No existe en el reino mineral, ni en el vegetal, y tampoco lo tienen todos los miembros del reino animal, ciertamente ninguno del micromundo, y a escala macro aparece solamente a partir de ciertas especies, y va aumentando su tamaño y capacidades a medida que algunas especies evolucionan, hasta alcanzar su mayor tamaño y potencialidades en el homo sapiens. El cerebro humano es un órgano extraordinario, nos llevó a ampliar nuestro hábitat, a dejar las selvas y la condición de cuadrúpedos, ya en las sabanas y con los brazos libres, fuimos bípedos con mayor paisaje para explorar, con más habilidades manuales, y cada vez menos dependientes de las instrucciones genéticamente grabadas como instintos, generando nuevas maneras de sobrevivir, de aprovechar los recursos de cada espacio que conquistábamos, de observar, reflexionar y memorizar cada nueva experiencia, y de diseñar otras opciones para enfrentar las dificultades. El homo erectus y el homo hábilis produjeron al homo sapiens, capaz de superar la simple y repetitiva organización de las manadas, de domeñar al fuego, de elaborar armas, con madera y rocas, y luego herramientas, para luego inventar la rueda, los símbolos, los lenguajes, primero verbales, luego escritos, de nómadas pasamos a sedentarios, de cuevas a rascacielos, de bestias a seres pensantes, conscientes de pasado, presente y futuro, del bien y del mal, de la indiferencia a la solidaridad, de lo atávico a lo que cada época señala como correcto, y avanzamos como civilización, aunque haya grupos, por suerte minoritarios, que se quedan estancados en esquemas de pensamiento y conducta primitivos. Pese a los rezagos, ya dejamos atrás la barbarie, los sacrificios, el canibalismo, la esclavitud, el maltrato y la explotación de los más vulnerables, los errados enfoques sobre la superioridad, el racismo, el honor.
El 6 de agosto de 1948 Ligia Parra Jahn asesinó a balazos al Ingeniero español Joseba María Olasagasti, alegando que él había incumplido su promesa de matrimonio y ella estaba embarazada. Fue condenada a siete años de prisión, pero cumplió solo una fracción por buena conducta. Luis María “Billo” Frómeta Pereira, excelente músico, compositor y director de orquesta, se casó tres veces, la primera vez allá en su tierra natal, República Dominicana, con una venezolana, Mercedes Olimpia Senior, quien años después lo demandó por presunta bigamia ante un tribunal en Caracas, y por obvias fallas en la documentación presentada por la defensa, estuvo preso varias semanas, hasta que se demostró su inocencia (la cínica demandante había viajado desde Dominicana a Venezuela con un pasaporte que la identificaba en su estado civil como Divorciada).
En 1966, Edgar Ortega, vecino y amigo, colega estudiante del IPC por unos meses, luego iniciaría estudios de Derecho en la Universidad Santa María, fue también asesinado a tiros, en el Edificio Zinn de Caracas, por quien había sido su compañera de estudios de abogacía y su novia, la cual justificó el crimen también por no haberse casado con ella, aunque ni siquiera había embarazo de por medio. La criminal salió del asunto totalmente impune, al parecer auxiliada por la vergonzosa influencia de un tío suyo, Ministro de Justicia en ese entonces.
En 1963, el Código Penal vigente, en su Artículo 423 decía: “No incurrirán en las penas comunes de homicidio ni las de lesiones, el marido que, sorprendiendo en adulterio a su mujer y a su cómplice, mate hiera, o maltrate a uno de ellos o a ambos. En tales casos las penas de homicidios se reducirán a una prisión que no exceda de tres años ni baje de seis meses. Igual mitigación de pena tendrá efecto en los homicidios y lesiones que los padres o abuelos ejecuten en su propia casa, en los hombres que sorprendan en un acto carnal con sus hijas o nietas solteras”. También, ese obvio sesgo legal machista, establecía que “el domicilio conyugal era el declarado por el marido”. Un afamado Periodista de Caracas, código HDP 6-17-20, con fama de exitoso mujeriego, alquiló un segundo inmueble, y denunció a su esposa “por abandono del hogar conyugal”. El Tribunal a cargo realizó tres inspecciones oculares a la falsa residencia conyugal y le otorgan el divorcio al muy canalla, a espaldas de la esposa, quien estuvo todo el tiempo en el hogar real, pero por el trámite fraudulento pierde sus derechos a su parte del patrimonio de la pareja, y queda como la villana. No satisfecho con el cobarde engaño a su esposa, el galán se dedicó a seducir a la esposa de su cuñado, hermano de la divorciada mediante leguleyismos, y éste resolvió la terrible situación matando a tiros al inescrupuloso seductor. Por supuesto que en su epitafio y discursos postmorten, no se han mencionado sus cobardes e inmorales hazañas.
En Suecia, hace más de 20 años, el caso de una mujer que se casó con su novio de la Secundaria, pero mientras él no culminó ese segundo nivel, ella -en paralelo a sus labores hogareñas- prosiguió estudios, se graduó en la Universidad, y fue ascendiendo en el ejercicio de su profesión, por lo que su marido, empleadillo subalterno en una empresa, la maltrataba verbalmente a diario, mofándose de su condición de profesional universitaria exitosa, hasta que -tras varios años de esa enfermiza relación- ella mató a tiros al cónyuge, y el juez del caso por homicidio la absolvió, añadiendo a la insólita sentencia un reclamo por no haberlo matado antes.
En Alemania hace pocos años, una Joven de 20 años fue asesinada por sus padres, y enterrada en un bosque cercano, por negarse a contraer matrimonio con un joven, acordado entre los progenitores de ambos jóvenes, de Pakistán todos los involucrados. El Ministro del Transporte de Arabia Saudita afirmó que conducir vehículos vuelve estériles a las féminas, para justificar la prohibición a las mujeres, de manejar en ese país árabe. Bob Marley, jamaiquino que tuvo éxito y se internacionalizó desde Londres, rechazó por motivos religiosos la amputación de un dedo del pie donde tenía un tumor maligno, el cual hizo metástasis y le produjo la muerte, con 36 años. En Nueva York, EEUU, un niño de 10 años fue atropellado por un vehículo y perdió mucha sangre en el trauma. Sus padres, testigos de jehová rechazaron la imprescindible transfusión de sangre (su religión también se opone a los transplantes de órganos), y los médicos a cargo solicitaron y obtuvieron la autorización de un Juez, quien dio prioridad a la vida del niño, antes que a las creencias de sus padres. Estos lo abandonaron.
El movimiento LGBT (lesbianas, gays, bipolares y transgéneros) mantiene una permanente presión para que sus errados conceptos y exageradas exigencias sean impuestas en todos los mecanismos de formación e información, llegando a extremos prepotentes e inaceptables. Para la secuela del film “Frozen”, protagonizado por dos princesas, exigían que la princesa con poderes de congelar lo que le provocara a su alrededor, fuese lesbiana (lo cual afortunadamente no lograron), y hace poco anunciaron que en próxima película, aparecerá el hijo de Súperman (Clark Kent) y Luisa Lane, con los súperpoderes heredados de su padre, pero siendo homosexual declarado y con novio notoriamente gay. Pretenden que las expresiones cinematográficas (y literarias, televisivas, etc) promuevan como absolutamente normales las desviaciones que sufren quienes habiendo nacido varones dicen sentirse y ser hembras, y viceversa, y además deban ser consideradas cuantitativa y cualitativamente iguales a las mayorías de las personas que viven, piensan y sienten en correspondencia con el sexo masculino o femenino que produjo su gestación. Los LGBT se han atrevido incluso a adulterar lo que la ciencia y la realidad han demostrado sobre la biología humana, afirmando que hay mujeres con aparato reproductivo gestatorio (ovarios, útero), y mujeres con aparato reproductivo inseminatorio (pene, testículos), toda una barbaridad para reforzar sus torcidos esquemas mentales y corromper a las nuevas generaciones.
En un episodio de “La Ley y el Órden”, realizado en el 2019, nos muestran el caso de una mujer madura, cercana a los 40 años, al parecer dedicada exclusivamente a atender el hogar, casada hace seis años con un policía coetáneo, ambos sin hijos, alegando estar harta del constante maltrato verbal de su cónyuge (ella interpretaba como amenaza que él, al llegar del trabajo, colocaba su arma de reglamento sobre la mesa de la sala o del comedor, y le criticaba a menudo por la comida que ella preparaba). Mientras varios colegas que trabajaron en el caso, esperan ser llamados a declarar en una sala cercana al tribunal que procesa el homicidio, otro policía, protagonista de muchos episodios de esta serie televisiva, argumenta insistentemente en que el policía asesinado era todo un patán desde su adolescencia. La teniente que lidera ese equipo policial (la actriz Mariska Hargitay, protagonista primordial de la serie desde sus inicios, hace más de 20 años) en casi todos los casos apoya a la mujer involucrada, incluso cuando la fémina es la victimaria, y le es muy difícil declarar la verdad que atestiguó al interrogarla, en el hogar de la pareja y en la Comisaría. El episodio termina sin que conozcamos si fue absuelta o hallada culpable. Lamentablemente, en los diálogos no incluyen dos elementos fundamentales para complementar el interesante planteamiento y la discusión entre los policías involucrados; 1º. Que quien porta un arma de fuego, si convive con menores de edad, debe guardar bajo llave esa arma, para evitar que la inmadurez y curiosidad infantil puedan llevar a un mal uso del arma, y producir un herido o un fallecido. Pero no es el caso del policía asesinado, pues su única acompañante en el apartamento es su esposa, mayor de edad, y no tiene nada de irregular que, al llegar a su hogar, siendo policía, coloque su pistola o revólver, que es una de sus herramientas esenciales de trabajo, sobre un mueble (mesa de la sala, del comedor, mesa de noche al lado de la cama). 2º. Que, de ser cierto el maltrato verbal constante, afortunadamente hoy en día existen y tienen vigencia tras opciones, civilizadas y muy diferentes al asesinato del presunto o real maltratador; 1. Denunciarlo formalmente, 2. Pedir una caución tribunalicia para mantener al sospechoso de mala conducta conyugal alejado de su esposa (podría también ser al revés, y que el varón sea la víctima), con riesgo de ir a prisión si viola la prohibición de acercársele, y 3. tramitar de inmediato el divorcio, una opción legal al alcance de cualquiera en la mayoría de los países del planeta, aquellos donde no rigen normas y leyes primitivas, de supuesto origen sagrado, emanadas de un ser imaginario, cuyo culto incluye -directa o indirectamente- el machismo en múltiples versiones (desde la discriminación obvia del dios judeo-cristiano que “crea, a su imagen y semejanza, al hombre, de barro, y luego a la mujer, pero de otro material, no de barro sino de costilla masculina”, lo que hace de las féminas un derivado de los machos, un subproducto, “Sólo la muerte puede apartar a quienes dios une en matrimonio”, inaceptable el Divorcio, hasta la cosificación de la mujer, tratarla como objeto, en el obsoleto y cuasi-esclavista esquema del dios islámico, que llega a los extremos de obligarla a vestir la cavernícola Burka, ocultando todo su cuerpo, excepto la franja de los ojos, y prohibirle estudiar más allá de los primeros grados de la Escuela, salir de la casa sin un macho que la acompañe y represente (padre, hermano o esposo), asistir a estadiums a disfrutar de competencias deportivas, rechazar casarse con quien hayan escogido sus padres, peor aún si la joven se enamora de un no musulmán (la interpretación más radical del islám ordena matar a los infieles, exterminar a los que no comparten la creencia en Alá, y tenemos imbéciles que afirman que todo eso es respetable, porque “forma parte de su cultura milenaria”, como si de la propia evolución de la Humanidad no emanaran los cambios y actualizaciones que nos exige nuestra necesidad de elevar el grado de civilización, dejando atrás lo perjudicial del pasado, los conceptos y conductas que tuvieron validez y hoy reconocemos como expresiones de salvajismo, de bestialidad: El canibalismo, la poligamia, el genocidio, los rituales que incluían sacrificios de animales y humanos, la ablación, el trato cruel e injustificado contra todo ser vivo, vegetal o animal, la esclavitud, el racismo, la homofobia, la misoginia, el machismo y el feminismo a ultranza, la presunción de superioridad respecto de otras etnias o grupos sociales, la violencia injusta y abusiva, en todas sus manifestaciones, para someter al prójimo, por considerarlo diferente, inferior, indigno.
https://www.abc.es/sociedad/abci-eche-para-atras-cuando-estaba-punto-operarme-para-cambiar-sexo-202011271256_noticia.html «Soy una profesora de ciencias, que simplemente no puede aceptar que las personas puedan cambiar de sexo solo porque quieren. Aunque soy trans, sigo siendo una científica racional». Así lo considera Debbie Hayton, una profesora británica que hizo su transición hace ocho años. «Las mujeres trans son hombres, y eso me incluye a mí, que incluso soy padre de tres hijos, y las mujeres son mujeres». «Mi opinión es que puedes proteger los derechos de las personas trans, protegernos del acoso y la discriminación, sin creer que de alguna manera somos del sexo opuesto. La confusión entre sexo y género en las leyes tiene consecuencias muy negativas para las mujeres». Hayton cree que además esto afecta también a las personas transexuales: «Necesitamos acceso a servicios de salud adecuados, a clínicas, a apoyo… la lucha para que nos llamen mujeres deja de lado todo eso».
https://www.analitica.com/opinion/la-degeneracion-en-presuntas-reivindicaciones/