Ya iremos viendo cómo sigue el monumental enredo de las declaraciones de Nicolás Petro, el hijo mayor del presidente. Que su papá sí sabía, que no sabía, que lo uno y no lo otro sino todo lo contrario. Petro fue obviamente el principal beneficiario de los dineros turbios que entraron a la campaña electoral, pero él como que no se enteró de nada. Ya voy Toño. Nunca le creímos a Samper, menos le vamos a creer a Petro, cuando el malandro del paseo es su propio hijo. Allá sus votantes y el público incauto si tragan entero. Las alternativas, diga usted Francia Márquez de presidenta o una anulación de las elecciones, son peores. Lo mejor es que el juicio en la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes avance con mucha lentitud y que allí, pese a que el régimen quede mal parado, no alcancen los votos para acusar al presidente ante el Senado, tras lo cual no podría ser destituido. Semejante destitución en por ahí dos años es en extremo improbable, lo que no es lo mismo que insignificante.

A ver, si Nicolás Petro no prueba que otras personas fueron responsables, a despecho de haber dicho que lo iba a hacer, lo más probable es que al final le enflauten los treinta años de prisión que sus delitos implican. Si sí lo prueba, los jefes del tinglado saldrán muy chamuscados. Con buena parte de los mandamases acusados y procesados, ¿salvará su pellejo el propio Petro? Dejo la inquietud. Si fuera una película, se llamaría Samper redux.

Lo que no admite duda es que vienen muchos procesos adicionales: Ricardo Roa, Armando Benedetti, Máximo Noriega, Verónica Alcocer, el propio Nicolás Petro y su ex, así como toda una chorrera de corruptos con nombres y apellidos, el turco Hilsaca, Euclides Torres, Santander Lopesierra, Óscar Camacho. En fin, lo que se anuncia como una pesadilla es tener que examinar al detalle el comportamiento de estas personas más o menos deleznables que estuvieron asociadas a la campaña en la costa. La ley avanzará más rápido contra ellos, por no contar con un fuero o solo con uno parcial, y permitirá que el público conozca los pormenores, que no se anuncian prometedores para el presidente Petro. Tal vez al guionista Gustavo Bolívar, una vez fracase en su intención de ser alcalde de Bogotá, le sirva el material para escribir uno de sus culebrones que en esta ocasión podría llamarse: Claro que Gustavo sabía.

Una consecuencia inexorable de lo que va a pasar es que el régimen se ponga a la defensiva durante los próximos tres años. ¡Apenas lleva uno! Casi con seguridad el resto de la agenda pasará a un segundo plano, lo que bien visto no es ninguna catástrofe, pues solo los cambios que partan de un amplio consenso serán aprobados.

La movida audaz del presidente de anticipar la terna de posibles fiscales bien le puede salir por la culata, pues Barbosa dirá que él no deja de ser fiscal hasta 2024. Si este proceso sigue como viene, será elegida una de las tres candidatas presentadas a la Corte Suprema de Justicia. Ella, obviamente, se hundiría con todo su prestigio si opta por parar lo que para entonces será un proceso avanzado. Así que juicios habrá, y muchos. La política va a girar a la derecha. Ojalá no se vaya al extremo. De todos modos, las elecciones intermedias que vienen prometen ser una hecatombe para el Pacto Histórico. Merecida la tendrán por recoger de la caneca de la basura los peores vicios de la política tradicional colombiana.

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https://www.analitica.com/opinion/el-dulce-a-mordiscos/

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