Lo inmobiliario: un peso muerto

China pareciera haber dejado atrás el colapso que ocasionó la pandemia del Covid en sus variables económicas.  Hay un sector, sin embargo, que no consigue ver la luz, a pesar de los esfuerzos que desde el 2022 el gobierno hace para detener su descalabro y paliar a sus efectos negativos sobre la dinámica nacional. Es que casi un tercio del crecimiento del gigante lo llegó a producir la construcción de viviendas.

Cual buen prestidigitador, el Banco Central de China o Banco del Pueblo acaba de sacarse del sombrero una esperanzadora solución: un colosal programa de recompra de viviendas frías para convertirlas en alojamientos de interés social. Este sería fondeado por el Estado con 41,4 billones de dólares y ha sido puesto en marcha con el concurso de los bancos comerciales encargados de dar soporte financiero barato a las empresas regionales encargadas de su ejecución.

La decisión anunciada el mes pasado ha concitado el entusiasmo de muchos porque hasta el presente ninguna otra solución había servido para revivir lo inmobiliario. Por el contrario, la venta de viviendas ha sido reluctante a cualquier estímulo. Y a pesar de que la economía china se endereza, las cifras del sector siguen siendo pesimistas. 

En el momento actual 8 billones de metros cuadrados de viviendas están aún sin comprador a la vista mientras los precios se siguen desplomando, lo que desestimula aún más su adquisición. Y se acelera la pérdida de empleos en una actividad productiva que otrora fue un importante sostén del PIB de la segunda economía mundial.

La atención que esta política está recibiendo de parte del gobierno central evidencia cuan prioritaria se ha tornado la estabilización de lo inmobiliario, pero los analistas dudan de que ella pueda revertir la desconfianza ya instalada en el consumidor final. Estos estiman que el plan es aún demasiado tibio y pequeño para detener la caída. La banca privada, por su lado, considera que los recursos pudieran no ser suficientes para la amplitud de la descolgada del sector. Goldman Sachs ha estimado que harían falta más de 20 veces los montos anunciados y comprometidos por el Banco Central.

Parecería que aunque el principio inspirador de este plan sería el correcto, no solo sus recursos son deficitarios sino su instrumentación está también pobremente diseñada. Por ejemplo, aún permanecen en planos al menos 20 millones de viviendas ya vendidas sin que haya sido colocado un ladrillo.  Tampoco está resuelto el asunto de la `proveniencia de los fondos con los que los gobiernos regionales podrían efectuar las adquisiciones de viviendas frías. Y ello sin considerar la debilidad financiera de estas administraciones locales, aun asfixiadas por las cargas financieras adquiridas para paliar a los sobrecostos operativos de la pandemia y los proyectos de infraestructura que entonces se hicieron imperativos. Hoy hay ciudades que no pueden proveer a sus ciudadanos de calefacción en invierno

Esto lo que indica es que al tiempo que tratar el tema de la sobreoferta de inmuebles es preciso atender el sobre endeudamiento de quienes están llamados a sacar las castañas del fuego de esta crisis, que son los gobiernos locales. Ello sin dejar de lado que es preciso fortalecer a los constructores de viviendas ya vendidas y sin construir para mitigar la contracción del sector. Es imperativo también lograr revitalizar los precios de la vivienda para generar confianza en el consumidor.

 No abordar estas necesidades al unísono, va a seguir debilitando la economía y lo que es peor, lesionando la estabilidad social. 

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