“Que Dios te de gracia delante de sus ojos y delante de los ojos de las personas idóneas en tu vida”. Estas palabras constituyen una de las bendiciones que suelo darle a mis hijos. Cada vez que las digo, realmente las siento en mi corazón. Se convierten en una oración; pues, es Dios quien puede bendecirnos. Y oro de esta manera porque entiendo que no hay nada en el mundo más importante que contar con el favor de Dios. Si Él no es quien respalda nuestras vidas, como decía el salmista, vana es la ayuda del ser humano. La gracia de Dios significa poder contar con Su favor, a pesar de no ser merecedores de Su intervención. Me encanta cuando el apóstol Juan dice en el capítulo 1:16 de su evangelio: “Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia sobre gracia”.
Si hay una palabra con la cual pudiéramos definir el cristianismo es gracia. De eso se trata la cruz, de pura gracia, de la intervención de Jesús a favor de cada uno de nosotros. “Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres”. Tito 2:11. Ese es el fin de la gracia, del don de Dios que no merecemos, pero que nos ha sido ofrecido por puro amor: La salvación de nuestras almas, la redención. Y es para todos, no hay preferidos, la condición para recibirla es entregar tu verdad. Cuando el rey David cometió el más terrible pecado de su vida, en su quebrantamiento escribió el Salmo 51, una verdadera canción de arrepentimiento que nos revela el camino de regreso a Dios.
La puerta para comenzar a recorrer ese camino es la verdad, es tuverdad. Y luego de nuestra verdad expuesta, la verdad de Dios revelada a nosotros. El rey David lo expresa así: “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”. Salmo 51:6. Cuando nos acercamos a Dios, en primer lugar, es necesario confesar nuestro corazón. Hay un misterio en confesar la verdad, en desnudar nuestro corazón delante de Dios. Un misterio que se transforma en un milagro, el milagro de la comprensión de nuestra naturaleza humana alejada de Dios; el milagro de la sabiduría de Dios revelada a nuestro ser interior, la sabiduría que paradójicamente, nos baja del pedestal de la soberbia y nos calza con la humildad.
En los evangelios podemos ver este dúo de gracia y verdad en Jesús. El no nos dice que limpiemos nuestras vidas y luego vengamos a Él. Por el contrario, Él nos dice, ven a mi con toda tu verdad y mi gracia te limpiará, te salvará. Jesucristo vino a este mundo lleno de gracia y de verdad. Juan 1:14. Podemos verlo en el episodio de la mujer adúltera, aquella a quien querían apedrear. La gracia de Dios en Jesús le dijo: _Ni yo te condeno. La verdad le dijo: _Vete, y no peques más. Juan 8. El siempre que ejecutaba un acto de Dios, lo hacía con gracia y con verdad.
La gracia de Jesús le dijo a Zaqueo que era necesario ir a su casa. Zaqueo, estaba feliz de recibir al Señor. Luego, la verdad le fue revelada; decidió devolver cuatro veces lo que había tomado de aquellos a quienes había defraudado. La gracia de Jesús lo llevó a ceñirse una toalla en su cintura, mientras tomaba una jarra con agua, para lavar los pies a sus discípulos. La verdad les recordó que debían hacer a otros lo que había sido hecho a ellos. La gracia de Dios le dijo a aquella mujer samaritana que bebiera del agua de vida; la verdad le hizo ver que había tenido cinco hombres en su vida, y que su compañero actual tampoco era su marido. De la misma manera, Dios sigue tratando con la humanidad, con todos nosotros, en la actualidad. Él nos llama y nos ofrece su gracia y su verdad.
Uno de los pasajes más impactante de los evangelios es el encuentro secreto entre Jesús y Nicodemo. Nicodemo era un fariseo, un líder de poder e influencia entre los judíos. Y Jesús accedió a encontrarse con él en medio de la noche, para que no fuera juzgado. La gracia de Jesús le concedió ese encuentro a escondidas de todo el sanedrín; pero, la verdad le reveló que era necesario volver a nacer para ser capaz de ver el reino de Dios. Nacer del espíritu, porque aunque era un sacerdote judío, no había entregado su corazón a Dios, no había nacido en el espíritu.
La gracia de Jesús limpió a aquellos diez leprosos mientras iban en camino para mostrarse a los sacerdotes. Cuando uno solo volvió a dar gloria a Dios por su piel limpia, la verdad de Jesús preguntó por los otros nueve que se fueron sin mostrar agradecimiento. Porque Dios siempre nos da su gracia cuando nos acercamos a Él; pero, su verdad nos revela nuestra verdad, nos muestra quienes somos. Y esa verdad es la que nos hace libres: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Y si estás pensando ¿Libre de qué? Jesús te contesta: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Juan 8:31-38.
El abrazo de Dios se muestra cuando venimos ante el trono de la gracia, para hallar su gracia y su misericordia para el oportuno socorro. Hebreos 4:16. El socorro que necesitamos constantemente en nuestras vidas. La verdad nos es revelada cuando estamos allí, ante el altar, y desnudamos nuestro corazón, dejamos la resistencia, la soberbia y nos rendimos ante Dios. Confesamos nuestra verdad para recibir a cambio esa sabiduría divina que enderezará nuestros caminos torcidos.
“La gracia es la voz que nos incita al cambio y que luego nos da el poderpara llevarlo a cabo”. Max Lucado.
“La verdad es como un león; no tienes que defenderlo”. San Agustín.
Twitter: @RosaliaMorosB
IG: @letras_con_corazon
META: Letras con corazón
#reflexionesparavenezuela
https://www.analitica.com/opinion/gracia-y-verdad-verdad-y-gracia/