En un continente donde abunda el talento futbolístico, con históricos del deporte como lo son Brasil, Argentina y Uruguay, la selección chilena, ante todo pronóstico, fue la protagonista del fútbol sudamericano durante la última década. Con una generación de guerreros, se coronaron dos años seguidos campeones de América, subcampeones de la Copa Confederaciones y entre los mejores 16 del mundo en 2010 y 2014. Un país que durante ocho años disfrutó de una gama de talentos incomparables, con magos como Valdivia, Alexis y Matías Fernández, generales de campo como Medel, Bravo y Aránguiz, y goleadores como Eduardo Vargas y Pinilla.
De aquella plantilla de 2015 solo quedan recuerdos. Hoy, Chile no es una selección temida en América, y su proyecto es la nostalgia de aquellos jugadores, con sus leyendas envejecidas como líderes de la selección. Tras quedar fuera del Mundial 2018, no han logrado resurgir como equipo, mientras rivales como Argentina, Uruguay y Ecuador han demostrado la importancia de un proyecto con una generación de relevo.
La enorme caída que ha vivido la selección chilena se le puede atribuir a varios culpables, entre ellos, una falta clara de proyecto, directores técnicos incompetentes y una dependencia absurda de sus leyendas.
En primer lugar, y lo más importante para un conjunto de este nivel es el proyecto. En el 2007, cuando Marcelo Bielsa tomó las riendas de La Roja, se planteó un plan a largo plazo hasta 2015. Había un objetivo claro de por medio. En aquellos años, el experimentado entrenador argentino cambió por completo la parte interna de la selección. En un artículo de Infobae de 2017, describieron así sus años en la selección de Chile: Mejoró las condiciones de entrenamiento. Inculcó su idea, se ganó el respeto de sus dirigidos y el cariño de un hincha exigente, descreído de su selección.
Una vez establecido un proyecto, cuando se marchó Bielsa, los que los siguieron se encontraron con un conjunto organizado, talentoso y con una química que pocas veces había existido en La Roja. Sampaoli, tomó aquel equipo formado por el Loco y lo llevó a ganar títulos en 2015 y 2016, pero el verdadero proceso inició en 2007, casi una década antes.
Hoy en día, tras Pizzi, Rueda y Lasarte, Berizzo recibió un equipo en decadencia. Sin jóvenes promesas que resalten, con pocas opciones en los conjuntos sub 23, sub 20 y sub 18 y con Pulgar, Maripán, Vidal y Alexis como líderes, todos mayores a 29 años.
Mientras tanto, en Ecuador debuta el jugador del Chelsea Kendry Paéz con 16 años junto con la revelación de la Premier Moisés Caicedo. En Uruguay juegan Facundo Pellistri, Fede Valverde, Ronald Araujo y Darwin Núñez, todos menores de 25 años y en la élite del fútbol mundial. Incluso Venezuela, que venció a Chile 3-0, cuenta con un futuro más prometedor, con selecciones inferiores que dan la talla en competencias internacionales y con jugadores importantes en Santos, Girona y River Plate.
Como si fuese poco, a consecuencia del rendimiento y la baja notoriedad que ha generado el conjunto desde 2018, hace pocos meses Coca Cola anunció su ruptura comercial con la Federación, cortando así uno de los principales ingresos que generaba la selección chilena.
Aquella selección que sorprendió a América por mucho tiempo, hoy se encuentra hundida y con poca luz al final del túnel. Mientras la vieja guardia siga siendo indispensable para la selección chilena, no habrá un proyecto que pueda ilusionar al país sureño. Berizzo tiene en sus manos empezar el cambio junto a la federación, con el objetivo de mirar hacia al futuro más que el presente, como lo hizo Bielsa en 2007.
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