“Las escaleras de los terraplenes estaban pintadas de blanco con dibujos rojos junto a llamativo templos, unos al lado de otro de colores diferentes, eran como pinturas de abstracciones geométricas de diversos colores, tonalidades, texturas, combinaciones, armonías y atributos de formas; con colores similares a las decenas de saris de mujeres y niñas que se bañaban juntas una al lado de la otra, en las orillas donde el canvas era el Ganges.” (Rafael Montilla, Diarios de la India, 1993)
La abstracción pictórica de la serie Variaciones (2018-2021) de Rafael Montilla, artista caraqueño radicado en Miami crea un lenguaje visual alejado de lo figurativo, lo anecdótico, lo narrativo al asumir una estética que materializa lo trascendente, para comunicar vivencias cual alquimista de Ser. En la historia del arte moderno occidental esta aventura estética la inicio una serie de cuadros paradigmáticos, con títulos que rompían con la tradición poética del titular, eran nombres inverosímiles anti-poéticos como: Cuadrado Blanco sobre Negro, 1913; Cuadrado Negro sobre Negro, 1915. Provocaron revuelo, escándalo y perplejidad a pesar de haber surgido en un contexto histórico donde todo parecía estar cambiando por el advenimiento de la utopía comunista en Rusia, que devino en pocos años en distopía genocida. Al exponerse aquellos cuadros negros, y blancos monocromos en la exposición 0.10, 1915 en Petrogrado el mundo cultural clamo escandalizado: el arte había muerto. Afortunadamente no era así, el ucraniano K. Malevich (1835-1935) estaba creando un arte inspirado en los iconos rusos y en su misticismo. Décadas después esta senda la asumió M. Rothko (1903-1970), al abandonar el expresionismo para adentrarse en el abstraccionismo geométrico como vía de acercamiento a lo sagrado, al concientizar que toda su vida había estado recreando mitos arcaicos. Estas son algunas de las propuestas fundacionales del arte del siglo XX, que fundamentan el lenguaje visual de Rafael Montilla, no podríamos dejar de mencionar su admiración por el rumano C. Brancusi (1876-1957), hacedor de obras dominadas por el anhelo de plena libertad fundamentadas en el simbolismo de la ascensión y el vuelo en sus innumerables versiones de aves en esculturas de madera, piedra, bronce.., siendo su obra cumbre La Columna sin Fin, 1934-1938, 15 módulos romboidales de hierro cubiertos de aluminio, con un recubrimiento orgánico de 30 metros de altura en Targa Gu, Rumania, complejo escultórico en homenaje a los soldados rumanos caídos en la Primera Guerra Mundial integrado por la Tabla del Silencio y La Puerta del Beso. “Este es el mensaje de mi columna, visto por la Mesa del Silencio y La Puerta del Beso…arden como una inmensa fogata…que se transforme en iluminación con el fin de unir el cielo con la tierra.”(Constatine Brancusi) Arte hierofánico inspirada en arte popular rumano, en las columnas romboidales de las casas tradicionales, esta búsqueda de Brancusi lo llevan a crear esculturas como el Espíritu de Buda, 1933, que afirman una abstracción cuyo objetivo es crear metáforas de lo sagrado. Esta aventura estético espiritual la asume R. Montilla a través de la abstracción geométrica y las vivencias de su peregrinación por la ancestral India, experiencia que ha ido transmutando en arte en series como Variaciones, (2018-2021). Cada una de estas pinturas nace de la investigación teórica, y en el trabajo de taller. Esto se evidencia en el cuadro Variación 0.113, 2020, donde una línea amarilla resplandeciente genera tensiones entre franjas y fragmentos de cubos deconstruidos, sobre fondos de amarillo azafranado generando tensiones entre dos intensidades cromáticas, que contrastan con la otra mitad del cuadro dominada por el negro, negación del color que hace referencia a la oscuridad nocturna, metáfora de los agujeros negros siderales. En cuya superficie levitan líneas rosáceas y rojas develando progresiones emocionales. Se establece un símil al tránsito de la ignorancia a la iluminación. Solapándose significaciones para que el otro tenga el gozo cognitivo y existencial de descubrirlas, vivencias internas incomunicables, tal como lo sería el racionalizar el impacto sensible de los conciertos de Brandenburgo de J.S.Bach. Crea así esta pintura contrastes que al alejarse de la realidad, indagan en lo que no vemos sino en lo oculto y lo presentido. La Variación, 0.114 es dominada por el blanco absorción sintética del todo, unidad fusionada con la totalidad cromática como génesis. Es un plano de color que por su pureza acerca al receptor a la blancura de las nubes, que al tornarse grises pueden provocar chubascos, para dar nacimiento a mantos de vida al abrazar la lluvia la tierra. Color asociado también a la espuma marina que nace de las profundidades oceánicas para regalar su espumosa blancura entre rompientes ecos. Existe una compleja simbología alrededor del blanco, pero en la obra de R. Montilla se impone la ética, y la mística, crea un fragmento de cubo deconstruido verde y gris entre la resplandeciente blancura. Esta Variación emana armonía al evadir la violencia de los contrastes cromáticos. A diferencia de la Variación 0.115, 2020 en donde el fondo blanco es invadido por un fragmento de cubo rojo color asociado a la sangre, la vida, al amor apasionado, al ardor del guerrero, así cuando el héroe celta Cuchulain es dominado por la ira su cabeza es rodeada por una corona de fuego flameante, que en el mito es neutralizada por la vergüenza que le provoca al héroe la desnudez de las doncellas que se despojan de sus vestiduras, para sofocar su incandescente cólera. Es la belleza, eros y la seducción como vía de neutralizar el tanático furor guerrero. Dialéctica que recreo Botticelli en el renacimiento en el cuadro “Venus y Marte”, 1483, para evidenciar el equilibrio que debe tener eros sobre tánatos. Sentido también presente en esta Variación donde la ira, la pasión y el belicismo del rojo son neutralizados por la pureza y la inocencia de la blancura. Cada uno de estos cuadros se convierte en una lectura abierta, manifestación de lo numinoso, dialéctica llamada por los griegos hierofanía, y por el hinduismo budista darsana. Dos extremos laterales de cubos deconstruidos entrelazan la Variación, 0.112, 2018, en el primer plano destaca una franja amarilla que pareciera saltar fuera del cuadro, pintados sobre azul celeste. En un segundo plano se percibe otra franja de colores suaves: rosados, blancos, ocres, verdes que contrastan con fragmentos de líneas rojizas. Se está ante una melodía cromática que comunica lo indecible, que anuncia el milagroso peregrinar uránico del astro solar como símil de la iluminación mística. El amarillo domina el plano de la Variación 0.107, 2019, a través de una primera mirada un observador incauto podría percibir un plano solar, en un primer nivel sería acertada esta conjetura. Pero el tramado de líneas paralelas y entrecruzadas genera otro nivel semántico que se relacionaría a las abstracciones de Pierre Mondrian (1782-1944), influenciado por Madame Blavatsnki y la teosofía. En cuadros como Broadway Boggie-Woogie, 1943 al crear una estética que buscaba expresar la fuerza y la armonía del universo, con una paleta limitada a colores primarios y líneas que asocian lo horizontales a la pasividad, y la verticalidad a la actividad. En estas últimas versiones Mondrian representa la retícula de la dinámica ciudad de New York, y su pasión por el jazz que le transmite a los cambios cromáticos un ritmo musical que impregna esta icónica serie. Las franjas de líneas de la Variación, 0.107, no se fragmentan ni cambian abruptamente como los colores y el ritmo musical de Broadway Boggie-Woogie, sino hay un continuo cromática de líneas verdes, que crean un discurso geométrico de franjas paralelas entrecruzadas. La superior se pliega sobre sí en un cuadrado, y la inferior se complementa en una serie de estructuras que penetran el amarillo como muelles de un acuoso río, haciendo referencia al color del Ganges que tiende al amarillo y a los marrones propios de las turbulentas aguas que vienen de las alturas del Himalaya al fluir por Varanasi se encuentran con terraplenes, y escaleras desde donde los devotos se sumergen en las turbias aguas para liberarse del karma y del imperturbable ciclo de reencarnaciones como los hindúes perciben la existencia. El sentido de este cuadro se revela en el Diario de la India del artista, al rememorar las experiencias vividas en el Ganges: “Disfrutaba mucho los amaneceres con sus múltiples colores en diversas tonalidades y brillos, que cambiaban a cada segundo con el ascenso del sol. Los blancos, grises, rojos, amarillos, azules, anaranjados, verdes, morados contrastan con los coloridos saris que las mujeres lavaban junto a todo tipo de ropa de vestir; mis ojos eran atrapados por la abstracción geométrica que formaban las sábanas, manteles, cobijas fundas, paños cuadrados, rectangulares lavados y extendidos sobre las escaleras para que el sol los secara. (Diario de la India, 1993)
El formato de Variación 0.126 crea una atmósfera lúdica de formas que parecieran estar construyéndose y deconstruyéndose en bandas cual caleidoscopio giratorio de color y forma, la obra se convierte en poesis esotérica que lleva del no-ser al ser. El de formato irregular esta caracterizado por una geométrica poligonal, encerrada sobre sí, negada a una simetría perfecta. Las líneas que lo rodean parecieran transformarse debido a la energía potencial que emanan. El plano de color posee diversas tonalidades de amarillos, que asocian la obra a lo solar y a su peregrinar celeste. Este dinamismo perpetuo se revela en la forma hexagonal, con sus seis lados, en cuyo interior palpita un polígono. Dinámica geométrica que expresa la energía cósmica, a la búsqueda de un reacomodo por el movimiento interior que se desprende de su centro, que pareciera estar transformándose en potenciales giros, en una silenciosa danza que se visualiza por las bandas cromáticas que se le desprenden, analogía al descorrer del velo de la ignorancia. Tal cual como cuando un mándala es internalizado por el iniciado, al generar transformaciones en la dimensión interior del meditante, al adentrarse en sus laberintos mentales y combatir sombras y demonios para reencontrarse consigo mismo. Estas geometrías sacras generan progresiones matemáticas que llevan de la multiplicidad a la unidad como expresión de la divinidad (uno=todo). Tensiones simbólicas paralelas a la cromática que van del amarillo-lumínico al blanco, para transitar a los marrones como expresión de lo telúrico. En contraste la Variación 0.19 es dominada por un vértice triangular rojo entre un fondo de azul celeste, asociado al festival ritual de la India del Holy, que se celebra en primavera. El rojo es predominante en el ritual colectivo entremezclado con gamas de verde, y marrones para promover por simbólicamente las lluvias y las buenas cosechas. Estamos por tanto en la obra pictórica de Rafael Montilla en un lenguaje que está creando un abecedario plástico y simbólico a través de sus abstracciones del Ser, que busca que el público sea motivado por la estética a evadir la ignorancia de la ilusoria trama que es la realidad, para poder ver más allá de la maya, y poder escapar al cartesiano “pienso luego existo”, y adentrarse en el “Soy y luego existo” propio de la filosofía oriental creador de rupturas ontológicas-existenciales en la conciencia al transformar la forma de ver, sentir, amar y vivir.
https://www.analitica.com/opinion/la-aventura-estetico-espiritual-de-rafael-montilla/