Sesenta páginas tiene el documento en el que Alemania, la economía mas fuerte de la Unión Europea, fija su posición frente a China. En él se percibe claramente que la relación comercial que los une – China es el principal socio de negocios de Alemania desde hace al menos 8 años- es suficientemente fuerte como para matizar el resto, pero Berlín no claudica ni sus principios ni sus objetivos de paz cuando se refiere a otros temas en los cuales interactúa con Pekín. Lo que es bueno anotar es que Alemania se divorcia, con este documento, de la política de cooperación complaciente que desarrolló Angela Merkel con China.
El propósito de la nueva estrategia de relacionamiento emitida oficialmente hace pocos días ha sido el de redefinir la relación entre las dos potencias atendiendo la vulnerabilidad que Alemania enfrenta debido a su dependencia de China en determinados sectores de actividad.
No fue sencillo, ni tampoco corto, poder llegar a un consenso político interno dentro de la propia Alemania en cuanto a los elementos que componen el texto final que se dio a conocer. Ello por la fortaleza que tienen los argumentos de un sector político dentro de la coalición que promueve un desacoplamiento de China ya que Alemania ha sufrido más que cualquier otro país con la interrupción de las cadenas de suministro de China hacia Europa que se potenciaron durante la pandemia de COVID y se hicieron graves y complejas de sobreponer a raíz de la invasión de Rusia a Ucrania. Los intercambios, que hoy ascienden a 300.000 millones de Euros, se vieron afectados.
De allí que la política de relacionamiento de Alemania vis à vis de China contempla diversificar la relación bilateral reforzando las áreas en las que Alemania es mas fuerte. En esta nueva visión que ahora se formula, la administración estatal traza límites y asume responsabilidades gubernamentales al proponer reducir su propia vulnerabilidad. A la vez, promete nuevos incentivos a las empresas que contribuyan al equilibro que es prudente alcanzar entre la profundización de la asociación estratégica con los chinos y el desarrollo de relaciones bilaterales y multilaterales beneficiosas con el resto del planeta.
En el documento no faltó la referencia a Ucrania para deslindarse de la cooperación activa que China le presta a Rusia en esta guerra criminal, pero el socialdemócrata Olaf Scholz se cuidó de meterle el dedo en el ojo a sus socios asiáticos.
Lo novedoso de este golpe de timón alemán es que se ha formulado una nueva posición que Alemania llevará a las instituciones europeas de acuerdo a la cual Berlín por fin se suma al resto al deplorar que China apoye las equivocadas narrativas rusas. Ahora Alemania comienza a otorgarle la importancia que corresponde a los temas políticos y de derechos humanos.
En síntesis, Alemania es el país más beneficiado en Europa de la fortaleza económica china, pero no puede olvidar el alto grado de dependencia que se ha generado entre ambos países ni puede darle la espalda en cuestiones de principios a sus socios europeos. La tónica ahora es otra: la relación con China pasará a ser una en la que las oportunidades lleven la voz cantante sin dejar de considerar, por ello, cada uno de los riesgos involucrados.
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