A pocos días de un proceso electoral que pareciera ser mas racional que los últimos ejecutados, se mantiene el dilema de que se vote o no se vote; un dilema que nos viene atosigando desde que de manera intolerante, audaz, pero sin sentido, fue calificado el proceso electoral fraudulento, cuya corriente ha sido la constante desde que unos usurpadores de la conciencia del pueblo ignorante, muchos venezolanos asumiendo la abstención como una fórmula política para enfrentar la crisis. Pero, lamentablemente, quienes han propuesto la abstención, lo han hecho con un fundamento suposicional, que solo es posible admitirlo en la apreciación de la situación; jamás podremos conocer la verdad si no se produce un hecho.
Un militar estudiado, no demagogo como los hay hoy en abundancia generalizada, sabe que cuando nos vamos a enfrentar a un enemigo en una supuesta batalla, luego de hacer la comparación y equilibrio del poder de fuego o de fuerzas, atenidos a la inteligencia, procedemos a preparar las formas de acción posibles que nos conduzcan a la victoria; y de esta apreciación resulta la convicción de como enfrentar la batalla aplicando la mejor forma de acción que nos favorezca, y no dejando de pelear porque no tengamos la mejor forma de acción, si el enemigo estará en la batalla. Sabemos, por lógica militar, que es igual en la política, que si no nos defendemos enfrentando al adversario, tendremos la derrota asegurada, pero si nos enfrentamos al adversario, podemos ganar.
Cualquier militar, con una buena formación o preparación, y que se ufane de ser un versado estratega, o mejor dicho, como es más frecuente, un ufanado conductor táctico, sabe que las suposiciones nos orientan en la generación de las mejores formas de acción para el ataque, pero también sabe el comandante que va a operar, que la presunción solo sirve para orientar el mejor camino o vía, y la mejor forma de acción a tomar en el campo de batalla. Esto es igual en el liderazgo político y cuando se propone la abstención se asume la derrota sin pelear. Es el deseo del enemigo, convencer al contendor de que va a perder para que este le deje libre el camino subyugándoles sin pelear. En política se llama no votar.
Este preámbulo, para orientar la idea de insistir en nuestra suposición, que obviamente también es valedera en el momento político, que al decir de Karl Von Clausewitz en su comentada ficción estratégica, que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”; ¡aquí!, poniendo como símil el proceso electoral, muchos se ufanan de dar por perdida la guerra (electoral) sin ir a la batalla, es decir, ¡no votan y llaman a no votar, porque “saben” que vamos a perder porque van a hacer fraude! ¿No, es ésta una estúpida apreciación, que se transforma en una verdad imposible o improbable? ¡Nada se gana ni se logra, si no se promueve o acciona! Y, parangonándolo con la teoría del azar, ¡Quien no arriesga no gana! ¡Es cierto, no pierde lo que arriesgaría, pero nunca ganaría, si la oportunidad se presenta para ganar!. En todo caso, ir a la batalla en la guerra, es igual que votar en la política, es el riesgo es necesario!
Los venezolanos buscamos un cambio político, que en democracia solo es posible mediante el voto, ¡que no la guerra!. ¡Si la fuerza opositora lo ve imposible por miedo a la presunción del fraude, nosotros debemos demostrar con nuestro accionar con el voto, de que esta es la única estrategia posible contra la estrategia política del régimen!
Esa presunción dominante del posible fraude, transformó en grave peligrosidad el dilema del voto, tanto para las programadas parlamentarias, como a la llamada consulta popular, en ambos actos con rango constitucional, que venidos o no a menos, parecieron puentes o piedras en el camino democrático para el esperado cambio del régimen; o cese de la usurpación como se le ha calificado desde febrero de 2019. Sin dudas, el ejercicio del voto en Venezuela se ha transformado en un dilema indescifrable, que ya desde que la Oposición democrática, sin unidad, se empecinó en asumir como protesta al desmadre partidista y la falta de acuerdos para logar el consenso, implementó y aun aúpa una desafortunada campaña abstencionista fundamentada en la presunción del fraude.
No dudamos de que hayan existido actos fraudulentos en los procesos electorales durante este largo período del “socialismo del siglo XXI”, pero debemos estar claros, que la mayor parte de las presunciones fueron el resultado, lamentable de la falta de coordinación procesal electoral en el cuido del voto y en la protección del proceso por parte de los líderes políticos de los diversos partidos en centro y mesas electorales.
También debemos convencernos, que la avalancha de votos del chavismo se debió a lo que podemos llamar “la locura chavista”, donde pareció un renacer de patria impregnado de un sórdido y estúpido militarismo, que no solo contagió a los humildes engolosinados con la brillantez del discurso de Chávez, sino que en esa malformación política, apareció el oportunismo de algunos líderes civiles y militares, que creyeron poder subir la cuesta sin importarles el resultado, sino su figuración.
Hoy cuando esta ya como un hecho un nuevo proceso electoral, es la oportunidad para imponernos contra el régimen con el VOTO.
@Enriqueprietos
https://www.analitica.com/opinion/de-nuevo-el-dilema-abstencion-o-voto/