En las primeras horas de la madrugada del domingo 3 de septiembre de 2023 falleció en la ciudad de Asunción uno de los prohombres más extraordinarios que ha tenido la Republica del Paraguay en las últimas décadas, el doctor Evelio Otilio Fernández Arévalos.
Este notable repúblico, testigo de los más grandes acontecimientos históricos del Paraguay en el siglo XX, nació el 10 de mayo de 1931 en la ciudad de Asunción durante el gobierno del presidente José Patricio Guggiari, fue hijo del dirigente liberal Victoriano Fernández Arredondo y de Otilia Arévalos; Evelio, a su vez, fue nieto de don Francisco Fernández, cuya firma aparece en el Acta Fundacional del Centro Democrático, el 10 de julio de 1887.
La primera infancia del niño Evelio trascurrió durante la Guerra del Chaco (1932-1935) y pocos meses después finalizada aquella, sucedió el golpe militar del 17 de febrero de 1936 que elevó a la primera magistratura al coronel Rafael Franco, que dio inicio al militarismo en el Paraguay, cuya influencia continuó durante los gobiernos de Félix Paiva, José Félix Estigarribia y a luego de la trágica muerte de éste, vigente la autoritaria Carta Política de 1940, con el gobierno del general Higinio Morínigo, quien persiguió la actividad política de todos los partidos pero con particular saña al Partido Liberal, el cual fue proscrito por Decreto del Poder Ejecutivo el 25 de abril de 1942 y que mereció respuesta del jurista Luis De Gásperi, futuro maestro de Fernández Arévalos, quien profirió su famoso discurso “En Defensa del Partido Liberal.”
Durante la llamada “Primavera Democrática” de 1946, el joven Evelio contaba con 15 años; acompañó a su padre a recibir, luego de un prolongado exilio, al doctor Guggiari, indiscutido líder de los liberales y meses después, fue testigo del inicio de la sangrienta Revolución de 1947, viendo a su hermano mayor, también llamado Victoriano como su padre, sortear una serie de dificultades para llegar ante el coronel Alfredo Ramos, histórico comandante del R.C.1 “Valois Rivarola” para enrolarse al Ejército Revolucionario en Concepción, levantado en armas contra el dictador Morínigo.
La finalización de este conflicto interno con la victoria gubernista, obtenida con el firme apoyo del presidente argentino, general Juan Domingo Perón, significó la derrota de cualquier intento de democratización interna y la consolidación del autoritarismo en el Paraguay, que se prolongaría por varias décadas.
Según los registros de la Dirección de Migraciones de la República Argentina y estimaciones de exiliados paraguayos en Brasil y Uruguay, unos 500 mil paraguayos se hallaban viviendo en estos países para 1950, de un total de 1 millón 500 mil habitantes, una gigantesca diáspora que significó que 1 de cada 3 paraguayos tuvo que migrar al extranjero, la mayor expulsión jamás registrada en América, ni siquiera durante la larga dictadura del general Alfredo Stroessner.
La inestabilidad política se mezclaba con el miedo: ser liberal en aquel tiempo requería un valor inigualable, sobre todo para quienes decidieron quedarse en el país y resistir los cotidianos atropellos a sus bienes y derechos. Don Victoriano falleció por entonces y el joven Evelio ingresó a la Facultad de Filosofía en la Universidad Nacional, egresando como licenciado en 1955 con promedio sobresaliente de 4,85; no satisfecho con ello, siguió la carrera de Derecho, egresando en 1958 también con promedio sobresaliente de 4,48, ejerciendo la presidencia del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho y de la Federación Universitaria del Paraguay.
Según el Senador Nacional Eduardo Nakayama: “el futuro Senador de la Nación Evelio Fernández fue exiliado a la República Argentina, allá fue recibido por su amigo y correligionario Justito Prieto, hijo del doctor Justo Pastor Prieto, ex ministro del gobierno del gabinete de la Victoria del doctor Eusebio Ayala.”
En Buenos Aires, ya casado con María Adili Romei Masi, gracias a su gran capacidad y excelente didáctica, Evelio Fernández Arévalos ejerció, primero como profesor designado desde 1962 y luego por concurso de méritos desde 1964, la cátedra de Filosofía del Derecho en la Universidad de Buenos Aires, por entonces una de las más prestigiosas del mundo. Pudo enseñar en tan importante centro universitario hasta que, en 1966, el presidente de facto de la Argentina dictador Juan Carlos Onganía, cuyo gobierno reprimió duramente a universitarios y docentes en La Noche de los Bastones Largos, prohibió la enseñanza universitaria a extranjeros.
Fernández Arévalos se veía obligado a deambular, entre Asunción y Buenos Aires, manteniendo siempre sus vínculos profesionales con la Argentina, donde también había echado raíces. En este trajinar compartió mucho con otros correligionarios exiliados y además del citado Justito Prieto, su círculo estaba compuesto por Carlos Villagra Marsal, Federico Callizo Nicora, Luis Adolfo Aponte, Benjamín Vargas Peña, Narciso Palacios, Vinicio Franco Sosa, Carlos Ruiz Apezteguía, Rodrigo Campos Cervera, José Félix Fernández Estigarribia, pero sus lazos no se limitaban a los mismos, ni a sus copartidarios, cultivando una larga y duradera amistad con representantes del Partido Colorado como el recordado Waldino Ramón Lovera, Miguel Ángel González Casabianca y el Doctor José Antonio Moreno Ruffinelli.
Con el retorno de la democracia, don Evelio tuvo marcado protagonismo y una vida consagrada a la Academia y a la Política, habiendo sido profesor de Lingüística I y II, de Sociología y de Filosofía del Lenguaje en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción, Profesor del Curso de Posgrado en Derecho Constitucional y Derechos Humanos en su relación con el Derecho Penal en la Facultad de Derecho de la Universidad del Pacífico y Rector de la Universidad Comunera.
Como político, fue Convencional Constituyente por el Partido Liberal y miembro de la Comisión Redactora de la Constitución Nacional de 1992, Senador Nacional por tres períodos consecutivos, miembro del Consejo de la Magistratura, presidente de las comisiones de Legislación, Asuntos Constitucionales y de Estilo, dos veces presidente de la Cámara de Senadores y del Congreso Nacional, Ministro Asesor Político de la Presidencia de la República, vicepresidente del Parlamento Latinoamericano (PARLATINO), miembro y presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, entre otros cargos a nivel del Mercosur. En todos estos ámbitos, su notable capacidad y acrisolada honestidad fueron sus características más apreciadas.
Conocido su fallecimiento, el pesar fue generalizado: políticos de todos los partidos e ideologías le han rendido su justo homenaje. Durante el ingreso de sus restos a la Sala Bicameral del Congreso, el mismo presidente del Senado, perteneciente al Partido Colorado, se ha puesto a la vanguardia cargando el féretro del extinto demócrata, donde nuevamente, protagonistas de distintos sectores le han hecho justicia con sus discursos a su prolongada, fructífera y límpida trayectoria política que debe constituirse en guía para las futuras generaciones. Thomas Jefferson decía que “La honestidad es el primer capítulo del libro de la sabiduría”
Nuestros respetos, Karaí Guasú, ejemplo de hijo, hermano, esposo, primo, padre, tío, padrino, amigo, de ciudadano liberal de fuste, pero sobre todo, gran patriota que durante toda su vida ha mostrado cómo enseñar y dejar legados duraderos en toda América Latina.
https://www.analitica.com/opinion/paraguay-evelio-fernandez-arevalos-in-memoriam/