A través de la historia en general, al igual que en nuestra propia historia hemos podido comprobar que los grandes logros no se alcanzan por un un único y gran esfuerzo. Es absolutamente necesaria la cualidad de la constancia. Esa firmeza de carácter junto a la perseverancia en dar los pasos requeridos o mantener los hábitos necesarios para que nuestras resoluciones se conviertan, más allá de una decisión, en un logro. Es la voluntad continuada en la determinación la que nos conduce a cumplir con el objetivo propuesto.

De la misma manera, la coherencia entre nuestro discurso y nuestras acciones proporcionará estabilidad y duración a nuestros proyectos. Es decir, la consistencia de nuestra decisión, hará que no seamos vencidos fácilmente por factores agresores; por el contrario, nos permitirá resistir sin quebrarnos. Se dice que un material tiene consistencia cuando se muestra sólido o estable. Según la Filosofía, la consistencia de un argumento está dada cuando todas las premisas de dicho argumento son verdaderas al mismo tiempo. Por lo tanto, podría decirse que la consistencia nos habla de la cohesión de diferentes partes en una entidad única.

Este dúo de cualidades son fundamentales para mantener la indemnidad de todas las relaciones interpersonales. Sin embargo, hoy nos referiremos al matrimonio. Si entendemos que la indemnidad de una relación se refiere a la buena salud de la relación; es decir, una relación libre o exenta de daños irreparables.

El amor por el cónyuge no es algo que ocurre en un abrir y cerrar de ojos. Más allá de la química involucrada en la atracción física, junto a todo el encanto que conlleva explorar la personalidad de alguien nuevo en nuestra vida; el amor que los mantiene unidos evoluciona desde estos chispazos eléctricos hasta ese sentimiento que nos hace querer compartir nuestra vida con otra persona, que nos hace desear formar una familia con él o con ella como nuestro compañero.

Si te preguntara en qué momento específico del cortejo, o de ese acercamiento más profundo supiste que lo amabas, ¿qué me responderías? No sabemos a ciencia cierta, cuándo y cómo sucedió; sabemos que no fue una cosa en particular que él o ella hizo que nos enamoró. Sino un cúmulo de gestos, de palabras, de acciones, de eventos que tuvieron lugar en la relación, los que de alguna manera, nos hicieron llegar a la conclusión del amor, al sabernos enamorados, a esa certeza interior de poder decir libremente: _Te amo.

Fue la constancia y la consistencia mostrada por esa persona y por ti hacia ella lo que te llevó a esa certeza. Fue la manifestación de su voluntad en mostrarte la resolución que primero tuvo en su ser interior de conquistarte. Fue la persistencia en lograr su propósito de ganarse tu corazón. Además, sus palabras fueron consistentes con sus acciones. Te habló de amor y te demostró el amor. 

Cuando vamos a hacer una torta, la mezcla formada por todos los ingredientes adquiere una cohesión que le da la estabilidad necesaria a la mezcla, la cual nos asegura que al hornear, el resultado final será una torta con consistencia. Así, para mantener un matrimonio estable, más allá de grandes hazañas, de esfuerzos extraordinarios, son las cosas sencillas de la vida que se hacen una y otra vez, las responsables de mantener la cohesión de la unión.

No es la visita dos veces al año a un Odontólogo lo que te garantiza tu salud dental. Es el hábito de cepillarse los dientes todos los días, después de las comidas, lo que te dará dientes sanos. Puedes esmerarte en cepillarte los dientes muy minuciosamente un día de la semana, pero ese esfuerzo en particular jamás podrá sustituir a la constancia de hacerlo todos los días varias veces al día.

Si comienzas una dieta cada lunes y el miércoles renuncias a ella para comer chucherías, por más que te hayas esforzado el lunes y el martes, no lograrás tus objetivos. Por el contrario, si decides comer de una manera saludable y perseverar en ese tipo de dieta, en el tiempo, inexorablemente llegará el momento en que comiences a estar en forma.

Puedes trotar 10 kilómetros un día, pero ese gran esfuerzo no tendrá trascendencia en tu cuerpo a menos que lo hagas con constancia. Si quieres aprender un determinado deporte o tocar un instrumento musical, puedes comprar el mejor instrumento, la mejor ropa deportiva, contratar a los mejores profesores; pero, si no eres constante en tus clases y práctica, sino eres fiel a esa resolución que tomaste en tu interior, difícilmente podrás pasar de los principios básicos.

Son las cosas más simples de la vida que se practican con constancia. Es la consistencia de nuestras palabras con nuestras acciones las que trascienden en nuestras relaciones y muy especialmente en la relación matrimonial. Si un día eres amable al levantarte en la mañana, si besas a tu esposa y le das los buenos días dulcemente antes de hacer cualquier otra cosa, eso es un gesto precioso, maravilloso. Pero, si el resto de los días persistes en ser un antipático, te aseguro que su corazón se pondrá como una planta que has olvidado regar por mucho tiempo. 

Si un día le hablas a tu esposo con ternura, si le demuestras lo importante que es para ti con palabras de afirmación y admiración, eso será muy dulce a su alma. Pero, si el resto de los días solo te quejas constantemente y de tu boca no salen más que palabras de descalificación, tu esposo se sentirá herido, decepcionado y, muy probablemente, se mantendrá alejado de ti.

Si haces una promesa en cambiar algún hábito que está ocasionando problemas  personales y, por ende, a la relación; pero, tus acciones no son consistentes con tus palabras, entonces, tu cónyuge sentirá que sus sentimientos no son importantes para ti. Y de la misma manera que un día, la sumatoria de todas esas simples cosas llenas de amor, ilusión y alegría que hiciste con constancia y que fueron consistentes con tus palabras, hicieron que él o ella se enamorara de ti y llegara a amarte. De la misma manera, pero en el camino contrario, sentirá una gran decepción acompañada de mucho dolor. 

Las cosas más extraordinarias de la vida no consisten en un hecho o palabra en particular, sino en el resultado, a través del tiempo, de ese cúmulo de hechos y palabras que con constancia y consistencia hemos practicado. El matrimonio, al igual que las más exigentes disciplinas, necesita la práctica constante del ejercicio del amor en todas sus facetas. Necesita del ejercicio del romance, del ejercicio del servicio, de la confianza, de la amabilidad, de la bondad, del perdón, de la risa y de la pasión. 

El amor se expresa en la constancia de nuestros actos y se afirma en la consistencia de los hechos con la verdad de la palabra.

Por último, comparto con ustedes algunos consejos del apóstol Pablo en su epístola a los Romanos 12; los cuales, para mí, representan una excelente guía de principios cristianos para todas las relaciones interpersonales. Vale la pena ponerlas en práctica en nuestro matrimonio:

El amor debe ser sincero. Aborrezcan el mal; aférrense al bien.Ámense los unos a los otros, respetándose y honrándose mutuamente.Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor y sírvanse unos a otros con el fervor que da el Espíritu.Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración.Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan.Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran.Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean que ustedes son los únicos que saben. No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. 

No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.

Romanos 12: 9-16.

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