórmula de la “esperanza” que en la visión del pueblo acompañó a la reelección de CAP en 1988 que traería de vuelta a la Gran Venezuela y al “ta barato dame dos”. Ya, la aceptación de la invitación a invertir de nuevo en las empresas que dejarían de ser estatales para reconvertirse en privadas, había operado la magia de hacer de la economía venezolana de nuevo la potencia que se proclamaba durante los cuarenta años de gobiernos civiles.
Lo que también resultó no como consecuencia de la recuperación económica que seguía estando por lograrse, sino como consecuencia del resultado de las elecciones que le daban al usurpador un argumento para solicitar otro apodo, que nos revelara que siendo él la encarnación del alacrán le importaba muy poco el hundimiento de esa rana que llaman la economía, por lo que aun estando en la más procelosa de las aguas no vacilaría en inyectarle el veneno para que se hundiera aunque eso significara que no hay sino un solo poder, el poder político.
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