“Maqroll abrió las páginas de la Vida de san Francisco de Asís y se concentró durante varias horas en esa lectura que aliviaba sus pesares con eficacia.” Álvaro, Mutis, Siete novelas, Un bel morir, Colombia, Alfaguara, 1997, p. 237
En las novelas de Álvaro Mutis estamos ante un tiempo cíclico con reminiscencias míticas. Sus personajes, Gaviero Maqroll, Abdul Bashur, el pintor Alejandro Obregón, Eulogio, doña Empara, el Zuro, Amparo María, Flor Estévez, Ilona.., van tejiendo un tapiz de ecos tan lejanos como las 1001 noches, o la lucha de un Teseo selvático atrapado en los laberintos de minas de oro, donde se tendrá que enfrentar al tenebroso reino de la muerte. Maqroll el Gaviero y Abdul Bashur recuerdan, a pesar de su lejanía, a Simbad y la secuencia no lineal de sus relatos, donde cada aventurada navegación ilustra una enseñanza del Corán y por tanto del vivir en la civilizaciones islámica. Las reflexiones y diálogos de los personajes expresan una sabiduría sobre el existir, que sólo se adquiere al aceptar el reto del devenir cara a cara. Esto no los recuerda Álvaro Mutis en uno de los diálogos de Maqroll el Gaviero con el pintor Alejandro Obregón:
“Mire, con el arco iris y con todo ese cuento hay que hacer lo que yo hice hace muchos años con una bandada de alcatraces que venían en formación volando muy bajo. Creo que ya se lo conté.. Estaba en la playa cuando los vi venir. Dibujé con un palo una flecha enorme en la arena, que apuntaba en dirección contraria a la que traían los bichos. Cuando vieron la flecha se volvieron como tembos;… y se largaron en la dirección que indicaba la flecha que hice en la arena o sea la contraria a la que traían.”
La pintura al igual que la palabra tienen el poder de evocación mágica que nos lanza al poder transformador del chamán y el profeta, sentido que el escritor recupera. No por azar el dios bíblico como los dioses Tupi-guaraní, entre otros tantos, crearon el cosmos a partir de la palabra, develando su función cosmogónica. Este sentido creador y transformador se expresa en el Quijote, pues qué o quién era ese triste hidalgo de la Mancha antes de sumergirse en los libros de aventuras de caballería sin otra ambición que ser desgarrado por el tiempo y la muerte.
La atmósfera oriental y mediterránea en que nos sumerge A. Mutis, impregnan sus obras de un clima misterioso. Es este un recurso que nos permite escapar a esa falsa certeza sobre la que se erige la civilización occidental, transmitiendo un clima de incertidumbre alejado del neopositivismo. Su narrativa nos recuerda la estructura de las 1001 Noches y la ciclicidad del tiempo y espacio mítico. Estamos ante entramados de historias que se utilizan como puentes comunicantes. Abre relatos a partir de otros relatos; remitiéndonos al tiempo cíclico, recurso usada por Scherezada para salvar su vida. Nuevas ventanas temporales se abren por la constante referencia a otros libros o historias como el Quijote, biografías de personajes históricos, memorias, o de santos que nos van develando los sentidos de la literatura y de la imaginación creadora. En esta saga, las ventanas a diversos tiempos y espacios van más allá de crear otros planos, transmiten una densidad filosófica y una sincronicidad que trastorna la noción de causalidad; lo cual se evidencia en las continuas reflexiones que proyectan los personajes:
“La vida se nos viene encima como bestia ciega. Se traga el tiempo, los años de nuestra existencia, pasa como un tifón y nada nos dejan …Dormimos juntos y, en esa noche de adiós a mis días de minero, me abracé al firme cuerpo de la Regidora con la gozosa desesperación de los vencidos que saben que la única victoria es la de los sentidos en el efímero pero cierto combate del placer..”
El eterno femenino en sus diversos rostros de sacerdotisa, amante, Gran Madre, sibila, erinia vengadora.., se hacen presentes. La palabra crea espacios ceremoniales, que recuerdan la sacralidad de la mujer, de la vida y del amor, tal como nos recuerda Amparo María al presentarse ante el Gaviero, como sacerdotisa de un antiguo culto silvestre:
“Llevaba un largo delantal blanco que le daba un aire de sacerdotisa, al que contribuían las tijeras de podar que tenía en la mano[…] y se internó en la plantación, guiado por la muchacha que sonreía con la misma malicia de las estatuillas etruscas… Entró en ella en un acto que sentía como sagrado.
Alejado está el autor de crear tramas centradas en un dualismo moral, para justificar el status quo. El bien y el mal no se nos presentan como realidades opuestas como ha querido plantear toda una tradición de raíz Maniquea, heredada por el judeo-cristianismo, y que desafortunadamente arrastramos hasta hoy.
El escritor nos demuestra que aún en la era del ciberespacio y de la alta tecnología, existen realidades en donde aún no se a perdido el sabor y el reto del existir, a través de la voluntad creativa. Ante esto, se erigen culturas plenas de efervescencia que entre desgarraduras de carne y anhelo de liberación se fusionan en un crisol llamado Latinoamérica. Álvaro Mutis profundiza en los dilemas de nuestra alma, universalizando lo regional a través de sus personajes, que mutan cada aventura en una mayéutica, como conocimiento de sí, de búsqueda de la libertad y del desapego que se adquiere al adentrarse en lo desconocido. Cada narración de esta saga va creando un universo imaginario que nos obliga a remirar aspectos tan inmediatos de nuestra realidad como las silenciosas guerras civiles en que vive el continente. Nos devela el valor trágico y la traslúcida pero densa sencillez de personajes anónimos como la ciega-sibila doña Empara, la Regidora, Eulogio, don Aníbal… quienes aún pueblan nuestras selvas, llanos, costas y cuya simple sobrevivencia es ya una épica. Esta tipología de personajes es también muy querida por Joseph Conrand estando presente en personajes como Tuan Jim( de su novela Lord Jim), y Nostromo.
El barco va retomando lentamente su significación como peregrinación a un sentido en el sin sentido, como anhelo de salvación en la mortalidad, como una búsqueda para comprender el destino, que nos lleva a descubrir la dimensión lúdica de la vida, a través de la cual el cosmos se reconoce a sí mismo. La vida se transforma en metáfora de un barco golpeado por el fuerte oleaje, que se estremece como hoja de papel al ser arrastrado por los vientos de la existencia, que deben ser conocidos, pues el enfrentamiento a ellos nos permite conocer el poder que cohabita en cada ser humano.
“Allí me tendí sin pensar en nada, dejando que el cuerpo se fuera ajustando a su vieja y fiel rutina marinera. La sirena del Luther llamó tres veces seguidas y el barco comenzó a moverse. El ritmo acompasado de las bielas y el chapoteo de la hélices fueron devolviéndome paulatinamente la relativa serenidad, la saludable indiferencia que da el entregar nuestras suerte a los genios de las profundidades.”
Tras leer la saga creada por Álvaro Mutis no volveremos a ver con los mismos ojos la vida, el río, la selva, la mar, los puertos ni a esos ferrosos navíos habitados por misteriosos seres errantes, que aún recorren los océanos; ríos herencia de un pasado que se niega a morir, cercano a su fin, pues en el presente nada se oculta a los curiosos ojos de los satélites y sus redes, que desde el vacío espían cada paso de la humanidad.
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