La inhabilitación de María Corina Machado persigue proyectar la imagen de que el régimen posee el control absoluto del Estado y que sus instituciones funcionan de forma acompasada, como un mecanismo de relojería, de manera que las decisiones tomadas por la cúpula del Gobierno y el PSUV son cumplidas sin chistar por sus delegados en los organismos públicos.
A la Contraloría General le ordenaron hace algunos años sancionar a MCM. El mandato fue cumplido. Luego, en su debido momento, el dictamen fue elevado para su ratificación al Tribunal Supremo de Justicia. Ese cuerpo de forma diligente lo hizo. El TSJ, a su vez, le exigió al Consejo Nacional Electoral que ejecutase la sentencia y este sin tardanza la acató. Ningún poder apeló a su hipotética independencia para demandar alguna explicación a los otros poderes o convocar a MCM para que diese su versión de los hechos que se le imputaban y ejercer el derecho a la defensa. La disposición de Miraflores y la cúpula del PSUV fue aplicada por los subordinados al igual que si se tratase de un decreto imperial.
La inhabilitación de la candidata de la oposición busca, además, fomentar el desánimo, la frustración y desmoralización entre los votantes. Sembrar la idea de que el régimen es inamovible, por las buenas o por las malas, y que cualquier intento por sustituirlo está condenado al fracaso. Frente a esa fatalidad, solo queda la resignación o la huida por Maiquetía, por el Darién o por cualquier otra vía que a la desesperación popular se le ocurra.
Esta visión –que muchas veces es presentada como ‘realista’ por quienes la asumen- hay que combatirla sin tregua. Así como el Gobierno le ha puesto la situación muy difícil a la oposición, esta debe hacer lo propio con el régimen. Los brochazos de democracia que este trata de dar con los comicios del 28 de julio y la legitimidad internacional que Nicolás Maduro busca con ellos, deberán quedar como intentos frustrados ante la comunidad internacional, si no se respetan los acuerdos unitarios de la oposición.
La batalla por lograr que sea MCM la candidata opositora, lo más probable es que se pierda por el miedo de la maquinaria chavista-madurista a medirse con una líder que obtuvo dos millones y medio de votos en una elección tan asediada como fue la Primaria de octubre del año pasado. Pánico es lo que siente Maduro ante una dirigente nacional que en cada lugar que llega despierta fervor entre los más pobres y necesitados, que son la inmensa mayoría del país. Maduro prefiere el careo con un aspirante que desate menos entusiasmo en la población. Dado el dominio que posee de los órganos del Estado, lo más probable es que la oposición deba optar por un aspirante de consenso que –identificado con MCM y con el aval de ella- asuma la representación de ese inmenso sector al que se le ha negado el derecho de concurrir con la candidata más votada en la Primaria. Por cierto, la única convocada, pues Maduro fue electo por ‘aclamación’.
A ese candidato, o candidata, Maduro tendrá que respetarlo. No puede aceptarse que el líder del PSUV vete los potenciales aspirantes opositores y que sea él quien elija al abanderado que representará a los millones de ciudadanos que buscan cambiar el Gobierno por la vía electoral.
Los países firmantes del Acuerdo de Barbados –que hasta ahora han guardado un silencio sepulcral con respecto de la arbitrariedad perpetrada contra MCM- y los demás miembros de la comunidad democrática internacional, tendrían que denunciar y enfrentar la impostura del régimen, si este decide –tal como ocurrió en Barinas con la esposa de Luis Superlano- inhabilitar a quien ocupe el lugar dejado a la fuerza por MCM.
Ya la agresión contra ella ha sido suficientemente grave para que el Gobierno pretenda desencadenar una cacería de brujas contra todo aquel escogido por la Plataforma Unitaria Democrática para sustituir a la líder de Vente Venezuela y de gran parte del país. Ese fue el camino transitado por Daniel Ortega en Nicaragua. La diferencia es que Ortega se convirtió en tirano sin buscar la aprobación de los países de la región y del mundo. No disimuló ni hizo fintas de ningún tipo. Maduro ha querido ser más refinado. Para la cita de julio dice haber invitado a la Comunidad del Caribe (Caricom), al Panel de Expertos de las Naciones Unidas (ONU), a la Unión Europea (UE) y al Centro Carter, entre otros organismos, para que validen los resultados que surjan de las urnas.
La oposición tendrá que exigirles a los representantes de esos organismos que cumplan con su deber. Que no se comporten como celestinas de un Gobierno que ya cercenó la voluntad popular al imposibilitar que MCM concurra como candidata. El aspirante apoyado por la líder inhabilitada tendrá un alto chance de triunfar –así lo señalan todas las encuestas- e iniciar la transición hacia la recuperación de la democracia.
Con convicción y firmeza la PUD puede convertir en victoria el 28J el revés que ha significado el atropello contra MCM.
@trinomarquezc
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