Me hallaba conversando con Aylin Ulker, la hija de una gran amiga, quien está haciendo su doctorado en terapia ocupacional, después de haberse graduado de psicólogo. Me comentó que estaba trabajando en su tesis de grado. Su proyecto consiste en analizar los beneficios de un cuarto sensorial con la intención de lograr promover que la Universidad de Clemson en Carolina del Sur apruebe incluir un cuarto de este tipo en sus espacios.
Se trata de crear conscientemente un espacio donde la gente pueda ir a tranquilizarse, a sentirse a gusto o, simplemente, a percibir texturas, olores o sabores. Me llamó la atención el tema pues considero que un espacio de este estilo puede servir como herramienta muy útil en estos momentos cuando hay muchos individuos que sienten presión, incertidumbre, angustia, soledad, o miedo.
Me pareció muy interesante el concepto y, especialmente, cómo la estancia en el cuarto sensorial, interactuando con los elementos que se encuentran en él, puede producir tranquilidad a la persona que la necesita, tal cual como un chupón puede calmar a un bebé que se encuentra intranquilo y llorando, o como el peluche o la cobija favoritos se pueden convertir en compañeros ideales para muchos niños.
Aylin me contaba que espacios terapéuticos de esta naturaleza ya existen en algunas universidades de los Estados Unidos y, también, en otros países. Irlanda destaca entre ellos pues, a pesar de ser un país pequeño, tiene varias universidades con cuartos sensoriales.
Cuántos de nosotros no nos hemos abstraído mirando una lámpara de lava, un reloj de arena o los peces en un acuario. Cuántos no hemos disfrutado acariciando una textura que nos gusta, o balanceándonos en una silla con un movimiento rítmico. Estas simples actividades causan un efecto de abstracción del entorno y de concentración en el movimiento o en la sensación que logran que la persona se sienta bien y en armonía con su propio ser y hasta con su entorno.
Los cuartos sensoriales se diseñan con la intención de que los elementos que contienen sirvan para proporcionar sensación de bienestar y de tranquilidad a quienes ingresan en él. También sirven para ayudar a que la mente se enfoque.
Mientras hablaba con Aylin pensaba en que muchos logramos esos mismos efectos sin necesidad de contar con un cuarto sensorial a través de la oración, o cuando nos conectamos con la naturaleza , o cuando meditamos, o hacemos ejercicio, o vamos a algún lugar donde nos sentimos cómodos, como nuestra silla preferida con un té o un café, y un libro interesante. Aún contando con todas esas herramientas, considero que un cuarto sensorial puede ayudar a muchas personas a enfocarse en momentos en que la mente divaga, a tranquilizarse, cuando no encuentran paz y a sintonizarse con su propio ser.
Espero que la idea que Aylin está tratando de promover tenga buena acogida y que no sea una, sino que sean muchas las universidades que decidan incluir un cuarto sensorial en sus espacios para brindarles a sus estudiantes la oportunidad de ir a ese cuarto cuando sientan la necesidad de estar en él. También espero que la buena acogida del concepto no sea sólo a nivel de las universidades sino también a otros niveles, y que cada uno de nosotros logre encontrar, ya sea interna o externamente, ese espacio donde pueda sentirse seguro y en paz.
Prendamos una vela y pasemos la luz!
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