Puede decirse que la nuestra, es una imperfecta creencia. Cultivar la fe, profundizar en la esperanza, encuentra muchísimos obstáculos, comenzando por nuestros propios e inevitables escombros interiores. Sin embargo, debemos persistir,
Caemos y nos esforzamos por seguir andando el camino, reconociendo nuestros errores. E, incluso, el error mismo de no reconocerlos.
Siendo o no, creyentes, nos inspira y buscamos inspirarnos en aquellos principios y valores capaces de concedernos una bocanada de trascendencia. En un esfuerzo diario de caídas y de levantadas (o levantamientos, mejor expresión), e imaginamos la espera de Jesús a la entrada de Jerusalén, sabiéndonos tan imperfectos, este Domingo de Ramos.
El contexto, poco ayuda. Porque, es también inevitable es denunciarlo, vivimos un régimen que ha causado un daño antropológico considerable, como lo laman los expertos. En el centro de nuestras angustias, está el atentado constante a la dignidad de la persona humana, como perpetuamente se amplían los recientes y consabidos sucesos del estado Apure.
Con humildad, con la aspirada y hasta ambicionada humildad, elevamos nuestras oraciones a Dios, porque el generoso futuro anhelado llegue pronto a Venezuela, en los últimos días del presente. Sobre todo, conscientes, como aquella escultura de Paul Fryer, que el Hijo de Hombre está colgado en las cruces eléctricas siendo muchas las latitudes, incluyendo las que se ocultan hábilmente en los regímenes del terror morboso.
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