A fines de abril de 2004 trabajaba en la corresponsalía de la agencia mexicana de noticias, Notimex, así como la del diario Notitarde. Ese día ambos medios me encargaron unas fotos de María Corina Machado. Fue en una oficina que estaba en el Centro Plaza, Los Palos Grandes, en el este de Caracas.
De esta señora llevaba muchos meses oyendo hablar. Entré a la oficina donde estaba, atendía a dos periodistas, saludó con gesto exquisito, es decir distante y tú-allá-y-yo-aquí. Traté de tomarme todo el tiempo posible porque me resultaba enigmática aquella “muchacha”. Maquillaje muy discreto, casi imperceptible, pero perfecto; aretes y anillo que hacían juego, reloj de fama y precio elevado, manos perfectamente cuidadas y pose de sílfide retrechera.
Terminé mi sesión y lo comenté con un colega, cuyo nombre no viene al caso, quien me hizo comentarios poco halagadores de la manera en que se conducía con sus empleados, y llegó a citarme como ejemplo a una periodista que trabajaba con ella a la que no trataba de la mejor manera. Ambos coincidimos en que era de una frialdad infinita, y que era una lástima porque nada de lo que planteaba en su argumentación estaba mal encaminado.
Cuando me iba le dije a mi amigo: Tal vez estamos cayendo en la trampa del resentimiento, porque esa carajita, por muy ama del valle que sea. quiere un cambio, esa no se está mamando el dedo, ni es parte de esa caravana de burros tuertos y mochos que encabeza la oposición. Él me miró, soltó una de sus largas y desgarbadas carcajadas, iguales a él, y me dijo: ¡Tú y tus vainas!
Pasó el tiempo y un día la veo electa diputada luego de barrer el suelo con Carlos Vecchio. Ganó su curul con 235.259 boletas, 85%, lo cual le convirtió en la diputada electa con mayor cantidad de votos en toda Venezuela en las elecciones parlamentarias de 2010.
En enero de 2012 vi, con inmenso asombro, cómo aquella sifrinita se le plantaba al omnipotente Chávez y, en medio de la presentación de su memoria y cuenta del año anterior ante la Asamblea Nacional, le encaró:
Presidente, tenemos ocho horas escuchándolo a usted describir un país muy distante del que estamos sintiendo todas las mujeres y las madres venezolanas. Hemos llegado al extremo de escuchar que hay aumento en la producción de leche cuando usted sabe que hoy en día hay mujeres, madres, que asisten a bodegas, automercados y han llegado a la fuerza por un litro de leche porque no tienen qué llevar a sus casas. Este es el momento de darle respuestas al país, a las más de 180.000 madres y mujeres que en estos 13 años han perdido sus hijos, a sus esposos, a sus padres y a los cuales no se les ha hecho justicia. (…) ¿Cómo puede usted hablar que respeta al sector privado en Venezuela cuando se ha dedicado a expropiar que es robar, a insultar, se robaron las propiedades de empresarios, comerciantes, hasta pequeñas posadas, a quienes ni siquiera se les ha resarcido su propiedad?”.
Recuerdo la cara del gerifalte atontado ante la muchacha; solo atinó a decir:
Yo primero le sugiero que gane las primarias, ¿verdad?, gane usted las primarias, es lo primero que tiene que hacer, porque está fuera de ranking para debatir conmigo, está fuera de ranking, lo lamento mucho, lo lamento mucho, pero esa es la verdad ya que usted me llamó hasta ladrón, así me llamó, ladrón delante del país, no la voy yo a ofender. Águila no caza mosca, diputada. Es lamentable que usted tome la palabra para llamar al presidente de la república ladrón, muy bien, gracias diputada.
Y siguió con su perorata.
Ella no se arredró y se lanzó como precandidata y obtuvo 3% de los votos. Recuerdo los comentarios de muchos próceres democráticos, no hablo de los rojitos, que se reían socarrones, y comentaban entre ellos: “No sabía que había tanta gente en el Country Club”.
Un poco más de un año después, en el desarrollo de la sesión legislativa del 30 de abril de 2013, la honorable diputada rojita Nancy Ascencio, con aspecto de porqueriza en verdad, agarró a la señora Machado por el cabello, la lanzó al suelo y la golpeó hasta desviarle el tabique nasal.
Y ella siguió cuestionando, y peleando, y confrontándolo a todos ellos. El entonces presidente de la Asamblea, el hijo ilustre de El Furrial no cesó de presionarla, y zaherirla, hasta que en marzo de 2014 la separó de su cargo como diputada, por la supuesta violación flagrante de la Constitución de Venezuela. Luego la vi acompañar a Leopoldo López a entregarse.
Y llegó un momento en que la mujer que veía ya no era la sifrina del Centro Plaza. Era otra, es otra. La calidez que desprende esta mujer, la fuerza de fiera indomable, su gestual de hembra libre y madre que ampara la ha llevado donde nadie, léase bien, NADIE ha estado nunca. Aunque suene a herejía para los académicos del mundo político y social, ni el mismo Rómulo Betancourt logró, en su mayor apogeo, el arrastre de esta mujer.
A ello hay que sumar la sibilina inteligencia con la que se ha manejado en los últimos meses. Los partidos tradicionales fueron los primeros en tratar de ponerle la zancadilla, salieron con las tablas en la cabeza. El domingo pasado, no habían cerrado las mesas cuando las plañideras y los endechaderos de rigor saltaran: “¿Y el plan B? ¿Dónde está el plan B? ¡Yo lo dije, yo sabía que nos iban a volver a joder y que con votos no salen estos carajos!”
Claro que había plan B, y X, y Z. Pero la muchachita Machado tiene el pendejo bien lejos, mantuvo su sonrisita de niñita buena de colegio de monjas y comunión todos los domingos en catedral, no dijo esta boca es mía… ¡y les mató el gallo en la mano!
Por todo esto y muchísimo más, que me guardo para respetar los cánones que me ha dictado la señora Molina, recurro a la expresión francesa tirer son chapeau, con la cual los galos expresan su respeto, o admiración, por alguien. Es nuestro muy criollo ‘quitarse el sombrero’. Yo me lo quito y me inclino ante la recia inteligencia de esta mujer que solo un país como Venezuela podía haber parido.
¡Dios te bendiga, muchacha!
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Autor: Alfredo Cedeño (agosto 3, 2024)
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