En la sociedad contemporánea, la ansiedad se ha convertido en un compañero constante en la vida de la mayoría de las personas. Las preocupaciones, los miedos y los pensamientos negativos parecen anidar en nuestra mente como una amenaza constante que perturba el equilibrio interior. Muchos son los tratamientos, terapias y métodos que existen para ayudar al ser humano a calmar esa intranquilidad interior que pareciera un intruso que recorre todo nuestro ser apoderándose de nuestros pensamientos y sentimientos, nublando con ideas y percepciones negativas el futuro. En medio de la incertidumbre que nace de este torbellino de intranquilidad, en la Biblia, en una de las cartas escritas por el apóstol Pablo encontramos una fórmula para hallar la paz del alma. 

La ansiedad es una emoción natural que todos podemos experimentar en ciertos momentos. Se caracteriza por sentimientos de preocupación, nerviosismo, inquietud y tensión; sucede cuando mentalmente nos transportamos a un futuro que percibimos como incierto. Cuando la ansiedad se vuelve crónica o abrumadora puede convertirse en un trastorno, que afecta profundamente la vida diaria de la persona que la padece. Activa el sistema de respuesta de lucha o huida en el organismo, preparándolo para enfrentar una amenaza. Esto conlleva cambios fisiológicos, como el aumento del ritmo cardíaco y la respiración. Las personas ansiosas a menudo experimentan pensamientos negativos, catastróficos sobre situaciones futuras; imaginando lo peor que podría suceder. También las personas con ansiedad a menudo evitan situaciones o lugares que perciben como desencadenantes de su ansiedad, lo cual puede limitar su calidad de vida.

La ansiedad es uno de los trastornos mentales más comunes en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que aproximadamente 264 millones de personas sufren de trastornos de ansiedad en todo el mundo. Existen varios tipos de trastornos de ansiedad: El trastorno de ansiedad generalizada (TAG), el trastorno de pánico, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y las fobias. La ansiedad puede tener un impacto negativo en la salud mental y la calidad de vida. Puede conducir a otros problemas de salud mental, como la depresión. Además, afecta las relaciones interpersonales y la cotidianidad. Las estadísticas muestran que las mujeres tienden a experimentar trastornos de ansiedad con mayor frecuencia que los hombres.  Además, la ansiedad es común entre adolescentes y adultos jóvenes en su afán por asegurarse un futuro prometedor.

Son variados los factores que contribuyen a la ansiedad. Por una parte, los estudiosos de la mente humana afirman que existe una predisposición genética a los trastornos de ansiedad. Es decir, si hay antecedentes familiares, es más probable que alguien desarrolle ansiedad. Por otra parte, las experiencias traumáticas, el estrés crónico y desequilibrios en los neurotransmisores, como la serotonina y la norepinefrina, también pueden desempeñar un papel determinante en el desarrollo de la ansiedad. La TCC (terapia cognitivo-conductual) es un enfoque terapéutico que ha demostrado su eficacia para tratar la ansiedad. Esta terapia ayuda a la persona a identificar patrones de pensamiento negativos y comportamientos disfuncionales; por consiguiente, el terapeuta guiará en la mejor manera de romper estos patrones y cambiarlos por otros.

En casos más graves, medicamentos como los antidepresivos o ansiolíticos pueden ser recetados por un profesional de la salud mental. También se ha comprobado que la práctica de diferentes técnicas de relajación, como la meditación y la respiración profunda, pueden ayudar a reducir la ansiedad. Además, mantener una dieta equilibrada, hacer ejercicio regularmente y dormir lo suficiente son factores determinantes para mejorar la calidad de vida y por lo tanto, reducir el estrés y la ansiedad.

El escritor británico Dr. Paul Adams, un hombre de fe, expresa que la ansiedad es una emoción cargada de un pesado miedo, de la incertidumbre que divisa un futuro oscuro y es potenciada por las mentiras del enemigo de nuestras almas. Afirma que la llave para superar la ansiedad no se basa en lo fuerte que una persona pueda sentirse emocionalmente, sino en la confianza que ponemos en Dios. Nos habla acerca de  lo equivocados que estamos al pensar que podemos estar en control de todo lo que debemos controlar, todo el tiempo. Porque es simplemente imposible para el ser humano tener control de sus circunstancias, de sí mismo o de sus relaciones. Los problemas surgen inesperadamente, nuestra naturaleza emocional es compleja, y si a veces no nos entendemos a nosotros mismos cómo podríamos comprender en toda su plenitud a otros. Añadido a esto, Adams nos recuerda lo que el evangelista Mateo nos cuenta acerca de la posición de Jesús con respecto al afán y la ansiedad: ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Mateo 6:27. En pocas palabras, nuestros esfuerzos pueden ser verdaderamente infructuosos.

El profeta Isaías nos revela en su profecía sobre el Cristo, el Mesías tan esperado por el pueblo de Israel, que Jesús pagó por el precio de nuestra paz. De tal manera que todos los que se acercan a Dios se hacen merecedores de la paz de Dios, que de antemano fue comprada con precio de sangre: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Isaías 53:5. En otro capítulo, el mismo profeta nos revela una fórmula de la cual se ha hablado y en la cual se continúa insistiendo. Se trata del poder del pensamiento, de llenar nuestra mente de las promesas de Dios, las cuales sustentan y aumentan nuestra fe. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. El pensamiento que persevera en Dios demuestra confianza y la confianza es premiada con la paz. El que confía no admite pensamientos de inseguridad porque la confianza es su seguridad.

En su carta a los Filipenses el apóstol Pablo nos insta a no estar preocupados o afanados por ninguna cosa, persona o circunstancia, sino que llevemos nuestras peticiones a Dios en oración, con ruego y con acción de gracias; entonces, al estar en la presencia de Dios, y expresar allí nuestra preocupación, nuestro ser experimentará una paz que va más allá de lo que podemos expresar con las palabras. No significa que no experimentemos ansiedad en absoluto, sino que al experimentarla y venir a Dios a poner en sus manos nuestras cargas, podemos afrontarla de una manera que no nos consuma, sabiendo que Dios está con nosotros y que, en última instancia, todo está en Sus manos. 

La paz de Dios se refiere a un estado de tranquilidad y serenidad que va más allá de la comprensión humana. Esta paz no depende de las circunstancias externas, sino que proviene de la relación con Dios y la confianza en Su providencia y cuidado. Se interpreta como una paz espiritual y mental que experimentamos cuando confiamos en Dios, entregamos nuestras preocupaciones y ansiedades a Él, y descansamos en Su amor y soberanía. La paz de Dios, que trasciende las circunstancias, la paz que no puede ser explicada porque no puede ser entendida, sólo puede ser experimentada a través de la comunión con Dios. 

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Filipenses 4:6-7.

¡Adiós ansiedad! A Dios.

A ti que lees aquí, te deseo la paz de Dios.


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