For ever Play o Jugando por Siempre es el título de la exposición que en la era de la pandemia abre Asdrúbal Colmenárez (1936) en París en el Musée en Herbe, dedicado al público infantil no es el nombre de una muestra más, son las palabras que han guiado la filosofía de vida y el arte de este creador cosmopolita que naciera en Trujillo, entre nubes patas blancas que llegan del páramos. Hace unos años en Valera su ciudad natal lo homenajeó con una plaza, donde hizo una escultura que irá cambiando año tras año, sería un proceso creativo ininterrumpido, como el fluir del agua de los ríos y como su lenguaje visual en el cual la acción participativa genera el cambio físico y psíquico. Busca recordar al receptor del arte que nada es estático, que todo deviene y se expande como el universo, como en los Psico-graffitierra donde sobre láminas de metal imantadas de diversas formas y colores dispersa polvo metálico para que los niños y los adultos dibujan con las manos dejando así sus huellas en ese lienzo de contemporaneidad, como lo hicieron hace miles de años hombres cubiertos de pieles en las cuevas de Altamira, al plasmar sobre la piedra las huellas de sus manos cual impronta lúdica y sagrada, gesto que nos recuerda uno los rasgos esenciales de la humanidad: el Homo Sapien es también Homo Ludens, porque es el juego una dimensión en la cual se despliega el potencial creativo, la espontaneidad, el gozo de vivir, y las emociones iluminadoras brotan a flor de piel: la alegría, la sorpresa, el temor, la duda, el éxtasis místico de la inocencia del reír del niño, libre de toda atadura como cuando se adentra Buda en el nirvana, al rememorar su iluminaciones de niñez.
Durante décadas Colmenárez ha hecho una mayéutica del arte como metáfora a la gozosa libertad que genera el jugar. Al materializar en sus obras situaciones que buscan que el otro se reconozca como creador. Al provocar un proceso cognoscitivo de conocerse a sí mismo sin el incómodo diálogo de Sócrates en la lejana Grecia, molestando en el ágora al cuestionar a cada hombre para demostrarle su ignorancia porque aún no se ha encontrado a sí, escudándose en su: solo se que no se nada.
En la propuesta del truji-parisino este reconocerse, se da como un acto reflejo a través del arte-juego y las paradojas que se crean a través de asimilar el arte a la filosofía. Tal como se evidencio en la obra “Conocete a sí mismo”, 1993 de su exposición “Mare Nostrum” en el MACCSI, cuando se oyó por primera vez esta instalación el equipo del museo quedó enganchado, pero cuando supo que el artista planeaba traer parte del casco de un barco abandonado en las playa de Coro al museo, se negaron de plano. Pero como la vida es un juego de azares, el artista jugó con la idea de crear un casco de barco dentro del museo con láminas de acero que armaron como un lego, las piezas venían semi-armadas desde de los talleres de mantenimiento de Sidor, donde habían sido cortadas, dobladas y soldadas por el artista. El ver aquel casco de barco oxidado dentro de un museo, atraía a todos por la curiosidad de la paradoja: ¿que hacía un barco encallado ahí? Y al curiosear su interior encontrarse entre el óxido un espacio inmaculadamente blanco, insonorizado para que solo se oyera el suave susurro del oleaje, y en el fondo cual letrero de neón de heladería se leía la contundente frase:
“Conócete a ti mismo”, dejaba al otro sorprendido al unir dos realidades confrontadas: la seriedad del diálogo socrático, con su opuesto la alegría que se despliega en el gozo de un niño o un adulto al entrar a una heladería, o juguetear entre el oleaje. Se unen así dos situaciones contradictorias para crear un silogismo colmeriano: te conoces a ti mismo jugando, jugando te reencuentras por tanto reconócete jugando.
Así como ocurre en la serie de los Psico-magnéticos creada recién llegado a París, cuando los estudiantes tomaron la universidad y la capital francesa fue grafiteada con pensamientos como: La Imaginación al Poder, Seamos Realistas Pidamos lo Imposible, Bajo el Empedrado está la playa era el mayo francés del 68, y en Estados Unidos se estaba dando otro movimiento utópico de renovación a través del movimiento hippie, la rebelión de los jóvenes contra la guerra de Vietnam, el consumismo, el autoritarismo, el desarrollismo, en una búsqueda mítica de retornar aquí y ahora al Edén a través de la ruptura con el status quo. Deseos que se eternizan en las palabras de trovadores del siglo XX como Bob Dylan con canciones como “Blowing in the wind”: “…Cuantas veces deben volar las balas del cañón, antes de ser prohibidas para sempre.
La respuesta amigo mío, está flotando en el viento, flotando en el viento…” Mientras Venezuela en esos años se encuentra atrapado en una atávica guerra de guerrillas, herencia del caudillismo que creo el laberinto y el Minotauro que devora nuestro presente.
Entre esta magma volcánico de creatividad y esperanza escatológica Colmenárez estaba creando sus primeros Psico-magnéticos, nacidos de convertir un elemento cotidiano como eran los objetos decorativos magnetizados que se colocaban sobre superficies metálicas en una acción artístico-participativa. Este hecho inspiró al creador las obras magnetizadas en formas geométricas de líneas, círculos, rectángulos que podían ser transformadas con un simple movimiento del espectador al rodar los dedos sobre ellas. El magnetismo creaba una situación lúdica creativa, basada en la misma fuera física que permite la existencia de planeta, soles, sistemas planetarios : la fuerza de gravedad que descubrió Isaac Newton, cuando se encontrara encuarentenado -como diríamos hoy por la peste- al ver caer una manzana, se preguntó ¿Por qué que cae? El huraño e insociable Newton vio con mente de niño y se hizo otra pregunta ¿por qué la luna no cae como la manzana? Tras ese momento de iluminación, demostró matemáticamente en su Principia porque caían y se atraían los cuerpos. Es la misma fuerza que permite que los bandas de los Psico-magnéticos se desplacen sin caerse, y en las en superficies de los Psico-graffitierras se adhiera el polvo de metal magnetizado.
Es un arte que donde el otro crea jugando, mientras se reencuentra con su psiquis (alma humana)=psico que se relaciona con nuestro ser interno, nuestra mente y activarla lúdicamente es el leit motiv de Colmenárez. Esta visión la proyecta tanto en sus pinturas como en sus esculturas, donde en la estructura dibujística, pictórica y la diversidad de técnicas que asume transmiten la misma filosofía de existir como la llama del fuego que pareciera juguetear mientras se consume Cada una de sus series nace de su idear evitando quedarse estancada en una etapa de su lenguaje visual, en todas ellas se trascienda la actitud contemplativa afirmado el arte=vida=participación. Para el artista la estética debe comunicar e impactar otro, como la música cuando acaricia la sensibilidad y conmociona a quien la escucha en su alma. Así introducirá en los cuadros técnica mixtas como la impresión, geometría expresionista, collages de mapas que crean geografías imaginarias que unen a Varanasi con Caracas, Chiniquila con Creta, o un Mare Nostrum con el cabo de Magallanes entre colores que no buscan la armonía, sino contrastes fuertes. Ese riesgo cromático, al que muchos creadores ni pintando en la oscuridad logran, es el abecedario del artista, pues es daltónico y hay cierta gama de colores que en su visión se funden y confunden, convirtiéndose así un obstáculo en un elemento de su estética. En sus esculturas también se percibe ese constante riesgo por convertir el vivir en un juego a través del engaño burlesco al usar la tensión entre realidad y apariencia, la verdad y la mentira al generar la ilusión de ingravidez, así como en los psico-magnéticos juega con la gravedad con sus volúmenes desea dar la impresión al otro que las esculturas están a punto de caerse, de romper con la gravedad, o que son muy pesadas y por el contrario son livianas, así engaña con los materiales al usar láminas de acero delgadas, madera o diversos tipos de plásticos en piezas de gran formato, que parecieran ser de un civilización alienígena o nacidas de una arqueología del futuro.
Estos rasgos de su lenguaje visual están presentes en su última exposición jugando para siempre, donde pone al niño y al adulto a un mismo nivel cognoscitivo-participativo a través del desconcierto creado por el divertimento lúdico, tanto en los Psico-magnéticos, los Piso-graffitierra tierra, como en los billares que contradicen las leyes de las física que permiten estén juego y las habilidades que se deben tener para ganar una partida, al estar las bolas de billar magnetizadas al ser golpeados por los participantes no siguen la trayectoria del movimiento que se les da, sino se burlan del jugador al tener un trayecto azaroso, que busca provocar la alegría del otro al enfrentarlo ante el absurdo, así como las ondas de los Psico-magnéticos parecieran burlarse de quien las mueve al crear una onda-ola que siempre irá delante de él y nunca podrá atrapar.
Se ha movido también en el ámbito de la robótica en su acercamiento a los dibujos hechos con pequeñas máquinas de diversos orígenes, desde los motores de impresoras, o de los que provienen de juguetes deslastrados de su origen como son los carritos que ya no entreteneran a niños durante horas en sus rituales-lúdicos, sino generan dibujos que podrían ser hechos por un ser humano como una acción-creativa, que plantea una de las problemáticas de era digital: como la máquinas inteligentes transformaran a la humanidad. Y así va a lo largo de su obra planteando paradojas, problemas interrogantes como lo hace la filosofía para develar al otro su visión del arte como encuentro con el homo-Ludens….
https://www.analitica.com/opinion/jugando-por-siempre-o-existiendo-para-jugar/