Capilla en Homenaje a José Gregorio Hernández, El Tisure, 1964:
Cuando le pregunté a Juan Félix Sánchez(1900-1997) a finales de los ochenta: ¿por qué le había construido la capilla a José Gregorio Hernández? Sin pensarlo respondió: “La capilla de José Gregorio la hice cuando él cumplió cien años de haber nacido, en el año de 1864 y cumplió el siglo, entonces aquella capilla se la destine al doctor él no es santo todavía, pero si es un siervo de Dios y es paisano de nosotros, es venezolano y a quien más podía ser”(1)
En el año de 1964 al cumplirse los 100 años del nacimiento de JGH en el Filo del Tisure a más de 3.200 metros de altitud, a kilómetros de San Rafael de Mucuchíes en Mérida Juan Félix Sánchez (1900-1997) creó la capilla mayor de El Tisure en homenaje al Siervo de Dios piedra a piedra, cargadas por él y algún que otro parameros una a una en carretilla, mulas o cargadas en la espalda las fueron buscando entre montañas por meses para crear una de las capillas más hermosas creadas en el continente, en ella todo tiene un sentido estético-devocional. Hasta la ubicación en ese filo del páramo, pues desde ese punto entre frailejones y el eco de la soledad, cuando las montañas están despejado de nubes se ven los llano el lugar donde se le apareció la Virgen de Coromoto a los indios.
Desde las escaleras laterales de la entrada en forma “S” (=salvación) que obligan al visitante a tener un gesto de humildad ante la capillita menor dedicada a la patrona de Venezuela, cada detalle fue planificado con genio y devoción. En cada una de las capillas se observa el eclecticismo en las formas y materiales con que construyo tanto el complejo escultórico del Calvario, la plaza Simón Bolívar como el santuario donde se encuentra el nicho dedicado a JGH. Este conjunto arquitectónico y escultórico, puso y sigue poniendo en apuro a más de un investigador del arte porque rompe con el paradigma de lo que se entiende por arte popular, al fusionar lo tradicional con lo contemporáneo. Entre las técnicas que usaba estaban el ensamblaje, el arte de la tierra las empleaba sin prejuicios; al igual que hacía con los materiales como: piedra, caña brava, barro, tejas, cemento, troncos, raíces mezclados con objetos como ángeles de plástico, banderas de latón, milagros, juguetes de latón, faros y cocuyos de carros, flores todo resemantizado asociándolo a un espacio sagrado… Creación materializada con un sentido devocional y simbólico, así el piso construido de lajas de piedras cuadradas hechas fragmentando rocas con martillazos de pesado mazos y cinceles se integran en un diseño en forma cruciforme que hace que el devoto al entrar dirija su mirada al nicho dedicado a José Gregorio Hernández que resplandece de luz natural gracias a que fue hecho con mármol blanco del páramo, epifanía visual que es acentuado por una claraboya de láminas de plástico, donde se encuentra no un JGH tallado por él, sino fue traído desde Isnotú. Destacan en el interior de la capilla los sillones y sillas construidas a través de ensamblar troncos y raíces buscados por años, y tratados con amarres e inmersiones en los pozos para crear las curvas para hacer los respaldares curvos de los muebles deseaba crear. El complejo de El Tisure esta lleno de secretos que se muestran a quien mira con atención y son inexistentes a quien ve superficialmente, como los rodapiés donde entre las texturas de roca se esconden diseños de cálices, o el campanario que tiene en una de sus lados dos cuadrados de 2 x 2 metros en el inferior en el centro hay una “X” (=paz) en cuyo centro incrusto una piedra acorazonada que representa el sagrado corazón de Jesús y en el superior diseñó un ancla, que ilustra un pensamiento del genio merideño: todo hombre que cohabita con Dios es su propio centro, esa fe es como el ancla para los barcos entre las corrientes del océano. Por tanto cada uno de los elementos que la integran tienen una razón de ser, es una oración hecha piedra.
La capilla que hizo en 1984 en su pueblo natal es una réplica de la de El Tisure y un homenaje a la Virgen de Coromoto, al ser vista en 1994 por Umberto Ecco y conocerlo a JFS dijo: “No siempre tiene uno oportunidad de pasar un rato con un genio… No es un artesano, no es un artista, no es una aficionado al bricolaje; es un asceta de la montaña, un visionario.”
Esta creación se dio a conocer en el MACC, 1982, en la exposición “Juan Félix Sánchez: Lo Espiritual en el Arte”, la capilla en gigantescas fotografías tomadas por el Grupos 5 y solo dejo ir a la exposición las sillas ensambladas, algunas tallas pequeñas pero no permitió que se moviera de su sitio el calvario, pues eran piezas santas y devocionales.
José Gregorio Hernández, MACCSI, 1991:
En una tarde caraqueña entre un cielo enceguecedor por los cúmulos de nubes azafranados, nacidas de un sol que se negaba ocultarse para dar paso a la noche, caminaba por los chorros en una acera cubierta de flores de bucare. Iba al taller de Antonio Lazo (1948) la subida de la calle era fuerte pero ya estaba frente al portón del taller al tocar puerta lo hice con temor, porque proveniente del taller se oía el crepitar de las llamas de una hornilla de gas industrial. La abrió su asistente encima de la ropa de trabajo tenía un delantal y guantes de cuero, saludo con su tono andino que exageraba en su hablar para afirmar su origen:
-Entre rápido que el asfalto se está derritiendo y el maestro va empezar a derramarlo sobre el cuadro de José Gregorio Hernández. Ahí estaba el artista no con un pincel endurecido como Jackson Pollock (1912-1956) a finales de la década de los cuarenta, danzando sobre la tela haciendo un dripping, a diferencia de él se movía lentamente con un cucharón de acero entre una de las manos dejando manar el denso asfalto derretido, lo hacía cuidadosamente, no podía desbordar el tape industrial que bordeaba la figura del santo, ventiladores dispersaron tóxico humo. El icono estaba pintado sobre tela en una estructura de madera de gran formato, más que un marco parecía un nicho, semanas después sería expuesto en la sala 1 del Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber, dentro de la exposición de su vasta obra que se inauguraría en 1991, muestra que produje en el medio fuertes y encontradas polémicas que poco tenían que ver con el arte.
Ese santo llamado por sus devotos el Siervo de Dios, El Médico de los Pobres, será beatificado el 30 de Abril del 2021, estaba junto a otras piezas con el mismo motivo en la sala ambientada como si fuese templo. No se inmuto el artista con la presencia de otros en el taller, estaba concentrado en hacer una especie de lago hirviente de oscura negrura que bordeara la figura. La monocromía del cuadro daba la impresión de estar dándose una cruenta lucha entre las fuerzas de la oscuridad y la luz ¿Sería un presagio de lo que estaba a punto de pasar?. Había un ambiente pleno de premoniciones que me recordaba el poema “el cuervo” de Edgar Alan Poe, que escribiera una noche de 1845:
“.., cuando abrí la persiana se coló por la ventana, agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral. Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento, con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal, en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral; fue, posóse y nada más. Esta negra y torva ave trocó, con su aire grave, en sonriente extrañeza mi gris solemnidad. «Ese penacho rapado —le dije—, no te impide ser osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal; ¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?» Dijo el cuervo: «Nunca más».”
Los cuervos que revoloteaban entre mi imaginación no decían:<<Nunca más>> sino emitían sonidos inquietantes de llamas de fuego devorando la tierra. Estábamos a la espera de ver el comportamiento de la brea al volver a solidificarse para observar las tonalidades y texturas que iba a tomar, y que intervendría el artista. A las horas se podían ver suaves grietas que le transmitían una misteriosa belleza. Es un cuadro de una belleza sacra, dominada por los negros el color de la muerte y el renacer, de la oscuridad que en el cuadro se equilibraba con los blancos del rostro, y el cuellos de la camisa que le transmitían una luz interior de pureza e iluminación mística.
Rafael apagó el gas de la hornilla y salimos del enrarecido aire del taller al comedor directo a la nevera, saco una jarra con jugo de naranja fresco para refrescarnos. Nos sentamos y le agradecí el gesto cómo buen trujillano sonrió y dijo:
-Se vale repetir, más cuando estamos saliendo de ese infierno, gracias a Dios que el Santo nos protegía.
No pude aguantar la risa ante tal comentario, y el tono de voz con que lo había dicho, el artista no le presto atención estaba degustando el jugo… Por unos minutos su mente se ausento, y creo un clima de tensión en el ambiente, finalmente rompió el silencio:
-Este José Gregorio Hernández (1864-1919) y los que lo acompañaran no los estoy haciendo por capricho, fui a Isnotú como cualquier peregrino a donde esta la tumba y la capilla hacer un pago de promesa que hice cuando se enfermo Alfredo Armas Alfonzo (1921-1990). Y posiblemente al ver la devoción, el amor y la fe que se veía en los rostros de esos cientos de fieles que llegaban de toda Venezuela a peregrinar día, a día anhelando un milagro que escondían es lo más recóndito de su corazón, se le ocurriera hacer ese un homenaje al Médico de los Pobres.
Frente a nosotros había un televisor sintonizado con CNN, veíamos impactados las imágenes infernales de cientos de pozos ardiendo en pleno desierto de Kuwait, era 1991 en silencio oíamos al locutor al terminar de dar la noticia, casi gritando Lazo dijo:
-Es la tercera guerra mundial…
Al recordar esa contundente afirmación, hoy me preguntó ¿eso pudo ser posible?, se estuvo a punto pero afortunadamente no fue así. Pero aún cabe preguntarse:
-¿Como pudo haber ocurrido esa tragedia mundial? Cubrió por meses países enteros con densas nubes de hollín, desaparecieron decenas de especies, fue una hecatombe ecológica creada por la humanidad sin precedentes en la historia a inicios del XXI. Mientras eso ocurría en el Golfo Pérsico, en un taller de la ciudad de Caracas a las faldas del Ávila se estaba creando una paradigmática obra de arte sagrado en la historia del arte de Venezuela. El cuadro y parte de la serie de José Gregorio Hernández estaban bocetados en la libreta del artista. No era la primera ni sería la ultima creación paradigmática creada como un acto de devoción.
Así como la capilla mayor hecha en homenaje a José Gregorio Hernández en unos de los páramos más solitarios y bellos de la cordillera de los andes, estaba frente a mí la creación de este JHG realizada por un artista íntegro, pleno de talento con un lenguaje plástico personal netamente contemporáneo a la espera de poder colgarse en la pared del mismo museo donde se había sido conocido la obra de Juan Félix Sánchez. Ambas creaciones tanto la capilla en homenaje a José Gregorio Hernández como el cuadro de Lazo fueron puntos de ruptura en la historia del arte y la cultura venezolana.
Video El Hombre del Tisure
https://www.analitica.com/opinion/jose-gregorio-hernandez-no-es-santo-todavia-pero-si-un-siervo-de-dios/