El jueves 13 de enero, el viceministro de Relaciones Exteriores del Kremlin, Sergei Ryabkov -en medio de la tensión existente entre Estados Unidos y la OTAN, por una parte, y Rusia, por la otra, a causa del eventual ingreso de Ucrania a la Alianza Atlántica y la expansión de ésta al este de Europa, que tendría como respuesta la invasión rusa a la nación exsoviética- no descartó el despliegue de infraestructura militar en Venezuela, en declaración ofrecida a la televisora rusa RTVI. Sus palabras fueron: “No quiero confirmar nada…ni descartar nada”. El propio ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, dejó entrever la posibilidad de enviar tropas e instalar misiles en Venezuela y en Cuba. Luego, el día 17, al comentar esa declaración, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, manifestó que “en el contexto de la actual situación, Rusia piensa en cómo garantizar su propia seguridad”. Y el ministro de la Defensa de Rusia., Serguéi Shoigu, dijo: “Nicaragua, Cuba y Venezuela, aliados de Rusia en América Latina, requieren ahora más que nunca el apoyo de Moscú”.
Los altos jerarcas rusos, al hablar en los términos arriba señalados, dejando a su arbitrio si envían o no tropas y equipos militares a Venezuela, nos dan un trato de colonia y aniquilan la soberanía, que es uno de “los derechos irrenunciables de la Nación”, según lo dispuesto en el artículo 1 de nuestra Constitución, la cual, además, en su artículo 13 reza: “El espacio geográfico venezolano es una zona de paz. No se podrán establecer en él bases militares extranjeras o instalaciones que tengan de alguna manera propósitos militares, por parte de ninguna potencia o coalición de potencias”. Una de dos: si esa declaración de los voceros rusos fue dada con el conocimiento previo del régimen de facto venezolano encabezado por Nicolás Maduro, estaríamos en presencia de una cesación consentida de nuestra soberanía; y si esa declaración es conocida después, sin ser protestada por el régimen de facto de nuestro país, estaríamos en presencia de una cesión tolerada de nuestra soberanía. En los dos casos, es obvia la gravedad de sus consecuencias.
Como opinó el internacionalista Adolfo P. Salgueiro, en artículo del 5-2-2022, “queda claro que aquí estamos en presencia de una disputa de equipos de Grandes Ligas. Venezuela solo juega el papel de peón –ni reina ni alfil- en un tablero de ajedrez gestionado por otros”.
En el editorial de El Nacional, de fecha 15-1-2022, se va mas lejos cuando se afirma que la soberanía es “una condición que perdió el país desde hace muchos años”, con la siguiente argumentación: “…Fue el mismo comandante, el fundador del chavismo y del socialismo del siglo XXI (el monstruo sin pies ni cabeza), el que abrió la puerta grande…No se olvide que desde 2004 Chávez y su homólogo ruso firmaron acuerdos de asistencia técnica para manejo de armamento sofisticado que se compró precisamente a ese país. Tenemos aviones Sukoi, y con ellos vinieron los pilotos rusos; el sistema de misiles antiaéreos es manufactura de allá, así como los vehículos de combate, armas y fusiles de corto y largo alcance y hasta una fábrica de AK y municiones que hace poco se dijo que comenzaría de nuevo a operar. ¿Qué más quieren? Si hasta los edificios de instalaciones como el Fuerte Tiuna están llenos de soldados de diferentes rangos de esta nacionalidad.
En cuanto a la subordinación frente a Cuba, los analistas de las cuestiones internacionales reflexionan sobre las mermas de nuestra soberanía. El conocido y reputado escritor Moisés Naim, considera que “Venezuela experimentó una especie de colonización al revés: no fue una gran potencia conquistando a una más débil sino que un país más pequeño y fracasado, Cuba, el que logra tomar el control de su vecino más grande y rico”. Y el dirigente político Héctor Pérez Marcano, dice que “somos hoy una colonia política de Cuba”.
Cuando oigo el himno nacional y veo ondear en el aire la bandera de nuestro país, me asalta un recuerdo. Durante el destierro impuesto por la dictadura de Juan Vicente Gómez, Rómulo Betancourt publicó en enero de 1932 en Costa Rica un folleto, muy difundido y comentado, titulado Con quién estamos y contra quién estamos, en el que denuncia “la desvergonzada política entreguista de nuestras riquezas nacionales a explotadores extranjeros…al punto de que hoy no somos sino una semi-colonia, con permiso para usar himno y bandera, pero sin autodeterminación para resolver como nos venga en gana nuestros problemas internos e internacionales…la soberanía no existe en ella; y, por definición, pueblo sin soberranía no es libre”.
Ahora en 2022, noventa años después, podemos afirmar que no tenemos soberanía y que ésta se ha trasladado a La Habana y Moscú, desde donde nos han dado permiso para seguir usando himno y bandera.
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