Hay cosas en el mundo que aunque se maquillen de festivos colores tienen una esencia perversa; es decir, lo permanente e invariable en ellas es el mal. Hay personas que expresan una multiplicidad de buenas razones, buenos pensamientos y buenos sentimientos, pero la verdad es que la motivación que subyace en su interior es egoísta y mezquina. Personas que hablan de paz, pero viven haciendo la guerra.

Hay un pasaje en el libro de Proverbios (6: 16-19) que expresa claramente el perfil del mal. Una guía específica para reconocer las características de quienes no son representantes dignos, no son líderes sino impostores, no gestionan las riquezas sino las hacen suyas, no promueven el progreso sino crean la pobreza. Aquellos que según este pasaje bíblico son abominables a los ojos de Dios.

Seis características enumera el sabio en este pasaje, y una séptima expresa como la peor de todas. Cada una de estas expresiones muy bien podrían convertirse en un medidor para que aprendamos a reconocer y juzgar el mal:

En primer lugar, nos habla los ojos altivos; es decir, los ojos arrogantes del que mira sin ver. Aquel ante cuyos ojos la necesidad del prójimo solo es una oportunidad para desplegar su soberbia.  El que se ve a sí mismo con una estima demasiado elevada, al punto de creerse insustituible.  

En segundo lugar, le sigue la lengua mentirosa. Esa lengua que guarda debajo de sus canciones, poesías, halagos y promesas, la falsedad; la lengua que no reconoce la soberbia de los ojos altivos, por el contrario, los viste con un elegante traje de justificaciones; la verborrea, la lengua que, en la multitud de sus palabras, el pensamiento va maquinando la mentira.

En tercer lugar, el proverbio nos lleva a un nivel del mal más violento, al nombrar a las manos que derraman sangre inocente; manos que tiñen de rojo la historia de los sencillos y humildes, los que viven anhelando sus sueños, llorando sus desgracias. Manos que torturan, que hacen llorar las venas, manos que no enjugan lágrimas, que abofetean mejillas, que toman para si lo que es ajeno, manos que destruyen la esperanza. 

En cuarto lugar, nos habla de una carrera,la carrera de los pies que corren presurosos al mal. Los quese ejercitan cada día corriendo kilómetros de estrategias, de toda clase de maquinaciones perversas en maratones por el poder y la riqueza. Los pies que por donde pasan dejan la huella imborrable del dolor y la pobreza.

El quinto lugar lo tiene el corazón que maquina pensamientos inicuos. El corazón donde no hay justicia, el corazón con pensamientos de maldad. Porque el que practica el mal, primero se sienta a planificar su estrategia, no improvisa, lo estudia, lo prueba y lo fortalece con la práctica.

En sexto lugar, los estrategas de la maldad cuentan siempre con el testigo falso, que dice mentiras; aquellos de doble ánimo dispuestos a jurar un día para que la mentira se convierta en algo creíble, y al día siguiente ellos mismos la crean como verdad. Los hipócritas que se visten de bondad y hacen promesas de bien; pero, se sientan a la mesa con los perversos para negociar con la confianza de los inocentes.

Y en séptimo lugar, para cerrar este perfil del mal, concluye el proverbio con lo peor de todos los males, el que siembra discordia entre hermanos. El que no respeta los vínculos más sagrados de la sangre y de la tierra, sino que usa su verbo para sembrar la semilla del odio entre hermanos, entre coterráneos. Ese que teje cizaña entre los miembros de una misma casa, el que tiene como lema dividir multiplicando el odio.

Mucha gente espera de nosotros que callemos ante el mal y juzgan como algo bueno nuestro silencio. Muchos deciden callar porque es más cómodo no involucrarse, no asumir una posición, ni siquiera ante los círculos de influencia más cercanos a su vida. Otros esperan que unos pocos hagan el trabajo que nos corresponde a todos.

Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena”. Mahatma Ghandi.

“Seis cosas aborrece el Señor,
Y aun siete abomina su alma: 

Los ojos altivos, la lengua mentirosa,
Las manos derramadoras de sangre inocente, 

El corazón que maquina pensamientos inicuos,
Los pies presurosos para correr al mal, 

El testigo falso que habla mentiras,
Y el que siembra discordia entre hermanos”. 

Proverbios 6:16-19.

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