Todo indica que la negociación entre el interinato y el régimen de facto con la mediación del gobierno de Noruega va a ocurrir en cualquier momento. Según fuentes cercanas, es cuestión de semanas y de la escogencia del sitio de encuentro para que los miembros de la comisión negociadora inicien las reuniones.
Por cierto, los integrantes son en su mayoría los mismos que participaron en los anteriores diálogos de Barbados, en 2019. Sobre todo, por el lado de Nicolás Maduro, quien vuelve a dejar por fuera una parte de la organización criminal transnacional, la facción de Diosdado Cabello –capitanea el ala no procubana del chavismo– y la de Vladimir Padrino López –cabecilla del componente militar que sostiene al sucesor de Chávez y representa los intereses de Rusia–. En el caso del gobierno interino, reconocido por más de 50 países democráticos, asisten también varios integrantes que ya habían participado en el Mecanismo de Oslo.
Al ser entonces los equipos negociadores y el mediador los mismos, se puede inferir que el resultado será el mismo: un rotundo fracaso.
La última vez, en Barbados, el régimen de facto “se paró de la mesa sin argumentos sólidos”. Maduro utilizó entonces la excusa de las sanciones económicas estadounidenses contra su régimen. Gerardo Blyde –en aquel momento delegado del gobierno de Juan Guaidó y que repite en esta oportunidad– declaró al portal de noticias Infobae que los factores de poder dentro de la organización criminal transnacional no lograron llegar a un consenso en temas de fondo como (…) la convocatoria a elecciones libres y competitivas y la reinstitucionalización de los poderes públicos.
Sabemos que los incentivos para que el régimen usurpador negocie una salida a la crisis de gobernabilidad en Venezuela son bajos. Además, entendemos que los actuales negociadores han fracasado en la consecución de acuerdos porque la regla de oro ha sido: “Nada se considera acordado hasta que todo esté acordado”. Algo que permite deshacer el Mecanismo de Oslo fácilmente, sin consecuencia para las partes negociadoras.
De hecho, después del fracaso de Barbados, la organización criminal transnacional siguió con sus acciones ilegítimas, como fueron las parlamentarias de 2020. Después, la Asamblea Nacional resultante nombró el actual órgano rector electoral (CNE) para que sea el árbitro que le permite restituir la legitimidad requerida para seguir en el poder.
Tomando en cuenta esta situación, lo primero que se debe acordar en la próxima reunión es el ALTO (así, en mayúsculas, para que entiendan) a cualquier proceso electoral mientras duren las negociaciones, como ocurre en la guerra, un alto el fuego mientras se negocia la paz.
Lo contrario introducirá ruido y chantaje al proceso negociador de Noruega. Además, las elecciones son parte de los acuerdos que hay que alcanzar porque los comicios presidenciales de 2018 dieron origen al reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela por la administración estadounidense y otros 50 gobiernos democráticos.
Actualmente, está corriendo el cronograma electoral de las megaelecciones de gobernadores y alcaldes para el próximo 21 de noviembre.
Dentro de 2 meses y durante 21 días deberá realizarse la postulación de los candidatos. Esto coloca a los dirigentes de los partidos políticos de la oposición en el dilema de inscribirlos. Una decisión difícil porque si el régimen usurpador le da una patada a la mesa –como lo ha hecho hasta ahora– a principios de septiembre, las fuerzas democráticas tendrán que decidir si participan o no en los comicios regionales y de alcaldes.
En ese momento, los candidatos del gobierno interino inscritos podrían tomar la decisión unilateral de seguir participando en las elecciones, debilitando la legitimidad de Guaidó ante la comunidad internacional que lo reconoce.
Por ello, es importante declarar un ALTO a cualquier proceso electoral durante las negociaciones. Si la contraparte negociadora no lo acepta es porque no está comprometida con el Mecanismo de Oslo. Lo que busca es destruir el reconocimiento al interinato para seguir sometiendo al pueblo venezolano y perpetuarse en el poder.
Si el mediador determina que los principales motivos por los que fracasa la nueva negociación son causados por el régimen usurpador, Estados Unidos y la Unión Europea tomarán medidas más fuertes en contra de Maduro y compañía, es decir, reforzarán las sanciones a todo el conglomerado criminal.
Por otro lado, el casi seguro triunfo de Pedro Castillo en Perú debe estar animando a la organización criminal transnacional a no negociar porque tiene un nuevo aliado en la región, que jugará como Alberto Fernández de Argentina, quien el pasado 26 de mayo retiró la acusación contra el régimen de Maduro de la Corte Penal Internacional.
En consecuencia, el ALTO electoral es vital para que el diálogo comience con buen pie. Si no es así, prepararse para el fracaso del Mecanismo de Oslo otra vez, no sin antes Estados Unidos y Europa hayan evaluado medidas de presión que obliguen a Maduro y sus cómplices a repensar una posición intransigente, una que les impediría recobrar la libertad de acción que tanto ansían y profundizaría aún más la crisis que hay en el país por la que hoy tienen 80% de rechazo de la población.
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