No sería de extrañar que ese número grande de personas que se consideran opositoras del régimen imperante desde el 2 de febrero de 1999, nos repitan a quienes rechazamos la mega elección que se propone convocar el usurpador, “que la salida es democrática, pacífica y electoral”, frase con la cual nos quieren indicar que el no concurrir a esas elecciones, como la no concurrencia a otras que han tenido lugar anteriormente, son la razón por la cual nos hayamos en manos del usurpador.
Pareciera que algunas personas no escuchan sino aquello que desean escuchar aunque las palabras que se pronuncien signifiquen algo diferente a lo que sus oídos creen haber escuchado. Hace ya un tiempo que Maduro expresó que la oposición no entrará en Miraflores ni con votos, ni con balas; y aunque la frase puede ser catalogada de fanfarronada, la iteración de la misma no puede interpretarse sino como una voz de alerta y de apresto a quienes eventualmente derrotados por votos, pueden, por tener armas a su disposición, impedir la entrada a Miraflores de quienes se proclamen triunfadores.
Si acaso lo dicho precedentemente no resulta suficiente para que quede claro que el orden bajo el cual debe el pueblo manifestar a través del voto quienes deben conducir el gobierno por el breve período de 6 años, que es corto en la vida de una nación; citemos de nuevo al usurpador esta vez textualmente para que no quede duda, que cualquier elección por él convocada tan solo pretende aparentar la existencia de democracia: “La oposición debe entender que la revolución es irreversible y debe aprender a dejarse gobernar”.
Más claro no canta un gallo y es por eso que el proceso electoral ocupa el tercer puesto en la secuencia de los hechos que conducen a la recuperación de la soberanía usurpada desde hace 22 años un mes y dos días: 1) Cese de la usurpación 2) gobierno de transición y 3) elecciones libres. No puede haber elecciones libres, si se invierte el orden; y si no son libres es una quimera esperar de ellas un resultado diferente, salvo que para instancias menores sirvan a la idea de disfrazarse de democracia.
La razón para que ese orden no sea alterado subyace en nuestra propia condición. No somos demócratas por naturaleza. Nuestra naturaleza nos impulsa a imponernos sobre nuestros semejantes; y experimentados históricamente de como un gobierno prolongado en el tiempo se torna cada vez más opresivo porque sirve a quienes gobiernan y no a los gobernados, la humanidad ha buscado a través del voto libre y el gobierno temporal o transitorio, impedir que los gobernantes se perpetúen en el poder.
Cuando las elecciones se convierten en teatro, una puesta en escena que hace de la alternabilidad y de la temporalidad en el poder una apariencia, el único resultado es lo que vemos en China con Xi Jinping, en Rusia con Putin, en Bielorrusia con Lukashenko y desde luego incluso ya muerto en Cuba con Castro, porque estimado lector, el comunismo o el marxismo es una religión, que a diferencia del judaísmo, cristianismo e islamismo para solo mencionar las tres monoteístas de nuestra civilización occidental, promete al pueblo un paraíso en la tierra, ahora; y no en el cielo y después de la muerte. Sin embargo, ese paraíso solo lo disfrutan los miembros del partido que ejercen el poder, porque “oh revelación más explícita”, lo que el hombre anhela con mayor fuerza es imponerse a los demás.
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