En estos días, que se habla de una negociación en México entre el Gobierno chavista y la oposición, más sencillo lo tiene Carlos Revette, “el Coqui” para “dialogar” con el Estado venezolano, desatendiendo esa vieja conseja de que Estado no dialoga con delincuentes, sino que los somete. Eso, por supuesto, en los Estados normales.
Ha hablado Douglas Rico, director del Cicpc (a quien, todo sea dicho, lo precede fama de buen policía) y ha hablado de “el Coqui” y sus compinches en el tono en el que un director de liceo católico hablaría de un grupo de alumnos algo díscolos, que grafitearon la pared del laboratorio de Química; y no como se debe hablar del grupo de endurecidos hampones que se acaban de tomar para sí el Club de la PM de la Cota 905, en estos tiempos en los que las privatizaciones encaletadas están de moda.
En todo caso, deja claro Rico, tras su programa de radio de esta semana, que en este país, es más fácil desafiar a las autoridades siendo un malandro que siendo un dirigente de Voluntad Popular o el representante de una ONG.
Se desconoce si los noruegos, siempre tan prestos para estas cosas, incluyan una pasadita por la Cota 905 en su próxima visita a Venezuela (siempre habrá una próxima visita de los noruegos a Venezuela; para la fama de discretos que tienen, son bastante metiches).
Rico, en todo caso, puede aprovechar la experiencia de la negociación que tuvo el médico que en la penúltima tremendura de la banda de El Coqui tuvo que implorar por su vida (y por su moto) con un argumento irrebatible: “no tengo nada, soy médico”.
Claro, esto, también, es más fácil de creer cuando te lo dice cualquier profesional venezolano que cuando te lo dice un chivo del Gobierno.
Los habrá pelagajos, pues, pero no suele ser la condición de quienes han defendido la revolución, una quintota y una camionetota a la vez.
Chistes aparte, lo cierto es que la banda de “El Coqui” muestra muy bien lo que es la Venezuela actual.
El chavismo solo busca dialogar con quien tenga más poder real (es decir, de fuego) que ellos.
Y eso que advertían los expertos sobre la “somalización” de Venezuela es ya una realidad, sea en Apure o mucho más cerca, en la Cota 905.
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