En 1998 Venezuela eligió un caudillo golpista sin mayor experiencia. Algunos entonces supusieron una repetición de la alianza cívico-militar de 1945. Otros intuyeron que los civiles del régimen terminarían siendo apenas un barniz rojo para una logia del histórico militarismo criollo. Los hechos parecen confirmarlo.
El “proceso” iniciado en 1998 mantuvo luego un perfume de legitimidad con la presunción de apoyo mayoritario. Esa imagen la cultivaron celosamente el régimen, sus aliados y muchos de sus adversarios hasta hace unas semanas. Muy pocos tuvieron la sincera esperanza de recuperar la democracia insistiendo en el juego democrático.
En esa pugna pasó un cuarto de siglo en medio de trampas, atropellos, y ventajismo descarado, con toda suerte de abusos de autoridad. El mundo se acostumbró pues el modelo hegemónico no es nada nuevo bajo el sol: El PRI mexicano lo mantuvo casi 70 años, y hoy MORENA lo pretende repetir con eso que algunos cínicamente llaman “ingeniería electoral”.
El sistema mantuvo también una apreciable base de popularidad por bastantes años – sustentada en una irresponsable “generosidad” al estilo peronista. Pero ese apoyo se fue erosionando constantemente, entrando en desbandada tras la misteriosa desaparición del caudillo y el final de la bonanza.
La pantomima democrática se sostuvo hasta el pasado 28 de julio cuando se descubrió que el sistema imperante durante el último cuarto de siglo está en una total bancarrota política, moral, y legal. Y ahora, muy pronto, la económica.
Ahora, por más que se pretenda mantener la mascarada, la población y el mundo entero ya desveló un cártel forajido que impone su tufo en un cada vez más cruento y arbitrario terrorismo de Estado.
Siempre se vio que el descomunal lapso entre la elección y la toma de posesión apunta a la posibilidad de negociaciones y nuevas trampas. Incinerada la credibilidad del CNE se recurre ahora al TSJ cuya Sala Electoral es notoria por anular y repetir elecciones para luego mejor amañarlas y con nuevos candidatos.
¿Qué ventaja le puede quedar a toda una pandilla de amorales? Pues provocar la indignación moral de sus contrarios para de nuevo conseguir una abstención en masa que ha sido una de sus mejores armas hasta ahora. Pero Venezuela cambió el pasado 28 de julio y ni la astucia combinada de AMLO, Petro y Lula en “ingeniería electoral” puede devolverla al pasado.
El movimiento democrático encabezado por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia abrió una caja de los vientos que ya no se volverá a cerrar. Ahora la palabra es también de ellos.
_______________________________________________________________________________________________________________Autor: Antonio A. Herrera-Vaillant / Jueves 8 de agosto de 2024
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