Ella amaba a Dios con todo su ser, sentía que Dios era un padre amoroso que escuchaba sus oraciones cada día. Cuando alababa a Dios podía sentir un sentimiento muy profundo que llenaba su alma; una sensación de paz interior y bienestar que le hacían estar tranquila a pesar de las dificultades. Ante cada obstáculo, su vida de oración se intensificaba, su fe se hacía más robusta, al igual que su seguridad de que le aguardaba un futuro bajo la mano y guía de Dios. Entonces, llegó un día en que la enfermedad asaltó su cuerpo, lo tomó por rehén extendiéndose hasta lugares insospechados. Ella oró, como tantas otras veces, pero no hubo respuesta. Y su fe se tambaleó. Ella perseveró, hizo sus mejores esfuerzos; pero sintió como si Dios la hubiese abandonado.

¿Realmente nos abandona Dios en algunos períodos de nuestra vida? Es hermoso vivir la vida sintiendo el amor, cuidado y protección de Dios. Pero, ¿qué hacen aquellos que aman a Dios cuando Él no responde a sus oraciones? ¿Qué pasa cuando hemos sido llevados de la mano en la cotidianidad y, de repente, nos encontramos ante lo imposible, ante un desafío?

La epístola a los Hebreos nos revela el concepto más contundente de la fe: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hb 11:1. Esta es la versión Reina Valera de 1960, mediante la cual leo la Biblia desde los 12 años. Otra versión de un lenguaje más actualizado, la versión Dios habla hoy, dice así: “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”. Y una tercera versión, que se ha popularizado mucho en la última década, la Nueva versión internacional, lo expresa de esta manera: “Ahora bien, la fe es tener confianza en lo que esperamos, es tener certeza de lo que no vemos”.

Cualquiera que sea la versión de traducción, el concepto de la fe nos remite a creer, a esperar con convicción lo que no es visible o tangible. Como bien lo explican las Sagradas escrituras con ejemplos reales de personajes cuyas vidas estuvieron sustentadas en su fe en Dios. Unos recibieron la respuesta a sus oraciones; es decir, lo intangible se hizo palpable, lo que no veían se hizo una realidad. Otros murieron en la espera de recibir las promesas de Dios. Sin embargo, a pesar de no haber recibido lo que esperaban, se declararon a sí mismos como extranjeros y peregrinos en este mundo. Y dice la Biblia, literalmente, que debido a esa confesión, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios y les preparó una morada celestial.

Vale la pena hacer el recorrido completo del capítulo 11 de la carta a los Hebreos, cuya autoría se le confiere al apóstol Pablo, debido a su lenguaje y forma; pero, la cual no ha sido corroborada. Ya que a través de los ejemplos de hombres y mujeres de fe citados allí podemos comprobar que su primera fe; es decir, la fe de creer en un ser invisible e intangible permaneció incólume, a pesar de que la fe de recibir las peticiones que le habían hecho a Dios no fue, aparentemente, respaldada. Digo aparentemente, porque la fe no es magia, no es Dios al servicio irrestricto del ser humano para complacer los deseos de su corazón, por más nobles que estos puedan ser; pero, si de algo podemos estar seguros es que Dios siempre actúa en favor de quien le ama.

Cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar, con la oración conocida hasta nuestros días como el Padrenuestro, dijo: “Hágase tu voluntad en la Tierra, así como tu la haces en el Cielo”. En el Cielo donde los ángeles obedecen al mandato de Dios con obediencia, sin argumentos y sin objeciones. Por esa razón, cuando hacemos una petición a Dios que se queda sin respuesta, o en medio de la adversidad clamamos a Él y la situación no cambia, nuestra primera fe, la fe de creer en Dios y creerle a Dios debe permanecer inconmovible, porque queremos que El haga su voluntad y no la nuestra. Y es el mismo proceso de desarrollar nuestra fe a través de la oración y del conocimiento de la Palabra de Dios, lo que Dios usa para brindarnos consuelo y esperanza en los días oscuros, en medio de las lágrimas. No solo el silencio como respuesta puede hacer tambalear nuestra fe, también el hecho de tan solo mirar a nuestro alrededor y observar la maldad existente en el mundo, es suficiente para que muchos se hagan una gran cantidad de preguntas, las cuales al no ser respondidas, llenan la mente de dudas. 

“Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Incluso, por la fe Sara, a pesar de su avanzada edad y de que era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar”. Hebreos 11:5-12.

San Agustín, en el siglo IV, en su obra autobiográfica, llamada “Confesiones”, compartió sus experiencias, reflexiones y luchas personales a lo largo de su vida, examinando su camino hacia la fe y la conversión al cristianismo. Expresó que la verdadera fe es poner la confianza en Dios más allá de lo que se puede entender o razonar. Destacó la necesidad de mantener la fe en medio de las pruebas y dificultades. Por su parte, San Juan Bautista De la Salle enfatizó la importancia de la perseverancia en la fe en su obra y enseñanzas. Animaba siempre a sus seguidores a confiar en la providencia divina, incluso cuando enfrentaran obstáculos y desafíos. Además, San Ignacio de Loyola introdujo un nuevo concepto al hablar sobre la fe, el  «discernimiento espiritual”. Enseñó que a través del discernimiento, distinguir entre lo bueno y lo malo, entre lo que es la voluntad de Dios y lo que no es, lo que es conveniente y lo que es contraproducente, los creyentes pueden encontrar claridad y fortaleza en su relación con Dios.

John Wesley, el fundador de la corriente metodista en el protestantismo, enfatizó la importancia de una fe personal en Cristo y una vida de santidad. Animó a aquellos que luchaban con su fe, a buscar una relación más profunda con Dios y a buscar testimonios de su gracia en la vida. Billy Graham, influyente evangelista estadounidense, en sus múltiples cruzadas alrededor del mundo, alentaba a las personas a mantener su fe en tiempos difíciles a través de la oración y la confianza en Dios. Enfatizó la importancia de una relación personal con Cristo para una fe sólida, incluso cuando las circunstancias no fueran favorables. 

Max Lucado, un reconocido pastor y escritor cristiano anima a las personas a mantener una vida de oración constante y a confiar en que Dios está presente y escucha nuestras peticiones. Él recalca que a veces las respuestas a nuestras oraciones pueden no venir de la manera en la que esperamos, pero eso no significa que Dios no esté obrando. Además, Lucado alienta a las personas a buscar apoyo en la comunidad de creyentes en todo tiempo y, sobre todo, durante las batallas de la fe. Destaca la importancia de rodearse de personas que puedan orar por nosotros, animarnos y apoyarnos en momentos difíciles.

El apóstol Pablo, en su epístola a los Romanos nos dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Romanos 8:28. Un pensamiento que debemos recordarnos constantemente, pues todo, absolutamente todo, lo que entiendo y lo que no entiendo; todo trabaja en el propósito de Dios de bendecirnos la vida. No podemos amar a alguien a quien no conocemos, por esa razón es tan importante el estudio de los evangelios primeramente, y de toda la Biblia para conocer más y más a Dios. 

Cuando profundizamos en las palabras y acciones de Jesús a través de los evangelios vislumbramos su amor tan grande por nosotros. Cuando estudiamos las cartas de los apóstoles y aprendemos de sus consejos, somos capacitados para enfrentar, con fe, los embates de un mundo alejado del amor de Dios. Cuando comprobamos que todos los que se acercaron a Dios en los hechos narrados en el Antiguo testamento, fueron siempre bendecidos y guardados por Dios, aun en las peores circunstancias, entonces nuestra fe se hace más sólida y robusta.

Mi fe se ha tambaleado en algunos momentos de mi vida, aunque la duda y el dolor han traspasado mi mente, siempre, en cada uno de esos momentos he puesto mis ojos en Jesús. Siempre, El ha enjugado mis lágrimas, ha sacado mis pies del lodo y ha levantado mi cabeza en alto. 

¡No desmayes, Dios siempre obra a tu favor!

“La fe es un conocimiento del corazón, más allá del alcance de la prueba”. 

Blaise Pascal.

“La fe no hace que Dios haga lo que queremos. La fe nos permite confiar en que Dios hará lo que es mejor”. 

Max Lucado.

“La fe es creer en lo que no vemos y la recompensa de esa fe es ver lo que creemos.” 

San Agustín.

“La fe ve lo invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible”. 

Corrie Ten Boom.


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