Fue un decir muy versado ¡Chávez los tiene locos! y pareciera ser que en Venezuela la locura se transformó en epidemia, ya que muerto Chávez, se insinuó que el difunto vive y causó revuelo, como si su sola mención creara un cúmulo o tumor insondable, que vaga como el viento. Pero lo grave no es el contagio en tiempos de Covid, sino que causa vaciedad o mente torpe, porque cuando quien lo padece entra en desvarío, siempre trata de inculpar a cualquier interlocutor sin percatarse de su dislate.
Hoy se cumplen 19 años del antejuicio de mérito, donde fueron absueltos en juicio previo, los tres almirantes y el general inculpados de rebelión militar, fundamentados en el artículo imperfecto, el 467 de Código Orgánico de Justicio Militar, que como el gobierno mismo de Chávez, tenía norma enunciativa, pero adolece de pena o castigo para el imputado. Lo mismo que pasa hoy, cuando hemos convivido dos décadas con el gobierno de un régimen, democrático por enunciado, pero imperfecto desde su inicio, cuando solo se tildó de ilegítimo e ilegal por un vocerío inconforme, que nunca entendió, que este gobierno o régimen surgió de la misma cosmovisión anti política, que siempre ha insurgido como resultado de la falta de una real visión política, entendida esta como la fuerza convincente de la palabra para gobernar. El subterfugio del hombre social en la polis, que nunca encontrará paz sin entendimiento. Esa paz, que solo existirá con un acuerdo de convivencia, dado que jamás habrá similitud de pensamientos, que afloren una idea común y única, ya que el pensamiento humano es tan disímil como la variedad de mentes.
¡No hay otra!, solo el acuerdo social permite limar las disparidades del pensar, para el común desempeño del gobierno. Ese gobierno del pueblo y para el pueblo, como lo visualiza la democracia. Ese pueblo que en mala hora fue hipnotizado por la vorágine del diabólico común que representó el “malévolo eterno”. Una idiotez configurada como un pensar sincero, camuflado por la cara de un personaje, que derrotado por las fuerzas armadas que lo derrotó, logró calar en la mente del común venezolano, pero llegó la hora del pensar profundo, la hora del surgir inteligente, que reclama aplicar neuronas para volver a solidificar la paz democrática en la patria de Bolívar. Esa paz que solo lograremos en común acuerdo inteligente que de solidez al pensar del venezolano con cordura, de allí nuestro llamado a unirnos al acuerdo nacional por la paz.
Es posible que muchos venezolanos piensan que es más de lo mismo, que nunca se obtendrán acuerdo en beneficio de la democracia y seguirán insistiendo en que ¡hay que sacar al régimen por la fuerza!, que quienes buscan el diálogo para un acuerdo, son colaboracionistas, una terquedad ilimitada que ya no tiene sentido.
Hay que comprender y entender, que no hay otra salida que no sea la del diálogo y acuerdo, donde el régimen derrotado se disculpe y acepte el pago de la penitencia por sus pecados. Serán los venezolanos los que decidirán, como ya se visualiza, como hacer el cambio, que obviamente no será nunca al oprobio, será, quién y cómo manejar el poder en Venezuela.
El diálogo para llegar a un acuerdo, es la forma como se usa la política para lograr o mantener el poder evitando la guerra. El historiador griego Tucídides, cuya crónica de la Guerra del Peloponeso sigue siendo todavía uno de los mejores tratados de política internacional que se ha escrito, estaba sumamente interesado en los fenómenos del poder y trató de explicar las leyes que lo gobiernan, tal como éstas quedaron manifiestas en la historia del imperio.
El opinaba, que los tres factores sociológicos más competentes entre los que determinan la clase de política que sigue el hombre son: el temor, el honor y el interés. Por estos tres factores el hombre busca la seguridad, la gloria y las riquezas, y el instrumento con que se logran estos tres objetivos básicos es el poder. Sin dudas, son estos tres los factores que llevan al diálogo, en el entendido que ambas partes tienen interés en salvar el honor por el temor a la guerra, que como dice la parábola, ¡con victoria o con derrota, todos pierden!. ¡Basta de terco radicalismo y demos paso al interés social por el cambio en paz! Después del cambio daremos paso a la justicia como medio democrático para dirimir conflictos.
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