En política, el riesgo implica el desequilibrio como causa de agudos conflictos. Todos capaces de desencadenar problemas de imponderable alcance. Para la Real Academia Española, su diccionario refiere como riesgo: “contingencia o proximidad de un daño”. Aunque dicha acepción pudiera acercarse a lo que la teoría política denomina “el peligro de inestabilidad ”. Este apelativo hace ver que el riesgo político es más severo que cualquier otro por cuanto afecta grupos o comunidades. Inclusive, un país o una nación en su totalidad.
Venezuela tiene varios años figurando entre los países de mayor riesgo político, El Índice de Inestabilidad Política, elaborado por la Economist Intelligence Unit, (Unidad de Análisis Económicos) del grupo británico The Economist, así lo ha demostrado.
Esta medida, basada en la percepción de la probabilidad de inestabilidad política, tanto como de violencia por motivos políticos, es establecida a partir de criterios econométricos y de un modelo de secuencia politológica que fundamenta el seguimiento del problema en cuestión. Sus resultados pueden consultarse públicamente. De hecho, constituye un buen registrador para averiguar las tendencias de fondo que dan cuenta de cuánto las dificultades políticas van horadando el terreno sobre el cual se moviliza una nación completa.
El análisis en referencia, se construye según cuatro factores que, a su vez, integran otras variables de capciosa incidencia política. Son, a saber:
1) La profundidad de la crisis económica.
2) La presencia de individuos identificables a quienes achacarle la susodicha crisis.
3) La sospecha de que la crisis puede ser más profunda de lo que reconocen las autoridades.
4) El contagio que a nivel popular dichas crisis son capaces de irradiarse o expandirse.
A Venezuela la acompaña un número importante de países latinoamericanos y caribeños. El riesgo político que se percibe con base en los criterios aducidos, no sólo toca el temor que genera la proximidad de un estado de inestabilidad del poder. Que puede trastocar el destino nacional o internacional. También afecta el ámbito económico, toda vez que el riesgo político se nutre de las desavenencias que infunden las crisis económicas cuyas fuerzas tienen el ímpetu necesario para sacudir los estamentos políticos de una nación.
Asimismo, este problema evidencia el retroceso que, en el plano político, ha venido percibiéndose. Aunque, según lo observado, el régimen político venezolano, particularmente, poca o ninguna atención presta a este indicador. Argumenta que son falacias o distractores inventados o inducidos por el “imperio” con propósitos malsanos.
No obstante, a decir de quienes se encargan de elaborar el inventario de países con alto riesgo político, a nivel mundial, el Índice no busca asustar. Pero sí, evidenciar el peligro de inestabilidad el cual, de acuerdo al lugar que ocupa Venezuela, es grave toda vez que el país se ha posicionado en un nivel bastante comprometido.
¿Y qué decir del ejercicio de la política?
Cabe acá señalar, que el ejercicio de la política es bastante contradictorio. Ello hace difícil alcanzar un lugar reservado en lo que la teoría política llama: “un buen gobierno”. En este orden, vale agregar que el ejercicio de la política semeja un mercado muy concurrido y conflictivo. En él, sus oferentes y demandantes, operadores y activistas, al igual que los potenciales afectados, todos enemigos abiertos y cerrados, actúan cuales expuestos soldados en el contexto de una guerra declarada y acordada en todos los sentidos que sus consecuencias alcancen.
Dicho campo de batalla, además matizado con colores opacos, se combate con las armas del engaño, de la seducción y de la mala fe. Por eso, la verdad está protegida por un convoy de burdas mentiras. Y las desavenencias y avatares que se dan en su terreno, provocan que la ficción y la realidad luzcan confundidas. Y por tanto, confundan a todos sus actores, agentes y participantes.
Podría decirse que en el ámbito de la política, se convive con extraños. O se vive entre extraños y suspicaces. Ahí cualquier argucia o marramuncia, sirve al politiquero más impertinente. Tanto como al más irreverente. Sobre todo, en países donde el ejercicio de la política es casi un símil de un “acto de guerra”. Y justo, en medio de tan aventurada situación, se cohabita de crisis en crisis. He ahí algo en lo que cabe bajo lo que puede implicar el riesgo político.
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