Recién celebramos este 5 de julio, un nuevo aniversario de habernos independizado de la Corona de España. En un país como el nuestro, con una historia de autocracias recurrentes, el muy respetado y respetable sacerdote jesuita Luis Ugalde, en documentado artículo titulado “Batalla de Carabobo hoy”, ha hecho un oportuno  señalamiento: “La verdadera celebración de la batalla liberadora del dominio español es la que conduce al fin de la opresión reinante…Esta es nuestra batalla civil hoy: que Venezuela renazca en democracia y prosperidad”. En el discurso de orden que me tocó pronunciar, en la sesión solemne del Congreso Nacional del 5 de julio de 1978, recordé que Goethe en su celebrada obra, Fausto, dice que “solamente gana su libertad y su persistencia quien diariamente la conquista”. Como con acierto lo precisa el padre Ugalde, tenemos por delante la tarea de librar una nueva batalla, la “batalla civil” para recobrar la libertad perdida.

Volver a la democracia es una exigencia que está a la orden del día. El régimen instaurado desde  hace más de cuatro lustros, después que perdió abrumadoramente las elecciones del año 2015, entró en crisis de pavor y ha hecho todo lo necesario para convertir en farsa cualquier consulta de la voluntad popular. Secuestró a los principales partidos de la oposición política democrática y entregó a tránsfugas comprados a buen precio sus símbolos electorales. La libertad de expresión y de información está bajo la losa de la amenaza y del silencio. Por disentir del autoritarismo imperante, hay 300 presos políticos, como lo acaba de denunciar el Foro Penal.

El Estado de Derecho está en situación de desahucio. Uno de sus pilares fundamentales, la separación de poderes, es una cantata que no se oye, enterrada junto con Montesquieu. “La falta de independencia del poder judicial, tanto civil como militar”, fue ratificada por la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, en su nuevo informe sobre Venezuela. En el país hay una Constitución, pero no tenemos un gobierno constitucional, porque el régimen ha hecho con la Constitución lo que le ha venido en gana. En su libro “Principios generales de derecho constitucional”, Thomas H. Cooley explica la peculiar situación, así: “Aun cuando puede decirse que todo Estado tiene una constitución, el término gobierno constitucional sólo se aplica a aquéllos cuyas reglas o máximas fundamentales no sólo definen la manera cómo han de ser elegidos o designados aquéllos a quienes se les ha de confiar el ejercicio de los poderes soberanos, sino que también imponen restricciones eficaces sobre dicho ejercicio, con el propósito de proteger los derechos y privilegios de los individuos, poniéndolos al abrigo de cualquiera tentativa para arrogarse poderes arbitrarios”. La juridicidad se quedó atascada y no llegó a Miraflores.

El desastre económico es tan impresionante como el desastre político-institucional. El economista Asdrúbal Oliveros declaró, el pasado 27 de junio, en el portal digital Prodavinci, esto: “Después de una contracción de más del 80%, en siete años, diría que la economía venezolana está en el foso…Cualquier país, después de una contracción como la que ha tenido Venezuela, que es la peor después de la Guerra Federal, y la peor de América Latina en los últimos 50 años, es imposible que se pueda recuperar por sus propios medios. No los tiene, no los tienen ni los ciudadanos, ni las empresas, ni el Estado. Al final va a necesitar una profunda cooperación internacional por distintas vías…”. La hiperinflación, alimentada por el financiamiento monetario del gasto público que practica el Banco Central, ha destrozado el poder adquisitivo, con la consecuencial caída del consumo familiar. El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM) ubicó la Canasta Alimentaria, en el mes de mayo, en un costo de 280 dólares, o más de 850 millones de bolívares. El 96% de los hogares vegetan en pobreza, y casi 6 millones de venezolanos han migrado en busca de mejores condiciones de vida.

El telón de fondo de la catástrofe económica es la crisis y el colapso de PDVSA. El incompetente despotismo que nos oprime, sólo deja escombros a su paso. Mientras, sopla el viento del tutelaje antillano que nos llega desde Cuba.

Así conmemoramos este Día de la ¡Independencia!

https://www.analitica.com/opinion/independencia-2/

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