En los grandes desafíos políticos es necesario ver los conflictos desde la perspectiva del otro. Es lo que enseña Robert McNamara en un excelente documental titulado The Fog of War (“Niebla de guerra”) que consiste en una larga entrevista con preguntas formuladas por el galardonado documentalista Errol Morris. Las respuestas atrapan la atención del público, por la profundidad de las reflexiones que contiene.
El entrevistado extrae once lecciones sobre lo que fue su experiencia como secretario de defensa en los gobiernos de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson. McNamara examina los bombardeos sobre Tokio, la crisis de los misiles con Cuba y la guerra de Vietnam. Conviene verla con serenidad por la densidad, los sutiles alfilerazos que desliza y la reflexión crítica que nos presenta el pensador entrevistado. Un mérito significativo es el reconocimiento de sus equivocaciones como jefe del Pentágono, porque la política se aprende a partir de los errores y de los fracasos.
Robert McNamara fue designado por John Kennedy como secretario de defensa, luego de su exitosa carrera como presidente de Ford Motor Company. Venía de ser el primer presidente de la Ford que no era miembro de la familia del fundador. Fue militar y combatió con coraje en la Segunda Guerra Mundial. Reconocido por su inteligencia, patriotismo, creatividad, probidad, gustos sencillos y por su capacidad gerencial. Fue uno de los personajes del libro de David Halberstam, titulado The Best and the Brightest, que se refiere al gabinete de Kennedy (y luego Johnson), integrado por hombres brillantes y bien formados académicamente que, sin embargo, se equivocaron en decisiones cruciales en el ejercicio del gobierno.
Cuando McNamara ejerció la secretaría de defensa era un civil reconocido y respetado por el sector militar. Según el documental al que me refiero, fue el primer jefe del Pentágono con un liderazgo y control sin fisuras sobre el Alto Mando Militar. Y eso no es algo que puede pasar inadvertido. Esto evidencia que los liderazgos civiles que aspiren a ser aceptados por los militares deben disfrutar de reconocimiento intelectual, ético, profesional y político, en eso que los romanos llamaban la auctoritas; amén de ser percibidos como venezolanos comprometidos con el país.
No es el espacio para entretenerme en todas las lecciones aludidas, las cuales pueden ser vistas en el documental. Solo voy a referirme a una: en la toma de decisiones políticas hay que ponerse en los zapatos del adversario, tener en cuenta su perspectiva, entender las razones de sus posiciones.
En lo que atañe a la guerra de Vietnam se requería entender que los vietnamitas contaban con Ho Chi Minh. Este líder inmortal los acicateaba en la lucha por la libertad; y la población estaba dispuesta a arriesgarlo todo para lograrla. Esto no se tuvo en cuenta al momento de la toma de decisiones. De haberlo entendido, afirma McNamara, se habrían evitado muchos errores y millones de muertes. No es poca cosa esta lección: siempre pensar en el otro, en lo que harían, lo que estarían dispuestos a ceder y en lo que no transigirían.
Y esto hay que contemplarlo en el trabajo político que tiene la oposición venezolana. Su objetivo es escoger el candidato unitario, sin dejar de lado la confección de un proyecto para el destino vital del país y que sea aceptado por todos los sectores nacionales. Esto debe hacerse elevando el debate de las ideas, mirar lo grande, cerrar capítulos y superar las diferencias. El insulto debe sustituirse con la discusión fecunda de las ideas; la descalificación por el respeto del adversario. Eso y nada más.
En todo caso, la candidatura unitaria es necesaria, pero no suficiente. Aquí cabe preguntarse: ¿Qué haría el gobierno y el sector militar en relación con una inminente victoria electoral del candidato de la oposición? ¿Respetarán los resultados y le brindarían apoyo al gobierno que emane de la voluntad popular? ¿Cómo crear incentivos para el caso que el gobierno pierda y acepte entregar el mando? ¿Cómo materializar un proceso de democratización independientemente de los resultados electorales? Solo deseo dejar instaladas las preguntas, por cuanto se trata de un asunto delicado que no debe ser atendido con criterios adocenados.
Un pacto político hoy puede tener como referencia lo que ocurrió en Chile cuando se logró un acuerdo con Pinochet para su salida del poder, del cual surgió el proceso electoral en el que resultó vencedor Patricio Aylwin. A través de la política se activó el tránsito a la democracia. De no haber funcionado este marco político, otra habría sido la situación.
Hay que tener en cuenta el asunto de las condiciones electorales que permitan reconocer sin ambages el posible triunfo de la oposición. De la misma manera esas garantías operan en relación con el respeto de los derechos de los perdedores, quienes no serán perseguidos, porque no habrá revanchismo ni retaliación.
Llegó el momento de romper con la noción amigo-enemigo que tanto daño nos ha hecho. Hay un despertar y una toma de conciencia. Los que no ven o no quieren ver son cada vez menos. La sociedad -representada en la mayoría que quiere democracia- debe organizarse. Los cambios históricos no pueden hacerse sin fuerzas sociales que las respalden y sin acuerdos políticos que garanticen la paz y la convivencia. Lo que está planteado es el debate sobre el destino, discusión elevada y el privilegio de las confrontaciones fecundas que permitan a cada cual expresar la manera cómo siente la suerte de la nación.
Las agudas reflexiones estratégicas de Robert McNamara pueden ser una contribución para enriquecer la propuesta política de la oposición. Nos enseña la necesidad de proyectar la perspectiva del otro.
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