La televisión argentina entrevista a la muy experta y prestigiosa periodista española Pilar Rahola, y ella habla con detalles in extenso de una explosiva y creciente violencia de la cual poco se informa en el mundo y, habitualmente, nada se dice en la Venezuela de la revolución chavista trasvasada por Nicolás Maduro y aliados.
La cada día más presente y en desarrollo violencia de la mujer iraní, moderna y reprimida, contra la represión machista, ventajista, atrasada en el tiempo y sin argumentación racional y culta del régimen teocrático de un país que combina propaganda de seriedad, enfrentamiento con Israel, desarrollo tecnológico con propósitos de guerra –santa, justifican los clérigos gobernantes que no han logrado quitarse de encima las leyendas de Saladino y otros caudillos históricos-, los complejos de la minoría religiosa shiita, oposición frontal al cristianismo de buena parte del mundo, pero esencialmente del poderío técnico, armado y de progreso judeocristiano.
Hágase usted de cuenta que en Venezuela gobernaran, con poder inapelable, párrocos y obispos, con algunos prelados que son más obispos que los demás. Que fuésemos un país donde la mujer aunque vaya a la Universidad, debe obedecer sin chistar al hombre independientemente de la formación cultural de cada miembro de la pareja. Donde los hombres fumasen pero no bebiesen orasen varias veces cada día a Alá y viviesen convencidos de que no sólo serán llamados a combatir, y de que el combate es cosa santa y puede ser a bordo de un caza ruso o poniendo escondidamente una bomba en una escuela no fundamentalista islámica.
Para ese tipo de hombres habitantes además de un país con gobierno, militares y policías que se guían no por leyes civiles sino por las normas religiosas de estricto cumplimiento –cualquier desobediencia a los clérigos es pecado y a la muerte en combate o en misión aunque sea ilícita cada hombre será llevado a un paraíso sexual lleno de mujeres vírgenes, que parece ser su principal interés-, ser iraní y shiíta musulmán es un compromiso natural y la mujer, sea madre, esposa, hija, hermana o pariente (y todas las parientes son inferiores y obedientes quieran o no), una obediente servidora que carece de cualquier opinión contraria.
Pero vivimos en tiempos en los cuales los secretos empiezan a infiltrarse, es la era de la tecnología e incluso quienes se empeñan en vivir en la Edad Media o antes son tocados por los ideas que sus propios jefes consideran revolucionarias y antiDios y las han enseñado a despreciar.
Lentamente pero con el ruido del vocerío de los propios fanáticos, se va empezando a mover Irán. La mujer sigue siendo madre y a la madre algún respeto hay que darle aunque usted sea dirigente. Y son las mujeres las que van saliendo, trapo a trapo, de su esclavitud iraní.
Después de todo Mahoma nada hubiera podido hacer sin la fortuna personal de la viuda. Y las mujeres iraníes y talibanes del siglo XXI empiezan a darse cuenta.
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